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La violencia intrafamiliar en los tiempos del COVID-19
El hacinamiento, el impacto
económico familiar y la propia personalidad de los integrantes de la familia
son factores que pudieran derivar en situaciones de riesgo durante esta
emergencia sanitaria
CAROLINA
GÓMEZ VINALES
28 de Marzo de 2020
El COVID-19 nos ha aportado mucha información
epidemiológica, administrativa, política y económica. Nos ha obligado a
permanecer en casa con los hijos y tener que convivir en familia más tiempo
del que los tiempos modernos nos tienen acostumbrados. Hemos tenido que
aprender a administrar nuestro tiempo, nuestro esfuerzo, nuestro dinero y
nuestra paciencia.
El maltrato dentro del entorno familiar es muy común en
nuestro país. Quiero afirmar que la violencia es un problema de salud
pública, dada su extensión, magnitud y consecuencias y afecta de manera
desproporcionada a las mujeres, a los niños y a los adolescentes. La
violencia constituye un indicador de salud pública de una sociedad. Según la
OMS, se define a la violencia como “el uso intencional de la fuerza o poder
físicos, amenazante o real, en contra de uno mismo, de otra persona o en
contra de un grupo o comunidad, que resulte en heridas, muerte o daño
sicológico, disfunciones o privaciones”.
Cualquier tipo de abuso de poder de parte de un miembro de
la familia sobre de otro, de manera repetitiva es considerado violencia.
Ello incluye maltrato físico o sicológico. En este distanciamiento social,
al que nos ha sometido el COVID-19, la convivencia familiar es un tema
delicado para algunas familias. El hacinamiento, el impacto económico
familiar y la propia personalidad de los integrantes de la familia son
factores que pudieran derivar en situaciones de riesgo durante esta
emergencia sanitaria.
Hace unos días leí que organizaciones alemanas advertían
sobre un posible aumento en los casos de abusos infantiles y violencia
doméstica, después de que Angela Merkel pidió a su población mantenerse en
casa. Para muchos niños, la escuela es un lugar para aprender. Para otros,
expuestos a situaciones inseguras o abusos en su entorno, es un sitio
seguro. Según datos oficiales, en Alemania hubo 4 mil casos de abuso
infantil en 2018. La cifra de abusos sexuales infantiles en ese país fue: 14
mil. En México, cada año más de 4 millones y medio de niñas y niños son
víctimas de abuso sexual, país que según la OCDE tiene el primer lugar
mundial en estos delitos.
De acuerdo con un estudio del Consejo Ciudadano de la
CDMX, los principales agresores sexuales de los niños son familiares, luego
maestros y después sacerdotes: 30% abuelos o padrastros; 13%, tíos; 11%,
padres biológicos; 10%, primos; 8%, vecinos; 7%, maestros, y 3%, hermanos. A
pesar de estar en este lastimoso primer lugar, México tiene los presupuestos
más bajos para combatir este grave problema, ya que sólo uno por ciento de
los recursos para la infancia está destinado a la prevención y protección
del abuso sexual y la explotación, según el Fondo de las Naciones Unidas
para la Infancia (Unicef).
La violencia de género en estas semanas ha tenido el mismo
patrón. Para muchas mujeres su propio hogar no es un lugar seguro. Según las
autoridades sanitarias, el distanciamiento social es la forma más eficaz
para reducir el número de contagios de COVID-19, que hasta el 24 de marzo
afectaba a más de 400 mil personas en más de 160 países. Sin embargo, este
confinamiento también está dejando en evidencia otra realidad: la de las
mujeres que sufren violencia y durante estos días tienen que estar
encerradas con su agresor.
ONU Mujeres alertó en un informe que en este contexto de
emergencia aumenta la violencia doméstica contra mujeres y niñas debido a
las tensiones en el hogar. En muchos casos, las mujeres no pueden salir o no
pueden llamar por teléfono de forma segura para alertar a las autoridades de
su situación. No obstante, la Secretaría de Salud Federal anunció el jueves
pasado que a través del número telefónico 911 se atenderá a las mujeres que
sufren violencia de género.
Pero, en un país donde 10 mujeres son asesinadas
diariamente se requiere de un plan de contingencia más enérgico para
controlar y minimizar estos riesgos desde un enfoque de derechos humanos. La
directora del Centro Nacional de Equidad de Género y Salud Reproductiva
invitó, también, a quienes sean testigos de abusos o de este tipo de
maltratos a reportarlo al número de emergencias a fin de asistir a las
familias afectadas. El análisis de la violencia debe partir de la base de
que se trata de un fenómeno predecible y, por lo tanto, prevenible.
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