La protesta tiene lugar en la misma semana en que se
produjeron concentraciones racistas frente a un piso
de acogida
Carmen vive en San Blas y está preocupada con la
juventud del barrio. "Mi hija me dice que hay muchos
fachas. ¡Pero si somos obreros!", lamenta. La pareja
acudió esta tarde a la concentración en defensa de
los menores extranjeros acogidos en un bloque del
vecindario, después que una reyerta el martes entre
magrebíes y neonazis y
una
manifestación de ultraderecha el miércoles caldeasen
el ambiente. Unas 500 personas acudieron al acto de
desagravio, convocado por colectivos antifascistas
en el pequeño parque entre la calle Rusia y la
avenida de Guadalajara.
"Nos enfrentan
a los más débiles", critica Miguel, ingeniero de 56
años, 24 de ellos en San Blas, que no niega que
pueda haber algún problema puntual de convivencia,
pero cree que se saca de contexto por motivos
espurios. "Es doloroso cómo nos manipulan", se
queja. A su lado, Félix, gallego que llegó al barrio
en 2001, concuerda: "Quieren encender la chispa del
odio". Él acudió a la convocatoria para protestar
"contra el racismo".
"Fuera
fascistas de nuestros barrios" o "No pasarán",
coreaban los asistentes, la gran mayoría jóvenes,
mientras Carmen, funcionaria de un centro de salud,
deslizaba una posible explicación económica del auge
local de la extrema derecha. El área del ensanche,
donde se produjeron los altercados, es una zona de
construcción relativamente reciente, tras el
desalojo del poblado gitano en los 80. "Una vivienda
aquí puede costar 300.000 euros, y al otro lado de
la carretera de Vicálvaro, 70.000", apuntaba Pedro,
su marido. "Nuevos ricos", resumió.
En el bar
Europa, a la vuelta de la esquina, José Antonio se
presenta y dice que es vecino del bloque
conflictivo. "Estamos entre los unos y los otros",
se excusa. Él "no es racista" (dice que en el bar
trabajan sudamericanos), pero se queja de problemas
de civismo entre los jóvenes acogidos. Otros
parroquianos empiezan a hablar de intentos de robos.
En el exterior, María y Daniel, de 16 años, están en
uno de los vértices de la plaza, fumando a caladas
rápidas y observando a los presentes. "A mí me
parece mal esta manifestación", dice María, que ha
oído hablar de robos en el barrio. Daniel concuerda.
Otro amigo se queja de que los menores extranjeros
le piden cigarrillos y papel "de muy malos modos".
Un tercero dice que a su padre le intentaron robar.
Los coros a su lado continúan: "Ningún ser humano es
ilegal".
"La gente joven
no tiene aún la formación para tener criterio",
abundaba Carmen, que ha visto una relación directa
entre la pérdida de pudor de los neonazis y el
ascenso electoral de Vox. Miguel, el ingeniero,
vincula también el deterioro de los servicios
públicos y los problemas de convivencia, de que los
menores acogidos no tengan alternativas en cuanto
llegan a la mayoría de edad. También intenta aportar
contexto: "Hay gente con navaja y hay 'Rodrigos
Ratos".
La
manifestación se extendió durante una hora sin
incidentes y con fuerte presencia policial, con
agentes flanqueando los extremos del parque y
numerosos coches patrulla y furgonetas en espera. Al
término se leyó un manifiesto en que se advirtió de
que "los nenoazis pretenden hacerse pasar por
víctimas" y de que "el fascismo ha ido creciendo" en
San Blas. "Este siempre ha sido un barrio muy
tranquilo", incide Carmen. Félix, el gallego,
desdramatiza: "Esto es algo puntual".