https://elpais.com/sociedad/2019/09/07/actualidad/1567883413_452359.html
El
País
Los cascos a todo volumen perjudican para siempre su audición
El 50%
de los jóvenes entre 12 y 35 años, más de 1.000 millones de personas,
corren el riesgo de sufrir daños auditivos sin ser conscientes del peligro
Una joven se desplaza en metro al
trabajo. Entre sus manos, un móvil reproduce su playlist favorita por
los auriculares. El vagón se llena de gente y ella sube el volumen para ahogar
el ruido. Entonces la música se desparrama por el vagón y retumba en su oído
interno, produciendo un daño irreversible del que no se percata. Ella
representa al “oyente medio” de los dispositivos reproductores de música,
según el
último análisis de la Organización Mundial de la Salud (OMS): una persona
acostumbrada a escuchar sonido por los auriculares entre 75 y 100 decibelios
de volumen. Esta práctica se ha convertido en un problema global de salud
pública, alertan los expertos, porque a partir de los 80 decibelios, es
peligroso.
Según la OMS, aproximadamente el
50% de los jóvenes (entre 12 y 35 años) corre el riesgo de perder audición por
sus hábitos de escucha con cascos y auriculares: algo más de 1.000 millones de
personas, sobre todo de países desarrollados. Además, aproximadamente el 40%
se expone a ruidos demasiado altos en locales de ocio como bares y discotecas.
A menos que se implementen políticas de salud pública eficaces, la entidad
estima que una de cada diez personas sufrirá pérdida de audición
discapacitante para el año 2050, el doble que ahora.
Los sonidos fuertes pueden
producir sordera o pérdida de audición porque dañan células especializadas de
la cóclea, una parte muy sensible del oído interno. “Cada uno nacemos con
entre 20.000 y 30.000 células receptoras del sonido, y con esas tenemos que
vivir toda la vida”, explica Isabel Varela-Nieto, experta en neurobiología de
la audición del Instituto
Alberto Sols (CSIC-UAM) y jefa de grupo del Ciberer, dedicado a
enfermedades raras.
Cuanto más alto esté el volumen y
mayor sea la duración del sonido, peor será el deterioro. Por eso, los
expertos instan a limitar tanto la intensidad como el tiempo de escucha.
“Quien oye 15 minutos de música a 100 decibelios por un reproductor personal
sufre una exposición similar a la de un trabajador industrial que escucha 85
decibelios durante una jornada de ocho horas”, explica el documento de la OMS.
En febrero, la misma organización emitió junto a la Unión Internacional de
Telecomunicaciones nuevas directrices para los fabricantes de reproductores de
música, diseñadas para proteger a los usuarios.
“Recomendamos incorporar funciones
en los móviles y dispositivos que informen al usuario sobre los decibelios que
está escuchando y cuánto sonido ha consumido en el día y la semana”, explica
Shelly Chadha, otorrinolaringóloga y responsable del programa de la OMS para
la prevención de sordera y pérdida de audición. “La gente podrá saber cuánto
escucha para controlar a lo que se expone”. También proponen incorporar
funciones de seguridad automáticas, como un reductor de volumen que se active
cuando se haya superado el margen recomendado de exposición.
Existe, sin embargo, un problema
de percepción de riesgo: los oyentes de música a menudo no son conscientes del
peligro. “Cuando alguien no oye ciertas frecuencias, no las oye y punto”.
Pueden tardar hasta que se dan cuenta, apunta Varela-Nieto.
El doctor Luis Lassaletta, jefe
del servicio de otorrinolaringología del Hospital Universitario La Paz, vive
esta realidad en la clínica: “Cuando la gente joven viene a consulta es porque
han ido a una discoteca o concierto y oyen un pitido que viene y se va, no
repercute en la prueba de audiometría”. Estos incidentes aislados y
reversibles dan una falsa sensación de seguridad, pero deberían ser “un signo
de alarma”, dice Lassaletta. Si se repite esa exposición, suele tener
repercusiones a largo plazo.
Protección y prevención
Los análisis epidemiológicos son
escasos y no encuentran fuertes correlaciones entre la pérdida de audición en
jóvenes y su exposición a la música fuerte. Es porque los síntomas pueden
tardar en aparecer y porque la pérdida de audición depende de otros factores,
como la genética. Los expertos coinciden en que el riesgo es real y va en
aumento. “La edad media de la presbiacusia —pérdida de audición asociada al
envejecimiento— se está adelantando a pasos agigantados”, dice Varela-Nieto.
“Lo que antes empezaba con 60 o 65 años, ahora empieza con 50 o 55. Y quedarse
sordo disminuye la calidad de vida”.
Para protegerse hay opciones.
Varios expertos citan la regla de 60-60: no escuchar música con auriculares
durante más de una hora a volúmenes que superan el 60% —los reproductores
suelen alcanzar en torno a 105 decibelios—, aunque esto es fácil de cumplir en
casa y en sitios tranquilos, pero no en ambientes ruidosos. En estas
situaciones, Chadha recomienda cascos con cancelación de ruido. Aunque los
auriculares que se introducen en el oído no son intrínsecamente peores para la
salud auditiva que los cascos, sí proporcionan menor aislamiento acústico, y
por eso los desaconseja.
En locales de ocio y eventos
ruidosos, la recomendación es usar tapones de oídos. Los convencionales, de
cera o de silicona, dificultan la comunicación porque bloquean sobre todo las
frecuencias altas, pero existen otros, asegura Jorge Marcos, un percusionista
de 23 años y estudiante de máster en Tecnologías del Sonido de la Universidad
Pompeu Fabra. Él acude a conciertos y bares con tapones reutilizables “de alta
fidelidad”, que atenúan todas las frecuencias. “Bajan el volumen del entorno y
oyes un cuarto del sonido original”, dice Marcos. “Cuestan unos 15 euros en
Internet, se pueden lavar y me parece una buena inversión”. Y añade: “Estamos
acostumbrados a comprar crema solar; esto es otra forma de proteger nuestra
salud”.