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Milagro
Nicolás, el bebé que venció a las estadísticas
El 14 de noviembre nació un bebé en Málaga dando
lugar a un hito médico. Él y su madre sobrevivieron gracias a la
coordinación de los sanitarios que les atendieron en el Clínico
marina fernández 03.02.2017

Janin, una malagueña de 29 años, tuvo una disección de aorta en la semana
32 de gestación que puso su vida en peligro.
El de Janin fue un embarazo deseado, sin vómitos ni
dolores. Perfecto desde el punto de vista clínico y de bienestar. Hasta que
en la semana 32, después de desayunar y mientras pensaba en su pequeño y en
todo lo que debía preparar para la llegada de Nicolás, que nacería a final
de año, se sintió sin fuerzas y con problemas para respirar.
Aquel lunes Janin sintió que se ahogaba, pero lo que
no sabía es que ese día el destino tenía preparado para ella un punto. Un
punto que pudo ser final pero que gracias a los médicos y enfermeros que la
atendieron fue aparte. Y todo, gracias al coraje de una mujer que fue madre
antes de serlo, no sólo porque Nicolás nació antes de tiempo, sino porque
mostró la entereza y la valentía que solo una madre es capaz de tener. Y
todo por su hijo.
Escuchó la palabra aorta. Luego disección. Urgencia.
Ambulancia. Hospital Clínico. Todas pronunciadas con cara de preocupación
por los médicos de un centro privado que determinaron que la gravedad de su
estado requería de la atención conjunta de un equipo de cirugía cardiaca,
anestesiología, neonatología y ginecología. Una atención integral en la que
ningún fleco quedara sin atar porque era un caso de vida o muerte. De dos
vidas o de dos muertes.
Todo resonaba en su cabeza con una especie de eco, y
ella solo podía pensar en que era demasiado pronto para que Nicolás naciera.
Había imaginado que el día del nacimiento de su primogénito sería diferente.
Pero el destino quiso que Janin se enfrentara a la muerte con dos corazones
que, aun latiendo a diferentes velocidades, lo hacían con ganas de vivir. Se
agarró a su vida y a la de su hijo para que hoy esta historia quede recogida
en los anales de la medicina malagueña como un caso excepcional, casi único,
pues en dos décadas en el Hospital Clínico sólo se ha dado en otra ocasión.
Ahora sostiene a su hijo con la gracia de una madre que sabe que tiene un
tesoro en sus manos. «Después de todo, es un milagro», confiesa, aunque sus
médicos prefieran denominarlo como un caso médico tratado y coordinado a la
perfección.
Saber que estuvo a punto de morir le llena los ojos
de lágrimas. Pero ella, en el fondo, llora porque ahora sabe que Nicolás
podía no haber sido, no podía haber nacido si le hubieran diagnosticado
antes de quedarse embarazada que padecía el síndrome de Marfan, una
enfermedad que pudo ocasionarles la muerte a ella y a su bebé. Esta tiene
origen genético y suele provocar alteraciones en los ojos, el esqueleto, el
corazón y los vasos sanguíneos y está causada por una alteración genética en
el cromosoma 15.
Para los profesionales del Hospital Clínico, el caso
de Janin Franco y su hijo es una muestra de la fortaleza de la sanidad
pública, de que la calidad no está reñida con que un servicio sea gratuito y
de libre acceso. Así lo admitía ayer el subdirector médico del Clínico, José
Cruz, que relataba cómo lo exitoso del caso fue fruto de la coordinación
entre unidades y los profesionales que durante 10 horas estuvieron en
quirófano dando lo mejor de sí para que Janin y Nicolás gocen del estado de
salud que hoy tienen. También lo recordaba ayer el jefe de los neonatólogos,
Enrique Salguero, que apuntaba al éxito del caso.

Un caso único, pues se da en
3 personas por cada 100.000 habitantes. La cirujana Gema Sánchez, que durante
esas largas horas estuvo junto a la futura madre, trabajó con ahínco estando
alerta por si se producía una rotura total de la aorta para actuar con rapidez y
evitar que Janin se desangrara. Una vez estuvo todo preparado, el ginecólogo
Rafael Martínez, acompañado por dos compañeros más, procedió a hacer una cesárea
a Janin y sacar a Nicolás. Pero el ambiente se tensó aún más en quirófano porque
se produjo una atonía del útero, lo que aumentó más el riesgo vital de la
paciente, que requirió después de una histerectomía.
A su lado, Raquel Hermida, la anestesióloga que veló
por que las constantes vitales de Janin no tuvieran dificultades a
consecuencia de la agresiva cirugía a la que estaba siendo sometida.
«Siempre intentamos que el paciente esté estable, pero en este caso más,
teníamos un componente añadido: todas las vidas valen, pero en este caso
había dos», señala.
La dificultad no sólo radicó en el trabajo con el
bisturí o en vencer a la estadística de que uno de cada dos pacientes con
disección aórtica no sale adelante. También lo fue de medios técnicos,
porque como contaba ayer el enfermero de Neonatología Manuel César, hubo que
aclimatar el quirófano de cirugía para el nacimiento de Nicolás, pues los de
ginecología están adaptados para la llegada de una nueva vida. Los de
cirugía solo para salvarlas.
Al otro lado del quirófano, la familia de Janin y su
marido, Miguel Ángel Sierra, experimentaba sensaciones a las que aún,
confiesa, no sabe poner nombre. Había nacido su hijo, pero a su mujer aún le
quedaban horas en quirófano a merced del buen trabajo de los sanitarios a
los que nunca dejarán de agradecer que les devolvieran la vida.
El jefe de sección de cirugía cardiaca, José María
Melero, quiso ayer recordar que el porcentaje de muerte de 50% quedó
sobradamente superado por el éxito de la intervención, «en un 200% porque
sobrevivieron los dos». El responsable de la unidad de críticos post
quirúrgica, Manuel Rubio, admitió que el impacto emocional de este caso era
aún mayor por lo que suponía, pero la fortaleza de Janin la sacó de la UCI
en sólo cuatro días y, al undécimo, se fue a casa.
A partir de ahora, los 14 de noviembre la familia
Sierra Franco celebrará por duplicado. El renacer de Janin y el cumpleaños
del pequeño Nicolás, el niño que no podía pero pudo ser.
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