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Día mundial
para la Prevención del Abuso Infantil
Cada 19 de
noviembre en todo el mundo se realizan actividades para visibilizar y
problematizar sobre diferentes tipos de abuso en las infancias.
18 de
noviembre 2020
El abuso
contra les niñes es probablemente una de las formas más crueles y repudiadas
de la violencia. Sin distinción de raza o género, alrededor del globo miles
de niños niñas y adolescentes son víctimas de actos violentos diarios,
siendo el ámbito de crianza el principal escenario donde los mismos se
reproducen.
A pesar de
los enormes avances que se produjeron en materia de derechos para las
infancias desde el año 1959 – cuando se firmó la Declaración Universal de
los Derechos del Niño – las crecientes desigualdades sociales y la ineficaz
intervención estatal en los ámbitos privados ponen de manifiesto un flagelo
que no muestra retroceso alguno, y que con la madurez del capitalismo asume
nuevas formas.
Las golpizas;
el abuso sexual; la hipersexualización de las infancias; el trabajo; la
falta de educación, salud y alimentación son solo algunos de los tipos de
violencia a los que millones de niñes alrededor del mundo están expuestos
todos los días.
En tanto, de
la mano del aumento y diversificación de la tecnología en los últimos años
tomaron relevancia nuevas formas de ataque tales como el acoso online
(grooming) o la multiplicación y distribución de pornografía infantil. Todas
ellas conforman un delito penado en la mayoría de los países.
Sin embargo,
las políticas punitivistas de los Estados distan de mostrarse eficaces a la
hora de tratar el abuso en las infancias. Según estimaciones de
la Organización Mundial de la Salud, 1 de cada 5 niñas y 1 de cada 13 niños
son abusados sexualmente antes de los 18 años y solo el 10% de los casos son
denunciados.
En tanto,
según UNICEF, cerca de 300 millones de niñes son víctimas de alguna
disciplina violenta y 1 de cada 4 menores de 5 años vive en un entorno donde
su madre es víctima de violencia de género. En ese marco, 1 de cada 4
cuidadores sostiene que el castigo físico es necesario para la crianza.
El mismo
organismo reveló que 151,6 millones de niños y niñas son víctimas del
trabajo infantil. Casi la mitad (72,5 millones) ejercen alguna de las peores
formas tales como esclavitud, trata, trabajo forzoso o reclutamiento para
conflictos armados. También estiman que alrededor de 150 millones de niños
sufren retraso del crecimiento producto de la hambruna.
Intervención
de los Estados
Solo 60
países adoptaron alguna legislación que prohíba totalmente el castigo
corporal contra los niños en el hogar y un número similar lo hizo respecto a
los ámbitos escolares. En ese marco es importante destacar que la Convención
de los Derechos del Niño, establece en su artículo 19 que es obligación del
Estado proteger a los niños de todas las formas de violencia y maltrato, que
hayan hecho padres, madres o cualquier otra persona dedicado a su cuidado.
Las cifras
son alarmantes y el acompañamiento estatal insuficiente. En la Agenda para
el Desarrollo Sostenible 2030 se hace un llamamiento para poner fin a la
violencia contra les niñes y adolescentes.
Según UNICEF,
“un paso crucial para lograr este imperativo universal es la movilización de
la voluntad política y la promoción de estrategias basadas en pruebas
empíricas para abordar múltiples factores que contribuyen a la violencia,
incluidas las normas sociales y culturales que condonan la violencia, la
legislación inadecuada, los servicios insuficientes para las víctimas y la
escases de inversiones en sistemas efectivos de prevención”.
En ese marco,
entre los mecanismos de prevención más efectivos y de mayor facilidad de
aplicación toma principal relevancia la educación. A pesar de la reticencia
de los Estados, la enseñanza contra la violencia machista debe comenzar en
las primeras etapas de la vida, mediante la educación de los niños y las
niñas que promueva las relaciones de respeto propio y la igualdad entre los
géneros.
En tanto,
especialistas en educación advierten que el primer paso para la
identificación de cualquier tipo de violencia en las infancias es la escucha
a las víctimas y la creencia en su relato.
De la mano de
la escucha está el habla. El diálogo con las infancias es crucial para
detectar qué necesidades atraviesan y cómo intervenir. En ese marco, le
adulte debe reconocer cuáles son sus propias limitaciones y buscar ayuda
profesional.
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