Nada de paredes blancas y
frías. Aquí los goteros ni se ven. Los niños que entran por la puerta del
Hospital de Día del Materno Infantil de A Coruña vuelan como supermán para
atravesar la barrera de la imaginación y entrar en un mundo de superhéroes que
campan a sus anchas por paredes y puertas y transforman con sus poderes hasta el
más mínimo detalle. La idea que surgió de la Fundación
María José Jove, dentro de la línea de actuación que pretende minimizar el
impacto que la hospitalización produce en los niños se hizo realidad gracias al
talento imaginativo del colectivo No Importa Taller Creativo. «Se nos ocurrió
desde el primer día hacer como una historia, un cuento, para que el personal del
hospital participase también en este cuento», cuentan Inés, Irene y Óscar, que
empezaron con el proyecto hace dos años y este año lo han ampliado a la zona de
escolares y lactantes. «Tratamos de camuflar de alguna forma las máquinas,
explican, porque entendíamos que para los niños era lo más agresivo, que
imponían mucho. Ahora cuando entran en el Hospital de Día a recibir un
tratamiento es como si entraran en una fábrica de superhéroes y les ponen, en
vez de medicina, superoxígeno y superpoderes... nuestra idea era jugar un poco
con eso y que los médicos y enfermeras pudieran también contar una historia».
Entrar en esta unidad es casi como viajar a un
universo paralelo donde supermán, Batman y otros muchos personajes
fantásticos viven en las paredes, las máquinas parecen sacadas de una
nave espacial y hasta las estrellitas del videojuego de Mario Bros se
posan en las camas. «Los dibujos la primera fase los hicimos entre
todos, explica Óscar, y los de la segunda fase son cosa de Irene, que
es ilustradora profesional. Primero se dibujan, se hacen unos bocetos
que luego se escanean y después, digitalmente, se colorean y se
retocan. Hay una parte que está más pixelada para dar un aspecto más
de juego de consola». «En la parte nueva, describe Irene, queríamos
continuar con la idea de que haya un súper mundo, pero esta vez
submarino, aunque esta vez cambiamos un poco y lo hicimos todo más
suave y más redondito, pensando en los más pequeños. Cargamos menos la
zona para que sea una cosa más limpia y más tranquila, es algo más
relajado, con más colores pastel».
La transformación dejó a todos con la boca
abierta, también al personal. Lorena Souto, supervisora de Lactantes y
del Hospital de Día pediátrico, explica cómo el proyecto transformó en
cierto modo el hospital: «lo primero que hicimos fue el hospital de
día, que fue una unidad nueva, y tuvo tanto éxito que después nos
planteamos que por qué solo una unidad y el resto de la tercera no, si
los niños están en la tercera, en la segunda y en todas partes en el
hospital... y fue cuando tuvimos la idea de continuar y solicitar la
decoración de toda la tercera».
El cambio fue tan impactante que, al principio
incluso les costó acostumbrarse. «Pasamos de nada a todo -recuerda
Lorena- y el primer día que vimos el Hospital de Día, cuando llegaron
y pusieron vinilos por todas partes, nosotros bromeábamos y decíamos:
'¡si nos descuidamos nos plantan uno en la frente!' A mí la verdad es
que me impactó y me resultó chocante porque veía demasiada pegatina,
sin embargo, después lo que me sorprendió fue la reacción de los
niños. Ellos estaban encantados, todo eran llamadas de atención,
parecía todo menos un hospital... y precisamente de eso se trata, de
que no parezca un hospital».
Los niños parecen a gusto en esta unidad.
Aunque hoy no hay muchos pacientes, un pequeñajo en pijama corretea
por la sala contento y cuando la enfermera le llama por su nombre abre
los ojos y con cara de pillo pregunta «¿pero no me vas a pinchar?».
«Ellos lo viven como cuando entras en un sitio de bolas y está todo
decorado, no tiene el aspecto frío del hospital -prosigue Lorena-. Los
niños a lo que le acaban teniendo fobia es a las batas blancas y los
pijamas blancos... es lo que rechazan, y esto es una forma de
humanizar el espacio. No es lo mismo llegar aquí que entrar en una
consulta fría, donde no tienes ningún elemento que te haga sentir en
un ambiente infantil, que lo haga más acogedor». Claro que, como en
todos los hospitales, el papel del personal es fundamental, y aquí la
gente se implica hasta el tuétano. «Cuando llegas al hospital de día
las enfermeras lo primero que te dicen es '¡Bienvenidos a la fábrica
de superhéroes!', entonces los niños ya ven superhéroes por todas
partes (tuneados, porque tienen también una vía canalizada), les
empiezan a contar que los superpoderes les vienen con las fórmulas
mágicas... y se creen el cuento totalmente».
Una dosis de imaginación es, en este caso, la
mejor medicina para los más pequeños, que tienen una capacidad de
adaptación sorprendente y que también aportan su creatividad al
proyecto. «Tenemos una parte en la unidad que llamamos el photocall,
en donde tenemos unos marcos para que los niños cuelguen sus propios
dibujos, y tiene muchísimo éxito». Además, la gran pared de pladur que
separa la unidad de la nueva zona de oncología infantil que está en
proyecto se ha convertido en un muro lleno de pintadas donde los más
pequeños se expresan con total libertad. Y les encanta. Ya lo dice la
ilustradora: «una pared blanca es una maravilla para un niño».