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Maltrato infantil: Los hijos no son «propiedad» de
los padres
Escrito por Alina M. Lotti/CubaSí)
Miércoles, 24 Enero 2018
La causa principal de los malos tratos a los niños es que la familia
desconoce que existen métodos educativos saludables, según la psiquiatra
infantil Grisell Crespo Carro.
Fotos: De la autora
Situaciones con las cuales en alguna ocasión nos hemos tropezado en plena calle
o conocido en nuestros propios barrios nos reafirman que estamos en presencia de
un fenómeno que —por diversas causas— resulta invisible y silenciado: el
maltrato infantil.
En nuestro país tal manifestación tiene matices totalmente diferentes a los de
otras regiones del mundo; no obstante, hay una mirada científica y de permanente
atención multidisciplinaria.
Con el objetivo de sensibilizar y conocer más acerca del tema, CubaSí conversó
con Grisell Crespo Carro, médico psiquiatra infantil, especialista en trabajo
comunitario del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), quien por más de
veinte años se ha dedicado a su estudio y prevención.
Grisell Crespo Carro, médico psiquiatra
infantil, especialista en trabajo comunitario del Centro Nacional de Educación
Sexual (Cenesex).¿Por qué se dice que es un fenómeno silenciado e invisibilizado?
«Entre otras cosas, porque se considera que los padres y las madres tienen todo
el derecho sobre los hijos; creen que sus descendientes son de su “propiedad” y,
por lo tanto, “puedo hacer con ellos lo que quiera”.
«Entonces muchas veces identifican los malos tratos con métodos educativos que
tienen la “buena” intención de disciplinar a los pequeños, pero terminan
quebrantando sus derechos y hasta dañándolos física o emocionalmente».
¿Cómo ve el fenómeno en la Cuba de hoy?
«Yo no diría que aumenta, creo que es más visible porque las personas están más
sensibilizadas en relación con la violencia. Cuando yo empecé a estudiar el
fenómeno, hablar de violencia contra la mujer o contra los niños era casi un
oprobio. La sociedad cubana no daba cabida a este fenómeno porque es justa y los
derechos de todos son respetados.
«Sin embargo, desde los tiempos bíblicos han ocurrido situaciones de violencia
contra los niños, incluso hasta hechos de sacrificio por parte de los padres,
como una manera de ofrendar a Dios, y así ha ocurrido en otras culturas. En
África, por ejemplo, se mutila el clítoris de las niñas.
«En Cuba siempre existió de alguna u otra manera, pero no se hablaba de eso. En
el transcurso de los últimos veinte años, al ser más visible la violencia contra
las mujeres, también ha sido más evidente la violencia infantil, sobre todo en
el contexto de lo intrafamiliar, aunque también vemos casos de bullying y,
de manera particular, el homofóbico».
¿Qué hacer?
«A partir de todas estas inquietudes, hace muchos años empezamos a realizar
investigaciones. Al no contar con estadísticas generales, entonces realizamos
estudios en las comunidades para tener una visión más científica de la
problemática.
«En la consulta de psiquiatría infantil que yo daba en un centro de salud mental
de la capital comencé investigando la incidencia de los pacientes que venían por
una cuestión determinada (ya sea déficit de atención y otras enfermedades
psiquiátricas) y después identificaba que eran víctimas de malos tratos.
«A partir de ahí empezamos a desarrollar una estrategia de trabajo comunitario
encaminado a sensibilizar a la población adulta: padres, madres, maestros,
trabajadores sociales, y lo iniciamos con los propios trabajadores del sector de
la salud (médicos, psicólogos, psiquiatras), pues en aquel momento este personal
no sabía qué hacer ante un niño abusado y cómo orientar a la familia. Hoy ya no
es así: se imparten cursos de capacitación y el Ministerio de Salud Pública ha
dedicado un diplomado al tema.
«Desde mi punto de vista, y del equipo de investigadores que trabajan conmigo,
la causa principal de los malos tratos a los niños es que los padres no conocen
que existen métodos educativos saludables y pautas de crianza más potenciadoras
y, muchas veces, por el poder que tienen ante los hijos incurren en algún
maltrato.
«Cuando trabajamos con grupos de madres y padres, comprendemos que ellos
reconocen bien los malos tratos, los nombran y ponen ejemplos. Sin embargo, el
asunto está en que tras la pauta distorsionada de crianza, no los identifican. O
sea, yo le grito a mi hijo una ofensa porque no sabe hacer la tarea; le digo “no
eres bueno para nada” o “eres el más bruto de todos tus hermanos”, y no
reconozco que ahí hay un maltrato. Sin embargo, sé que existe un tipo de
maltrato que se llama violencia psicológica. Por ahí va el problema».
¿Pudiera mencionarme algunas de esas pautas?
«Es importante respetar el espacio de los niños desde la más temprana edad en
aras de que aprendan a crear, a conocerse a sí mismos, para que fomenten su
independencia. Los adultos no deben intervenir de manera directa, aunque, de
acuerdo a la edad de los hijos, pueden supervisar lo que hacen.
«De todas estas pautas, yo diría que la de los límites es la más importante. Se
trata de las normas que ponemos para ubicar los lugares de cada cual en la
familia: “esto es lo que puede hacer un niño de tres años, esto es lo que me
corresponde como madre”. No es lo mismo realizar una actividad a una edad o a
otra. Por ejemplo, jugar en el parque no es igual a los cinco que a los 16 años.
Y esos límites hay que dejarlos muy claros, pues cuando eso no es así, entonces
los pequeños caen en la desobediencia y ahí son castigados y maltratados.
«Un maltrato que no se identifica es la sobreprotección, en tanto impide que el
niño desarrolle su propia autonomía. No desarrolla habilidades para luego actuar
por sí solo, y eso impide que madure».
¿Qué opinión tiene sobre el castigo?
«El justo, el que se realiza de manera correcta, con el respeto que merece el
niño, resulta educativo, pero me parece injusto el que no es proporcional a lo
que se ha hecho. Eso también es una manifestación de maltrato.
«Muchas veces castigamos porque no hemos sido capaces de dejar establecidos los
límites y los niños, simplemente, buscan su lugar y eso los adultos lo
consideran como una desobediencia».
Me preocupa el ámbito escolar. Hoy en día hay maestros muy jóvenes que
no están preparados.
«Los docentes tienen una formación teórica, conocen los derechos de los niños,
pero a la hora de aplicarlos todavía tenemos dificultades. La labor principal
debe estar en la promoción de lo que es la cultura de paz; enseñarle al maestro
cuál es su lugar y la función que le corresponde en la educación que es
diferente a la que debe llevar a cabo la familia».
Seguramente le ha ocurrido que en la calle ha presenciado alguna escena
de padre o madre maltratadores. Entonces, ¿qué ha hecho?
«La mayor parte de las veces me dirijo a los padres y no los critico por lo mal
hecho, sino que los convoco a visitar espacios para que aprendan cómo educar
mejor a sus hijos. He intervenido con respeto, pues de otra manera también
estaría vulnerando el derecho de otras personas en lugares que no son los
apropiados».
¿Qué consejos pudiera brindar a las familias?
«Lo principal es conocer a los hijos, aprender a respetar sus derechos, dar a
los niños el lugar que les corresponde para que estén en condiciones de
potenciar su desarrollo, crecer haciendo uso de sus derechos y tener un disfrute
pleno como ser humano, incluida su sexualidad. Si todo eso lo tenemos en cuenta,
estaremos en condiciones de ejercer mejor el rol de padres».
Junto a Ana María Cano, también
investigadora del Cenesex.
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