Alazne Aizpitarte Gorrotxategi
Doctora en Violencia de
Pareja en Edad Adolescente, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko
Unibertsitatea
10/11/2018
Cuando escuchamos la palabra “violencia de pareja” nos
vienen a la cabeza golpes, moratones, o violaciones, pero no son este tipo
de comportamientos de carácter físico o sexual severo los que caracterizan
la mayoría de los casos de maltrato en parejas adolescentes, no al menos
en los inicios de la relación. Se
trata en su mayoría de comportamientos psicológicos más sutiles, tales
como el control de la pareja e intentos de aislamiento de familia y
amigos, seguidos de insultos y humillaciones.
La violencia psicológica como precursora

Es totalmente comprensible que las imágenes que nos vienen
a la cabeza al escuchar “violencia de pareja” estén completamente
asociadas a casos tan graves como una paliza o incluso asesinatos. Sin
embargo, es importante recalcar que estos supuestos son muchas veces la
punta del iceberg. Para cuando se ha dado esta situación, lo más
probable es que previamente hayan aparecido comportamientos violentos
psicológicos, como humillaciones, insultos y, en especial, un control
excesivo. De ahí, que una de las claves para combatir los actos más
atroces sea la prevención del maltrato psicológico.
Esto nos lleva a tres conclusiones:
- En la población general de parejas adolescentes, este
tipo de violencia es la más prevalente;
- Solo una subpoblación de parejas de relación insana
llega a las conductas más graves y visibilizadas por la sociedad;
- La violencia física no aparece de forma repentina sin
que coexista con otros modos de agresión, especialmente de tipo
psicológico.
Los estudios
han demostrado que la violencia psicológica en las relaciones de
noviazgo adolescente es un factor de riesgo clave para la aparición de
comportamientos severos (como, por ejemplo, golpear u obligar a mantener
relaciones sexuales).
El papel de las redes sociales
Los adolescentes han crecido con las nuevas tecnologías,
y es inútil que intentemos que no las usen. El reto es promover su buen
uso y hacerles reflexionar sobre las consecuencias de ciertos
comportamientos, ya sean online u offline.
Conviene aclarar que las redes sociales y los teléfonos
móviles no provocan por sí mismos que las personas se vuelvan
controladoras y acosadoras. Son únicamente una herramienta fácil de usar
para aquellas personas que ya lo son, y que sienten la necesidad de
controlar a sus parejas. Las nuevas tecnologías favorecen esa tarea.

Les permiten comprobar cuándo se ha conectado su pareja al
whatsapp por última vez, qué fotos ha subido a las redes sociales, qué
comentarios escribe en su muro público, qué ropa llevaba aquél día…
En resumen, la intención y la necesidad de controlar a
la pareja no nace con las nuevas tecnologías, nace de uno mismo.
Las personas controladoras, según los estudios, suelen
presentar cierto perfil: son celosas, muchas veces impulsivas,
desconfiadas con el entorno y con su pareja, tienden a tener una imagen
negativa de sí mismas, baja autoestima, y sienten temor ante la
posibilidad del abandono y la ruptura, entre otros factores.
“Me controla porque me quiere”
Lo más preocupante de estos comportamientos de control
no es su frecuencia, sino cómo las perciben. Las conductas de control
normalizadas por los adolescentes son percibidas como señales de amor y
pasión hacia la pareja.
Son habituales comentarios como: “me llama en todo
momento porque se preocupa mucho por mí”; “se pone celoso porque me quiere
una barbaridad; “si no tuviera celos no me haría ni pizca de gracia porque
significaría que no le importo nada”, etc.
Llegan a tal punto de normalización que las reacciones
explosivas e incluso agresivas motivadas por celos no las penalizan, ya
que, en su opinión, son el reflejo de la pasión que tiene que existir en
una relación de pareja romántica. Por lo cual, las creencias sobre el amor
romántico también se convierten en un factor clave de riesgo, ya que
llegan a asociar positivamente la necesidad de la coexistencia de la
pasión, los celos y el conflicto.
Es importante subrayar que estas conductas y creencias
de relaciones insanas en la etapa adolescente se ven tanto en ellos como
en ellas, y tanto en relaciones heterosexuales como homosexuales, aunque
se manifiesten de maneras diversas.
Los realities como modelo
A todo lo anterior se le añade que nuestros adolescentes
absorben ciertos modelos de relación que ven en los medios de comunicación
y los toman como referentes a seguir.
Los adolescentes son audiencia diana de algunos realities basados
en el morbo y el conflicto. Respiran estos modelos y mensajes cada día, en
su mayoría sin ningún adulto referente ni iniciativa educativa que ponga
en duda estos modelos insanos.
Los asumen, por lo tanto, como modos de relación
“normales” e incluso “ideales” en un momento tan crítico como es la
adolescencia en la creación de esquemas de relaciones románticas. ¿Acaso
alguna vez nos han anticipado lo que vamos a sentir cuando nos enamoramos?
o ¿cómo vamos a diferenciar una relación romántica sana de una que no lo
es?
Es importante que los adultos y, en general, la
sociedad, tengamos claro que ellos y ellas entran en la adolescencia con
una tendencia imparable de exploración, en pleno despertar del deseo
sexual, y son todavía inmaduros y emocionalmente inestables. Y se embarcan
en este camino sin la suficiente guía, canalización y educación para poder
enfrentar y manejar tantísimas situaciones en las que se van a encontrar
en este complejo “campo de entrenamiento”.
Por lo tanto, estamos frente a una población de gran
vulnerabilidad por las características mismas que implica el período
evolutivo adolescente.
La buena noticia es que las neurociencias nos demuestran
que la adolescencia también se caracteriza por ser un período evolutivo de
gran aprendizaje y oportunidades de cambio por su gran neuroplasticidad en
el campo socioemocional y de las relaciones interpersonales.
Prevención
Todo ello apunta a la necesidad de hacer
prevención desde el inicio de la adolescencia temprana (o incluso
antes) con el objetivo de educar en la promoción del buen trato y las
relaciones saludables de pareja. En esta misión, será importante dotarles
de las habilidades socioemocionales necesarias para enfrentar nuevas y
complejas situaciones con las que probablemente se van a encontrar.
Asociado a esto último, será clave trabajar la
concienciación y la regulación emocional, fomentar la empatía y el respeto
hacia el otro, promover conductas de apoyo hacia sus iguales, y actitudes
igualitarias, hacerles reflexionar sobre las consecuencias de ciertos
comportamientos y actitudes (offline y online),
así como ayudar a canalizar de forma adecuada el enfado, la ira, la
tristeza, la euforia y la frustración que experimentarán en esa montaña
rusa que es la adolescencia.
Este artículo fue
publicado originalmente en The
Conversation