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La soledad de los menores
La Tribuna
Ser menor de edad, estar solo y en un país extraño,
donde no hablas su idioma. ¿Se han llegado a preguntar qué deben pensar y
sentir esos niños? La desesperación
José Ibarrola
Las cifras son frías pero los datos nos dicen que el
14% de las personas que llegan a España son menores. Sólo en patera, lo
hicieron en 2017 un total de 2.177, cifra muy superior a la del año
anterior. Obviamente huyen de sus países de origen por la violencia o la
pobreza. Pero no todos los niños o niñas menores de edad que llegan a
nuestro país están contabilizados. Muchos dicen tener 18 años sólo para no
ser tutelados por la comunidad autónoma que los acoge y para poder quedar en
libertad y encontrar algún trabajillo de supervivencia. Los estudios afirman
que más del 70% han consensuado con su familia su partida hacia el mal
llamado 'primer mundo'.
La mayoría no quiere ni siquiera quedarse en España,
bien porque tienen algún familiar por Europa o porque piensan que en el
resto de Europa tendrán más posibilidades de trabajar o estudiar. Las niñas
suelen ser las que corren más riesgo, ya que las tratas de prostitución
trabajan activamente para captarlas, especialmente a las nigerianas,
mientras que los niños argelinos y marroquíes prefieren vivir en la calle.
Hay cifras espeluznantes. En los últimos años, más de
un centenar de menores pidieron asilo político ya que huían de zonas en
conflicto pero sólo lo consiguieron 31. Realmente penoso. Vergüenza nos
tendría que dar saber que hay estamentos de Naciones Unidas u organismos en
defensa de los derechos humanos que han acusado a España de «prácticas
invasivas y poco fiables» de determinar la edad de esos menores y de las
'deportaciones en caliente'. Eso significa que, por una parte, estos
chavales quedan desprotegidos y, a la vez, estamos colaborando a que su
futuro sea desolador.
«Las instituciones españolas están a cargo de unos
125.000 menores inmigrantes que llegaron al país sin sus familias. Pero una
vez que alcanzan la mayoría de edad, el Estado deja de ocuparse de ellos y
se ven obligados a enfrentarse solos a un futuro incierto», afirma un
estudio realizado en Francia por Radio France Internationale. Recientemente,
hemos podido ver y leer en diferentes medios de comunicación cómo miembros
de la extrema derecha han atacado centros en donde viven esos menores. Un
paso adelante para esa xenofobia y racismo que algunos quieren imponer.
El organismo de Naciones Unidas para la infancia,
Unicef, ya ha denunciado que las administraciones han pasado a habilitar
centros solo para menores extranjeros, donde faltan mediadores y psicólogos,
donde el cuidado de los niños se ha subcontratado, donde hay demoras en
tramitar su documentación, trabas para que estudien y trabajen y camas en
los suelos de los pasillos. «Se aprecian diferencias entre los chicos
marroquíes o argelinos y los subsaharianos. Los últimos han pasado por un
periplo más traumático, algunos huyen de guerras y crisis económicas y
políticas, pero tienen más adherencia a los proyectos educativos y de
integración. Los norteafricanos suelen venir sin un proyecto claro y con
expectativas muy a corto plazo que no se cumplen», afirma Carlos Chana de
Cruz Roja.
Pero Europa ni se inmuta, quizás deben pensar que en
Estados Unidos están igual o peor. El número de menores inmigrantes que se
encuentran detenidos en dicho país se ha disparado en el último año hasta
cifras sin precedentes. La causa no es un aumento de las llegadas de
menores, sino el propio Gobierno, que cada vez pone más trabas a que esos
menores salgan del sistema de detención. Y la cárcel no es el lugar donde
deben estar estos jóvenes. Los países de acogida, en lugar de detenerlos,
deberían escolarizarlos; en lugar de dar palizas, sería mejor que les
buscasen familias de acogida. Pero los centros de acogida están a rebosar y
la administración es incompetente. Todos hemos podido ver por televisión
imágenes impactantes en Estados Unidos. Niños separados de sus padres,
encarcelados, desesperados a la espera de que una ONG vaya a sacarles del
infierno. ¿Se han llegado a preguntar qué deben pensar y sentir esos niños?
La desesperación.
Y por si esto fuera poco, los jueces rechazaron en su
día la petición de la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU por sus
siglas en inglés) y de grupos defensores de los inmigrantes de que los
menores tienen derecho a contar con un abogado gratuito dentro del debido
proceso como lo prevé la Constitución. Y, por si esto fuera poco,
representantes de la administración Trump están siendo cuestionados por
miembros del Congreso sobre miles de quejas de abuso sexual contra menores
inmigrantes no acompañados.
En la otra punta del mundo nos encontramos con los
niños refugiados rohinyas. Representan el 25%. Se encuentran en situación de
emergencia. Sufren desamparo, desnutrición, enfermedades. No los olvidemos.
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