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CRÓNICA
Los doce días de angustia del 'caso Gabriel'
El menor se despidió de su abuela con un beso a las
cuatro menos veinte de la tarde, salió por la puerta y enfiló el camino de
tierra que separa una casa y otra
A las ocho de la tarde, ya de noche, el padre del
menor interpuso una denuncia por desaparición en el puesto principal de la
Guardia Civil de Níjar
Cuatro días después, el hallazgo de una camiseta dio
un vuelco al caso y las pesquisas se centraron especialmente en Ana Julia,
la persona que la encontró
Rosa Ortiz
11/03/2018
Concentración en memoria de Gabriel Cruz
"Abu, que me voy a casa de la tía Rosita, a jugar con
la prima". "Bueno, pero para las cinco te vienes, que tienes que merendar".
Esta fue la última conversación que mantuvo Gabriel Cruz Ramírez, el niño de
8 años cuyo
cadáver ha aparecido este domingo. Fue con su abuela, poco antes de
salir de casa y desaparecer. Ocurrió el miércoles 27 de febrero al filo de
las cuatro menos veinte de la tarde.
El menor se despidió con un beso, salió por la puerta
vestido con una sudadera roja y un pantalón de chándal y enfiló el camino de
tierra que separa una casa y otra, apenas cien metros de recorrido por una
senda que el niño conocía a la perfección. Hijo de padres divorciados, el
niño pasaba en la vivienda, residencia de su abuela paterna, muchos fines de
semana y también las vacaciones de verano.
A las cinco y media, al ver que su nieto no regresaba
-algo raro, porque toda la familia siempre se ha referido a Gabriel como un
niño bueno, obediente y hasta un poco miedoso-, la abuela llamó por teléfono
a la tía Rosita y le preguntó por él. "No, Gabriel no está aquí, pero es que
tampoco ha venido", le respondió. En la casa esperaba todavía su prima
Ángela, de 12 años, con quien el menor había quedado para jugar un rato. De
inmediato, la familia salió en su búsqueda. Pensaban que le encontrarían
cerca, jugando con cualquier otro niño, pero no dieron con él. Ahí empezaron
a preocuparse seriamente. “¡Gabriel, Gabriel!”, le llamaban a gritos. A las
ocho de la tarde, ya de noche, el padre del menor, Ángel Cruz, interpuso una
denuncia por desaparición en el puesto principal de la Guardia Civil de
Níjar.
Sin saber muy bien cómo actuar ni qué pasos seguir,
con un nudo de ansiedad en la boca del estómago, lo primero que pensó la
familia fue hacer un cartel con la fotografía del niño y cuatro datos más:
"Gabriel Cruz Ramírez, 8 años. Desaparecido el 27 de febrero por la tarde en
la zona de Las Hortichuelas". Los padres cometieron el error de poner en él
sus teléfonos personales. Con la cara de Gabriel circulando por la caja de
resonancia de las redes sociales, a los móviles de Ángel y Patricia no
tardaron en llegar desde llamadas de falsos videntes que contaban haber
visto al niño en una balsa de agua, a bordo de un vehículo blanco o
secuestrado por un hombre de raza árabe.
Sin testigos
Un par de coches patrulla batieron la zona aquella
noche hasta las cuatro de la madrugada. Al amanecer del miércoles, ya se
había montado un Puesto de Mando Avanzado para coordinar la labor de
búsqueda en la que, a lo largo de estos doce días, han participado efectivos
de la Guardia Civil, 112 Emergencias, Protección Civil, Bomberos y Policía
Local de Níjar y cientos de voluntarios. En algunos momentos, ha llegado a
haber sobre el terreno más de 600 personas.
La Unidad Central Operativa de la Guardia Civil tomó
las riendas de la investigación casi de inmediato, en un caso complejo, que
parecía tener todos los elementos en contra. En primer lugar, por las
circunstancias del sitio donde desapareció el niño: un pueblo donde en
invierno residen apenas 13 vecinos y donde no hay cajeros ni comercios con
cámaras de seguridad que captaran algún movimiento aquella tarde. Sin
testigos, el único indicio claro lo ofreció una vecina, que declaró a los
investigadores que, a la hora a la que se produjo la desaparición del niño,
escuchó desde su casa un ruido que parecía “el portazo fuerte de un coche”.
Además, en Las Hortichuelas la cobertura de telefonía es tan débil que hay
muchas zonas de sombra, lo que dificultó la triangulación de los móviles que
pudieran estar activados en la zona entre las 15:40 y las 17:30 horas, el
margen de tiempo que pasó desde que Gabriel salió de la casa de su abuela
hasta que la familia alertó de su desaparición.
La zona es también muy compleja para rastrear. “Un
queso gruyere”, decían durante la búsqueda algunos agentes. “Una ratonera”,
añadían otros. Llena de recovecos, en el entorno donde se perdió el rastro
del niño hay decenas de pozos, balsas de agua, cuevas y cortijos abandonados
que se han revisado estos días, en algunos casos, hasta varias veces.
En uno de esos lugares, en un pozo de la zona -la
Guardia Civil no ha precisado el lugar exacto-, Ana Julia Quezada, actual
pareja del padre del menor, arrojó, presuntamente, el cuerpo del niño la
misma tarde de su desaparición. Lo hizo, según fuentes de la investigación,
por “celos”. “Gabriel le molestaba. Era un obstáculo en su relación con
Ángel, el padre del menor, porque era lo que unía al hombre con Patricia, su
ex pareja y madre del niño”, explican. Con todo, el móvil está aún por
confirmar porque la investigación, en “horas cruciales”, se mantiene bajo
secreto de sumario.
La Guardia Civil, durante sus labores de búsqueda
de Gabriel Cruz. Imagen: @zoidoJI
El primer sospechoso
Sin embargo, no fue ella la primera persona que
estuvo en el foco de la sospecha. Los investigadores trabajaron las primeras
72 horas con la hipótesis de que D.F., un hombre de 42 años, denunciado por
acoso a la madre del menor, estuviera implicado en la desaparición del niño.
El sospechoso pasó por los calabozos de la Guardia Civil, que no presentó
acusaciones en su contra al agotarse el tiempo de custodia sin conseguir un
testimonio que le vinculara con el caso. Sin embargo, Diego F., que padece
un trastorno disociativo de personalidad, no quedó en libertad. En su
historial contaba con una sentencia dictada por el Juzgado de lo Penal
número Tres de Almería el 7 de noviembre de 2016 por un delito de acoso.
Desde el sábado pasado está encarcelado en la prisión de El Acebuche, en
Almería.
Aparece la camiseta con ADN del niño
Ese mismo día, el sábado 3 de marzo, cuatro días
después de que Gabriel desapareciera, el hallazgo de una camiseta dio un
vuelco al caso y aumentó las sospechas por parte de los investigadores sobre
la posible implicación del entorno familiar en la desaparición del menor.
Las pesquisas policiales se centraron especialmente en Ana Julia, que fue la
persona que halló la prenda. Según relataron a la Guardia Civil, ambos, Ana
y Ángel Cruz salieron a realizar una batida por la zona del Barranco de las
Águilas, a unos cuatro kilómetros de donde se perdió el rastro del niño.
Ella enfiló por un lado del camino, cubierto de maleza y cañaverales y él,
por otro. Poco después, la mujer comenzó a gritar. “¡He encontrado su
camiseta, he encontrado su camiseta!”, chilló. La mujer salió corriendo
hacia el Puesto de Mando Avanzado y entró en el lugar desde donde se
organizaba el dispositivo de búsqueda nerviosa y llorosa. Contó lo ocurrido
y, de inmediato, decenas de agentes y la Policía Científica acordonaron en
lugar. Buscaban el cadáver de Gabriel.
La camiseta se envió la laboratorio central de
Criminalística en Madrid. En 24 horas, los forenses confirmaron que había
ADN del niño en la prenda. Se trataba de la primera pista concreta sobre el
menor desaparecido. Los investigadores de la Guardia Civil guardaron
silencio sobre las dudas que rodeaban a este hallazgo al tiempo que
recababan datos sobre la posible implicación de Ana Julia en la
desaparición. La mujer, a la que se tomó declaración un par de veces,
incurrió en varias contradicciones, lo que sumado al hallazgo de la camiseta
la situó, directamente, bajo el foco de la sospecha. Llamó también la
atención que perdiera el móvil justo un día después de la desaparición del
niño y a los psicólogos de la Guardia Civil les alertó su comportamiento:
más dramático, incluso, que el de los propios padres del Gabriel.
La detención
El sábado, los investigadores, a punto de resolver el
caso, decidieron ponerle un cebo. Filtraron que las cámaras de seguridad del
hotel Cala Grande de Las Negras habían captado la matrícula de un coche la
tarde que el niño desapareció. Al ver que el cerco se estrechaba, la mujer
decidió esta mañana sacar el cuerpo del menor del pozo donde, presuntamente,
lo arrojó la tarde del 27 de febrero. Los agentes la habían seguido,
fotografiando el momento macabro en el que ella metía el cuerpo del niño en
el maletero de su coche.
A 80 kilómetros de distancia, los que separan Las
Negras de La Puebla de Vícar, donde vivía con el padre del menor y a punto
de entrar en el garaje del edificio, Ana Julia era detenida a última hora de
esta mañana.
Atrás quedan 12 días de angustia, los de la búsqueda
del pequeño. Ahora, para su familia empieza otro duelo: el de su presunto
asesinato, envuelto todavía en mil preguntas.
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