Pilar
Estébanez
Presidenta de
la Sociedad Española de Medicina Humanitaria
La gestión de los gobiernos de España y de la
Comunidad de Madrid en lo relativo a la Enfermedad por
Virus Ébola, cuyo primer caso contagiado en Europa
acaba de darse en nuestro país, sólo se puede
calificar como desastrosa, por la cadena de
despropósitos, malas decisiones y peor gestión que se
han tomado y que continúan a día de hoy.
Improvisación
En primer lugar se tomó la decisión, precipitada, de
repatriar a los dos religiosos enfermos sin haber
preparado convenientemente los protocolos de
actuación, a pesar de que hubo suficiente tiempo para
hacerlo, ya que desde aquellos países se venía
advirtiendo de las dimensiones que tomaba la epidemia,
así como que había muchos españoles trabajando en la
zona siendo, por tanto, susceptibles de enfermar.
Además, se tenía que haber evaluado el nivel de
respuesta para atender esta enfermedad de los
hospitales españoles en la actualidad. Haber actuado
en el terreno posiblemente hubiera sido la decisión
más correcta, sobre todo, y dado el alto coste que ha
supuesto las repatriaciones, porque se podía haber
atendido a muchas personas junto con los españoles que
fueron, finalmente, repatriados.
Discriminación
Ondear la bandera del humanitarismo para justificar la
acción de trasladar solamente a los dos enfermos con
nacionalidad española es del todo miserable. El
humanitarismo no entiende de patrias ni ciudadanías
por definición propia. Y en este caso, paradojas del
destino, se ha tratado ahora a la paciente infectada
con el suero de la hermana Paciencia, a la que se dejó
abandonada a su suerte en un hospital africano, a
pesar de formar parte del equipo del Padre Pajares,
que pidió su repatriación.
Recortes en Sanidad
En tercer lugar, se decidió aislar a los enfermos en
un centro -el Hospital Carlos III- que fue una
institución sanitaria reconocida internacionalmente,
especializada en el Control de Enfermedades
Infecciosas, Tropicales y causadas por Virus
Emergentes. En los últimos años y debido a los
recortes aplicados de forma inmisericorde por el
Gobierno de la Comunidad de Madrid a la Sanidad
Pública, que implicaron despidos y traslados de sus
profesionales, su nivel de respuesta a este tipo de
enfermedades se ha visto muy mermada y, agravando la
situación, en el último año se decidió reconvertirlo
en un centro de atención sanitaria normalizada sin
especialización en Enfermedades Infecciosas.
Falta de formación
No se ofreció formación suficiente al personal que iba
a ocuparse de los enfermos, tal y como están
denunciando los sindicatos y asociaciones
profesionales. El entrenamiento imprescindible para
los profesionales sanitarios no ha sido desarrollado
como se debía, y de la misma forma tampoco se les
formó de manera adecuada sobre una enfermedad hasta
ahora desconocida en nuestro país. Una buena formación
debe de incluir los conocimientos suficientes para que
los profesionales evalúen sus riesgos y actúen de
forma adecuada ante cada situación que enfrenten,
capacitándolos para trabajar con seguridad, tanto para
ellos como para los pacientes. La actuación de las
autoridades sanitarias ha sido claramente negligente
en este campo.
Falta de equipamiento
En quinto lugar, no se ha
contado con el material apropiado pues se utilizó ropa
con un nivel de protección no adecuado. Como se ha
conocido, los trajes eran del llamado “nivel 2 de
seguridad” y no del 4, que hubiera sido lo óptimo.
Esto significa que no eran absolutamente impermeables
ni contaban con respirador independiente, lo que es
recomendable para estos casos tal y como lo determina
la OMS.
Protocolo fallido
Han fallado los protocolos o su
cumplimiento. No parece sensato que una trabajadora
que ha estado en contacto con los enfermos y debuta
con fiebre no sea inmediatamente aislada y puesta en
observación, pasando seis días con síntomas sin que se
le practicara una prueba diagnóstica a pesar de
haberse puesto en contacto con la sección de riesgos
laborales del propio Hospital Carlos III. Se trata de
una negligencia grave que ha puesto en riesgo la vida
de la trabajadora y del resto de trabajadores del
hospital.
Más actuaciones
negligentes
Se ha tardado demasiado en
localizar a las personas que pudieran haber estado en
contacto con la trabajadora infectada. Esto nos lleva
a preguntarnos si el control sobre el resto del
personal en contacto con los enfermos ha sido igual de
negligente.
Cero responsables
En octavo lugar, la ministra de
Sanidad, como en otras ocasiones, pretende escurrir el
bulto. En la rueda de prensa no contestó a ninguna de
las preguntas que se le formularon por lo que resulta
muy posible que su comparecencia ante el Congreso de
los Diputados no sirva para nada. No ofreció datos
tranquilizadores, sino todo lo contrario: dio imagen
de descontrol, desconocimiento e ineptitud.
Culpabilizar a la
enferma
El ataque desmedido y torticero
a la auxiliar de enfermería Teresa Romero, la
paciente, señalándola como única causante del posible
brote de ébola, incluso acusándola de haber mentido
como ha hecho de forma lamentable el Consejero de
Sanidad de la Comunidad de Madrid, es indigno incluso
para estos gobiernos, más preocupados por eludir
responsabilidades que por garantizar la salud de los
ciudadanos.
Cooperación
En este mundo globalizado los virus tampoco entienden
de fronteras, sobre todo si viajan en avión y nadie
les para en las fronteras, como sí hacen, y con tanta
dedicación, con los inmigrantes que proceden de los
mismos países. El brutal recorte en cooperación
internacional e investigación llevado a cabo por el
gobierno español en los últimos años es una muestra
más del cortoplacismo que marca el camino de la gran
mayoría de los gobiernos europeos y que acabaremos
pagando todos. España ha reducido entre 2009 y 2012 en
1.400 millones de dólares la ayuda a África que se
gestiona cada año, y que, mayoritariamente, se
destinaba a proyectos relacionados con la salud.
Tampoco ha respondido, como correspondía, a la llamada
internacional efectuada por la Organización Mundial de
la Salud para apoyar la lucha contra el ébola. Esta
ayuda es necesaria también para reforzar los sistemas
de salud de los países afectados, que es vital para
frenar la extensión de la epidemia. Sin esas ayudas no
será posible luchar con éxito contra esta epidemia que
ha terminado ya con la vida de más de tres mil
personas, y cuyas macabras previsiones para los
próximos meses se cifran en más de veinte mil
fallecidos.