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"Mamá, no quiero que me violen"
La educación sexual y afectiva
desde la infancia ayuda a construir identidades sanas y libres de violencia
núria marrón 03.09.2019
La educación sexual y
afectiva debe empezar en la infancia.
La escena pasó tal que así. Una madrugada, Anna, de 7 años, había trepado por la
cama de sus padres. Ya por la mañana, cuando madre e hija se desperezaban en ese
clima de tibia y apacible pereza, la niña se puso rígida. Y como si de pronto
una ola oscura le hubiera anegado los pensamientos, soltó a quemarropa: "Mama,
yo no quiero que me violen". ¿Que no quieres qué?, se despertó de golpe
la madre. "Que me violen", repitió la niña, sollozando. ¿Me
puedes explicar tranquilamente qué quieres decir?, le pidió la mujer. Y entonces
Anna le contó que un compañero había llegado un día a clase hablando de
violaciones. Y que por lo que ella había llegado a entender –y lo había
hecho de forma bastante ajustada– no quería que aquello le pasara jamás.
La madre, que nunca imaginó que ese tema pudiera llegar
como un puñetazo antes de las siete de la mañana, intentó calmarla. Le pareció
insoportable que la niña creciera con la idea de que algo así pudiera ocurrirle
y le dijo que tranquila, que durante muchos años no se había hablado de este
asunto y que no se había creído a las víctimas, pero que ahora ya se estaban
poniendo todos los medios para que no pasara más.
La mujer logró serenar a la niña –y eso, en aquel
momento, ya fue bastante–, pero desde entonces se pregunta si con mentiras
piadosas se ponen realmente los cimientos de la educación afectiva y
sexual que los expertos reclaman ya desde la primera infancia con el
fin de que las identidades y sexualidades se construyan de forma sana, y también
como cortafuegos contra las agresiones y abusos sexuales, la LGTBIfobia
y las relaciones abusivas a partir de la adolescencia.
Con mayor o menor conciencia, coinciden las expertas,
educamos en afectos y sexualidad desde el nacimiento
"Toda la violencia que está aflorando y cuyos ecos
también llegan a la infancia no está siendo acompañada de educación sexual y
afectiva, y eso es como empezar la casa por el tejado –apunta la sexóloga Lupe
García, de Sexducacion, sobre el episodio de arranque–. Para prevenir
la violencia, primero debemos dar una visión positiva del amor y la sexualidad,
tenemos que hablar con las niñas y niños, por ejemplo, del cuerpo, de cómo es,
de que es solo suyo, de que lo tienen que cuidar, y también de los afectos, de
lo que les gusta y lo que no en un sentido amplio, y animarles a que lo
expresen".
Y la única forma de garantizar el acceso de la población
a la educación sexual, derecho reconocido por Naciones Unidas, es a través de la
escuela, añade la psicopedagoga Mirta Lojo. "Lo terrible es que
aún tengamos que justificar su necesidad, cuando deberían ser los poderes
públicos los que explicaran por qué no lo hacen".
De hecho, fruto de la presión social, el Ministerio de
Educación tenía una propuesta ahora paralizada y el Departament
d'Educació está trabajando en un proyecto. Al fin y al cabo, coinciden
las expertas, si ese vacío no lo llenan de forma adecuada las escuelas y las
familias, lo harán los amigos, los titulares a quemarropa, los cuentos, las
canciones y el 'villano oficial' de este asunto, el porno 'mainstream', con su
capacidad para formatear lo que es 'normal' y deseable y lo que no, y sus
violaciones grupales y sus harenes de mujeres de rostro aniñado que se entregan
entre azotes a la eyaculación masculina (nota: de cada 10 vídeos demandados,
siete contienen violencia explícita).
"En secundaria ya vamos tarde"
Que la educación sexual no debe comenzar en
secundaria –con talleres que se imparten en los institutos y que, en el
mejor de los casos, van un poco más allá de prevenir el riesgo de embarazos no
deseados y enfermedades de transmisión sexual– es un estribillo compartido por
las especialistas. Y no solo porque, en el caso del alumnado LGTBI, estos
espacios pueden funcionar como salvavidas para personas que posiblemente sientan
que llevan años hundiéndose. Asegura Lojo que en secundaria "ya vamos tarde"
porque a menudo los adolescentes deben desmontar, pieza a pieza, "una
visión del mundo y de las relaciones que ya está contaminada por sesgos de todo
tipo desde las primeras edades".
Conocer bien el cuerpo
¿Cuándo empezar, pues? Con mayor o menor
conciencia, coinciden las expertas, educamos en afectos y sexualidad desde el
nacimiento. "Lo hacemos, por ejemplo, cuando acariciamos al bebé –dice
Lojo–, cuando reconocemos sus deseos y necesidades, o cuando más adelante
fomentamos la escucha activa y el respeto por las personas que lo rodean". Así,
antes de alcanzar la pubertad se debería conocer –al igual que la reproducción–
cuándo los chicos entran en la edad fértil, las distintas etapas de la
sexualidad femenina y, por supuesto, el ciclo menstrual. Y desde edades
tempranas también es importante que conozcan su cuerpo y todas sus partes. Incluyendo
las genitales. El pene. La vulva. El clítoris. "Todo tiene nombre y todo
se debe nombrar", apunta la sexóloga, que en sus talleres de secundaria
se encuentra con un grueso de adolescentes con miedos, desinformación y "un
completo desconocimiento, sobre todo entre las chicas, muy inmersas en la idea
del amor romántico, de su anatomía y fisiología del placer", a pesar de que ya
puedan estar manteniendo relaciones sexuales.
Fomentar la cultura del deseo y los cuidados
En toda aproximación a los afectos y juegos infantiles,
recalcan las expertas, hay que aparcar la mirada adulta. "Si
una niña se toca, a menudo nos asaltan mil dudas. Incluso algún familiar puede
decirle que es una cochina, cuando ella solo está jugando, explorando", dice
García. La sexóloga mantiene que la represión provoca un cortocircuito dañino,
porque, en adelante, la niña podría recluir el placer en el escondrijo de lo
prohibido y cortar de cuajo la comunicación, una trampa, convendrán, a la hora
de prevenir abusos.
La exploración y los juegos deben ir acompañados de
límites claros
Y así llegamos a la cultura del deseo. ¿Cómo pasar de una
sexualidad basada en el riesgo y la dominación a otra que bascule sobre el
placer y la experimentación? ¿Cómo se explica, por ejemplo, que en segundo ciclo
de la ESO el 21% de las chicas hayan masturbado a otra persona y solo el 9% lo
hagan consigo mismas, cuando es una práctica compartida por el 89% de los
chavales?
A pesar del peso persistente de los estereotipos y de que
la cultura sigue colocando el deseo masculino en el altar mayor, afirma Lojo que
un trabajo sostenido en el tiempo que fomente la autoestima y el
autoconocimiento "contribuye a que la creatividad y el deseo puedan aflorar sin
miedos".
"En los varones –añade– urge potenciar los cuidados, uno
de los mejores antídotos contra las violencias; que aprendan a planchar, a
atender al otro, y que sepan que pueden y deben hacerlo, que disfruten y que
ello no ponga en cuestión ni su seguridad ni su identidad". Como recuerda Lojo,
los niños que no cumplen con los mandatos de la masculinidad hegemónica también
son susceptibles de recibir violencia, en gran parte por esa idea tan extendida
de que ser niño significa, básicamente, no ser niña, y que ser niña equivale a
algo vergonzoso y execrable.
Celebrar la diversidad y nombrar la norma
Es cierto que en los últimos tiempos la palabra diversidad se
ha convertido en una fabulosa 'llave Allen' que sirve para dar
normalidad a los diferentes tipos de familias, identidades y sexualidades que
ya están a nuestro alrededor; para celebrar los distintos cuerpos y que –sobre
todo en las niñas– dejen de ser fuente de inseguridades; para cuestionar
los estereotipos y mandatos de género que permean desde el entorno, los
medios de comunicación y los productos culturales –¿qué quiere decir que una
cosa sea de niño o de niña? ¿Dónde está escrita esa norma? ¿Y si alguien se
siente todo a la vez o ni una cosa ni otra?–, y para permitir que la infancia
sea una 'zona franca' de experimentación y creatividad, por lo
que las escuelas y hogares deben ser lugares libres y seguros.
Sin embargo, las normas no escritas están tan presentes y
son tan feroces que toda 'disidencia', asegura Lojo, tiene
que ser festejada de forma explícita –fulanito, ¡qué bien te quedan
esas uñas pintadas!–. Un apunte: en un taller de tercero de primaria, los
varones dijeron que creían que si iban al cole con falda, los mayores se
burlarían de ellos e incluso podrían pegarles.
Límites y prevención de abusos
Los juegos y la exploración, subraya la sexóloga,
forman parte de "la normalidad", pero deben ir acompañados de límites claros.
Por ejemplo, que el espacio sea de privacidad, que se atienda el deseo propio y
el ajeno, y que, llegado el caso, los juegos sean por edades –pequeños con
pequeños, medianos con medianos y mayores con mayores–. Este requisito, que
evita abusos de poder, también actúa como antídoto contra los abusos adultos, la
gran preocupación, asegura García, que aflora en cada taller familiar.
"Es vital que desde las primeras edades sepan pedir
ayuda, porque eso va en su seguridad", afirma Mira Lojo
Y la mejor prevención, reitera cada vez la sexóloga, es
que los niños tengan claro que su cuerpo es suyo; que con él no
deben hacer nada que no deseen; que sepan diferenciar "los secretos
envenenados" de las sorpresas; que validemos sus emociones –nunca se
deben forzar los besos y menos aún a cambio de, por ejemplo, caramelos,
incentivo que abona un terreno peligroso–; que se sientan con permiso
para hablar con franqueza y decir "no", y que cuenten con un
círculo de confianza al que recurrir. "Es vital desde las primeras
edades que sepan pedir ayuda, porque eso va en su seguridad", añade la
psicopedagoga.
"Contestar sin cuentos chinos"
Si los tres primeros años son una etapa de exploración, de
los 3 a los 6 empiezan las preguntas. Norma número uno: contestar "sin
cuentos chinos". Y norma número dos: hacerlo de forma sencilla para cada
edad. Tirando de humor, Lojo recuerda el vídeo en el que una niña, en
la cocina, le pregunta a su madre. "¿Qué es virgen?". Y cuando la mujer ya se ha
hecho un lío fabuloso e incomprensible, la pequeña añade: "¿Y extra virgen?",
leyendo una etiqueta de aceite. No hace falta, pues, empantanarse. Basta, dice
Lupe García, con "escuchar para que te hablen y hablar para que te escuchen, sin
dar la lata". Porque ¿saben? Al final, por muchas llamaradas que lancen
determinados sectores, recuerda la sexóloga que en los países en que se imparte
educación sexual, hay menos embarazos no deseados y las relaciones
sexuales empiezan más tarde.
PD: ¿recuerdan a la madre del inicio? Pues las expertas
consideran que tiene una conversación pendiente (y sincera) con su hija. "En
calma –apunta Lojo–, se debe poder hablar de este asunto y brindar estrategias".
Por ejemplo, recordar los llamados 'tres pasos': ante una situación de riesgo,
decir "no", huir y recurrir a alguien de confianza.
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