Intervención
militar en Haití: hambre, pedofilia, violaciones y prostitución
Diana Carolina Alfonso, 24 de julio
2021,
América Latina y
Caribe
Un
martes, 12 de enero de 2010 una tragedia devenida en terremoto golpeó a
Haití. Más de 316.000 personas murieron, 350.000 resultaron heridas y más de
1,5 millones se quedaron sin hogar, según cifras del gobierno haitiano. De
ese millón y medio de personas, la mayoría ocuparon las periferias de la
Capital, Puerto Príncipe.
Las
familias sobrevivientes del terremoto se refugiaron y allí construyeron una
barriada multititunadia a la que bautizaron Canaan. Con la excusa de
proteger al país, las fuerzas militares norteamericanas empezaron a solar
las barriadas más afectadas. Estos grupos de militares, tanto
norteamericanos como destacamentos militares del todo el mundo nucleados en
los Cascos Azules de la ONU, abusaron impunemente de mujeres y niñas en los
campamentos de damnificados de Puerto Príncipe. Solamente en los primeros
días fueron abusadas 200 mujeres.La víctima más joven de los violadores
armados tenía sólo ocho años. En una investigación de Amnistía Internacional
varias menores hablaron con la institución.
Una niña
apenas 10 años, contó:
«Fue una vez cuando yo fui a
buscar agua: un grupo de hombres me agarra, me golpean y me violan. Cuando
yo le conté eso a mi padre, mi padre fue a buscarlos y ellos se fueron, y
otros querían violarme otra vez”.
Otra
pequeña, que tenía tan sólo 8 años, contó a Amnistía Internacional que había
sido violada en varias ocasiones:
«Cuando mi mamá me mandó a
comprar, me agarraron, me golpearon y me violaron».
Algunos
vecinos se quejaron de la situación, aunque pocos reaccionaron ante crímenes
como estos por temor a que los grupos armados llegaran a sus barrios
dispuestos a todo.
En Haití
la intervención militar y económica norteamericana también ha generado un
contexto propicio para la explotación sexual de mujeres e infancias. Los
militares extranjeros de las tropas de la ONU y el ejército norteamericano,
aún no han respondido por las violaciones masivas cometidas durante las casi
dos décadas de su incursión en el país antillano. Mientras tanto la
población haitiana les responsabiliza de fomentar la mercantilización de la
niñez y las relaciones sexuales.
El
crecimiento de la prostitución forzada es consecuencia de la miseria
impuesta por las naciones injerencistas de La Misión de las Naciones Unidas
para la Estabilización en Haití MINUSTAH, ahora MINUJUSTH. Desde entonces
las enfermedades de transmisión sexual se suman a las plagas del contacto
imperial, como fue el brote de cólera inmediatamente después del terremoto,
cuando militares de las tropas nepalíes defecaron en las riberas del río
Artibonito, la mayor fuente acuífera del país. En Haití la presencia
norteamericana es responsable, por demás, de la insostenibilidad económica y
la corrupción.
Uno de
los efectos de la escasez estructural en el país antillano es el llamado
fenómeno restavek. En las palabras de Daphnée Joseph (militante feminista
haitiana residente en la ciudad de Buenos Aires) el fenómeno restavek es
consecuencia de la pobreza de las clases rurales, quienes se ven obligadas a
dar a sus hijos e hijas en adopción para el trabajo doméstico. Estos niños
trabajan en condiciones de semiesclavitud y en muchas ocasiones son abusados
sexualmente.
Huelga
recordar que Estados Unidos inhabilitó la soberanía alimentaria haitiana,
obligando a consumir artículos de sus redes comerciales. En los años 70
Haití era un país autosuficiente, que exportaba parte de su producción
agrícola. “Ahora el 70% de la población, casi 7 millones de personas, se
encuentra en situación de inseguridad alimentaria, y 1,8 millones de
personas en situación de inseguridad crónica. La producción agrícola
haitiana ha sido asfixiada por la llamada «cooperación internacional» que
sin embargo se torna insuficiente para alimentar a la población. El
cercenamiento de la capacidad de autoabastecimiento ha instaurado relaciones
de extrema dependencia económica hacia las naciones que envían sus
mercaderías, muchas sin siquiera contar con los estándares mínimos de
calidad. Las góndolas haitianas han dejado de estar abastecidas por su
mercado interno, dando paso a toda clase de comida de segunda. El cáncer, la
diabetes y la desnutrición infantil son el efecto del cercamiento económico
neoliberal y de guerra gestionado por los Estados Unidos y Canadá.
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