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EL NUNCIO Y LA PEDERASTIA

diarioiberico.com 20/07/2007

Lamentablemente, el problema de los abusos sexuales sobre menores a cargo de sacerdotes católicos ha vuelto a la actualidad, después de que la iglesia norteamericana haya conseguido frenar la avalancha judicial por el método de pagar elevadas cantidades económicas a las víctimas de esos abusos.

Se trata de un final que es perfectamente encajable en la legalidad jurídica de Estados Unidos, por lo que desde ese punto de vista no hay objeciones. Otra cosa es el juicio moral que pueda hacerse sobre el hecho de que una entidad que predica lo que predica la iglesia católica zanje este asunto de esa forma.

Pero, considerando a la iglesia católica como un multinacional con la cobertura ideológica que le proporciona la religión, es decir, con una coartada espiritual, lo que ha ocurrido es lo normal. Es lo lógico, después de todo.

Sin embargo, y una vez aceptado todo lo anterior, es más difícil de entender, y por supuesto de aceptar, el planteamiento del nuncio del Vaticano en España, Manuel Monteiro, quien, además de llamar "accidente" a los abusos de sacerdotes sobre menores, critica a los medios de comunicación por difundir el asunto.

Según el nuncio, "por más que uno quiera ser bueno", los medios plantean este problema "todos los días en primera página", lo que supone una "dsicriminación" y, además, es una muestra de "mala intención" hacia la iglesia católica.

La verdad es que es chocante que el representante de una entidad como la iglesia católica, que ha tenido que pagar muchos millones de dólares para evitar un juicio en los tribunales, tenga la desfachatez de reprochar a los medios que hablen de esto y no lo oculten, como él pretende.

También es chocante que el nuncio Monteiro califique de "accidente" los abusos sexuales sobre menores cometidos por sacerdotes, cuando seguro que hablaría de grave pecado si los pederastas hubieran sido seglares. Doble baremo, se llama esto.

Pero, además, las autoridades de esa iglesia a la que el nuncio Monteiro representa, inentó ocultar los hechos, limitándose a trasladar de parroquia a sus autores. Hay que volver a preguntarse si la pederastia, cuando es cometida por un sacerdote, no es condenable. Y parece que no, dado que la propia jerarquía católica protegía a los pederastas.

El crédito y la credibilidad que le queden a la iglesia católica, al menos a la iglesia católica oficial, se vienen totalmente abajo con actuaciones de este tipo. Primero, se intenta ocultar los delitos trasladando a sus autores, y luego, se arregla todo con dinero. Hay que suponer que no es lo que los católicos esperan de su iglesia.

Por lo demás, lo de responsabilizar a los medios de comunicación entre de lleno en el terreno de lo insólito. ¿Acaso pretende el nuncio que la prensa haga lo mismo que ellos, es decir, que oculte lo ocurrido? ¿Cuál es el problema: que haya sacerdotes católicos que abusen sexualmente de menores, o que la prensa lo denuncie?

Editorial Diario Ibérico