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Los jóvenes monologuistas que usan el humor como terapia
Un grupo de educadores de Elche ha desarrollado un
taller para trabajar con adolescentes en riesgo de exclusión
Jaime Rubio Hancock
23 JUL 2018
“Voy a hacer un morólogo. Un monólogo de un moro español. A alguno le ha
explotado la cabeza”. Esto decía uno de los 13 cómicos menores de 18 años
que actuaron el pasado 21 de junio en La Cuna, un local de Elche. El
espectáculo de estos humoristas quizás no fue el que uno esperaría de unos
adolescentes. Trataron temas como el acoso escolar (“una vez tuve un amigo
imaginario y también me pegaba”), la pobreza (“dicen que en España tiran la
ropa casi sin usar. Lo único que yo encontré en los contenedores sin usar es
mi dignidad”) o el racismo (“los gitanos somos conocidos por cantar, bailar
y robar. Pero tranquilos, que yo no os voy a robar. Para eso están aquí mis
primos”).
José Joaquín Pérez (propietario de La Cuna),
Julián Martínez, Estefanía Torres, el cómico Caoz, Andrea Romero y Billy
Boix
Pero es que tampoco se trataba de una
actuación al uso. La III Muestra de Monólogos Junior es fruto del trabajo
que se hace en el taller “La comedia, un enfoque terapéutico”, del centro de
acogida de menores de formación especial de la Fundación Arcos del Castillo.
Los profesionales de este centro trabajan con chicos y chicas con autismo,
trastornos de la conducta, acoso, malos tratos, consumo de drogas y
discapacidades. La risa les ha ayudado a lidiar con temas muy difíciles y a
mejorar tanto su relación con los demás como su autoestima.
“Nuestras propias historias”
La iniciativa arrancó hace cuatro años,
cuando Julián Martínez, psicólogo y educador del centro, se hizo cargo del
taller de teatro. Enseguida vio que no era muy útil, ya que los jóvenes solo
permanecen allí entre tres y nueve meses. “Nunca se llegaba a representar
ninguna obra”, explica a Verne. Él ya era cómico amateur en la
asociación culturalMagma
Comedy, donde se imparten talleres de comedia, así que decidió probar
con el humor, partiendo de una premisa: “No vamos a copiar ni a contar
chistes, sino a escribir nuestras propias historias”.
Empezaron compartiendo “cosas que les
pasaban a todos”, pero poco después surgieron “temas personales” en los que
Martínez decidió profundizar. El humor ayudó a crear un espacio seguro que
les animó a contar cosas que hasta ese momento no habían explicado ni a sus
psicólogos y que a partir de entonces podían comenzar a tratar en terapia.
“No todos los temas que salen en el taller
acaban en el escenario”, aclara Martínez, que añade que “si vemos que un
chiste puede ser perjudicial para ellos, no les dejamos hacerlo. Pero sí es
bonito que surja y que se pueda trabajar aparte”.
Martínez menciona el caso de una
adolescente que había sido víctima de agresión sexual y que llevaba dos años
acudiendo a un centro especializado sin haber logrado hablar con su
psicólogo. Hasta que compartió con él un apunte humorístico sobre lo que le
había ocurrido. “Me preguntó si podíamos incluir ese comentario en el que,
de una manera irónica, estaba hablando de lo que le había pasado”. A partir
de ahí pudieron comenzar a ayudarla en terapia personalizada.
Otro caso que recuerda es el de una niña
cuya madre se la llevó a la otra punta del país cuando era muy pequeña y sin
tener la custodia: “Mi madre lo llamó mudanza, yo lo llamé secuestro”, dijo
la niña. Martínez apunta que no solo es un chiste, “sino que muestra que se
daba cuenta de la gravedad de lo que pasó”.
“El humor no es la solución, pero ayuda”
Martínez no está solo en este proyecto,
sino que lo ha desarrollado junto a otros dos integrantes de Magma Comedy:
la educadora Estefanía Torres y el psicólogo José Antonio Martínez, que se
encargan de la parte pedagógica y la científica.
También han contado con el apoyo de cómicos
profesionales, como Raúl Massana, Denny Horror e Ignatius Farray, que
se llevó a Julián y a José Antonio a La vida moderna. Muchos
actúan desinteresadamente en estos espectáculos: el día 21 estuvieron con
ellos Fran Fernández, Diego El Notario y Carlos Ortiz Caoz.
Julián Martínez subraya que el objetivo de
esta iniciativa “no es hacer cómicos, sino hacer terapia” y “llevar la
comedia a la vida cotidiana para ayudar a salir mejor de los problemas. No
es la solución, y menos en casos tan graves, pero sí ayuda”.
Como también ayuda subir al escenario. “Son
chicos con una falta de atención grandísima. Los padres de muchos de ellos
ni siquiera los llaman”. Estos jóvenes están invisibilizados y cuando
alguien les presta atención, suele ser para mal. Pero cuando salen a actuar,
la atención del público se centra en ellos y sus chistes se reciben con
risas y aplausos. Durante unos minutos son los protagonistas.
Esta respuesta positiva ha sido una de las
claves del éxito de la iniciativa. Aunque todos participan escribiendo, no
están obligados a salir al escenario. Pero incluso quienes no salen a actuar
ven la reacción al texto que han escrito y que interpreta un compañero.
Martínez cuenta que a la primera velada solo fue uno de los alumnos. En la
más reciente participaron 13 de los 18.
Y algunos siguen incluso después de dejar
el centro. Andrea Romero Vicente, de 18 años, es una de las tres que
continúa ligada a Magma Comedy. El pasado día 21 hizo un monólogo en el que
habló de su síndrome de Tourette, que se caracteriza por los tics y, en
algunos casos, por no poder contener expresiones malsonantes, entre otros
síntomas asociados.
Cuando llegó al centro lo pasó muy mal,
explica, pero poder contar sus cosas y hacerlo en este tono de humor le
ayudó. “En el centro nos currábamos mucho los textos entre todos con Julián
y al final iban saliendo cosas poco a poco”.
Es una forma de hablar de ella, en
definitiva, y le resulta más fácil hacerlo frente a un público de
desconocidos: “Esto del síndrome de Tourette no se lo cuento a casi nadie.
Lo sabe muy poca gente, aparte de mi familia y algunos de mis amigos”.
Andrea Romero aún no tiene claro si se quiere dedicar a la comedia, pero no
duda al nombrar su cómico favorito: Dani Rovira.
Andrea Vicente durante su actuación Cedida por
Magma Comedy
“Si te puedes reír de algo, puedes superarlo”
El éxito de la iniciativa ha llevado a que
se interese la Generalitat valenciana, que quiere aplicar la técnica de los
talleres en centros hospitalarios y educativos. Además, están recibiendo
peticiones de formación para implantarlo en otros centros.
Y eso a pesar de que al principio la
administración veía la iniciativa con muchas precauciones, como recuerda
Alfonso Juárez, director del centro donde trabaja Martínez. Costó que vieran
los beneficios, explica, sobre todo el hecho de que podían “hablar de sus
problemas” y “compartir experiencias. No solo ayuda a hablar con el
psicólogo, añade, sino “entre ellos mismos. Aprenden a escucharse, a
reconocerse”.
José Antonio Martínez, hermano de Julián y
psicólogo, explica que el humor ayuda a tomar distancia emocional, dando
“una visión más tranquila y más serena”. Y añade: “Si te puedes reír de
algo, puedes superarlo. Eso no quiere decir que lo vayas a superar, pero sí
que se puede”.
Este mecanismo beneficioso es especialmente
importante en chicos tan jóvenes como los que participan en este proyecto:
“Si conseguimos activar conexiones útiles, estas se pueden mantener a largo
plazo. Con los adultos cuesta más porque el cerebro ya no es tan plástico”.
El taller tiene muchas aplicaciones, tanto
terapéuticas como educativas y sociales. Estefanía Torres ya pudo aplicar lo
desarrollado el curso pasado en el IES Joanot Martorell de Elche, donde
estuvo a cargo de un grupo con necesidades especiales por discapacidad
intelectual de entre 16 y 21 años.
“Salieron temas muy complicados. Hablaban
de que se sentían diferentes, de que la gente no les trataba bien…”. Y,
además, aprendieron: el taller le sirvió a Torres para enseñar comprensión
lectora, expresión escrita y oral, vocabulario… “El área de lengua se
trabaja completa”.
Estos temas surgieron “con ironía y con
humor” en la feria de talentos del instituto, en el que participaron dos de
las alumnas con el texto escrito en clase. Pero Torres señala que lo más
importante fue que durante todo el curso contaron “con un entorno seguro en
el que podían hablar y compartir experiencias”, con la red de seguridad que
proporciona el humor. Muchos se sintieron por primera vez parte de un grupo.
Julián Martínez acompañado de los tres cómicos que
actuaron de forma desinteresada tras los cómicos jóvenes: Fran Fernández,
Diego el Notario y Carlos Ortiz Caoz
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