Por ello, el informe concluye en la
necesidad de reformas urgentes y radicales para detener e
invertir la erosión de nuestros bienes naturales, y establece las formas en
que debemos tener en cuenta la naturaleza en la economía y la toma de
decisiones.
En este sentido, Dasgupta recuerda la importancia que
tiene el impacto de nuestras interacciones con la naturaleza en todos los
niveles de la sociedad. Así, pone como ejemplo la actual pandemia: «Los
efectos devastadores del COVID-19 y de otras enfermedades infecciosas
emergentes –de las que el cambio en el uso de la tierra y la explotación de
las especies son los principales impulsores– podrían ser solo la
punta del iceberg si seguimos por el camino actual».
Según sus conclusiones, el producto nacional bruto (PNB)
mundial per cápita se ha duplicado desde 1992, pero el ‘capital
natural’, es decir, la estimación de los beneficios derivados de
los servicios ofrecidos por la naturaleza, ha caído un 40% per cápita entre
1992 y 2014. «La naturaleza es nuestro hogar. La buena economía exige que la
gestionemos mejor», pide Partha Dasgupta.
Para el naturalista David Attenborough, encargado del
prólogo, «este informe completo e inmensamente importante nos muestra
cómo al enfrentarnos a la economía y la ecología podemos ayudar a
salvar el mundo natural y, al hacerlo, salvarnos a nosotros mismos». También
se ha manifestado el primer ministro, Boris Jonhson: «Como coanfitriones de
la COP 26 y presidente del G7 de este año, vamos a asegurarnos de que el
mundo natural se mantenga en la cima de la agenda global».
El estudio apunta que invertir estas tendencias exige
actuar ahora y que hacerlo ya ayudaría a alcanzar objetivos sociales más
amplios, como
abordar el cambio climático y aliviar la pobreza. Esto implica un cambio
de paradigma: repensar radicalmente nuestra forma de pensar, actuar
y medir el éxito económico, por ejemplo, dejando de lado el PIB
como referencia de prosperidad y asegurándonos de que la naturaleza sea el
centro de nuestra toma de decisiones económicas.