https://elpais.com/elpais/2019/03/06/ideas/1551889352_820349.html
George Pell: un pastor convertido en chacal
Condenado
por abuso y violación, el cardenal malogra la lucha
cosmética de la Iglesia contra la pederastia
LUIS
GRAÑENA
La cumbre pontificia sobre la pederastia hubiera adquirido
mayor credibilidad si no fuera porque unas horas después de
clausurarse esposaban
simbólicamente al número tres del Vaticano. Era
el rango que ocupaba el cardenal Pell como ministro de
Economía. Y la prueba de una implosión que contradecía el
esfuerzo cosmético con que Francisco anunciaba la catarsis, la
persecución de los abusadores, la cooperación ineludible con
la justicia.
George Pell (Ballarat, Australia, 1941) trabajaba a su
vera desde 2013. Y había sido acusado de abuso de menores en
el año 2016, aunque el santo padre se decía convencido
de su inocencia y de su bondad. Lo ha desmentido ahora un
tribunal de Victoria (Australia) con el peso de una sentencia
estremecedora: Pell abusó de un niño y violó a otro. Ingresará
en prisión el 13 de marzo. Podría caerle medio siglo entre
rejas.
No vivirá para cumplirlo, pero sí para
expiar sus delitos, sus pecados y sus contradicciones. Pell se
jactaba de perseguir
a los divorciados y a los homosexuales. Consideraba a los
unos y a los otros una plaga incorregible, pero curiosamente
formaba parte de la segunda categoría.
El escarmiento nada tiene que ver con la
orientación sexual, sino con la infracción de las reglas
particulares —el voto de castidad— y con los límites del
Código Penal. Pell los ha transgredido a
expensas de dos coristas que tenían 12 y 13 años cuando su
eminencia abusó de ellos en la década de los noventa. No había
adquirido aún el rango de arzobispo de Sídney —lo desempeñaría
entre los años 2001 y 2014—, pero sí había consolidado un
carisma imponente y un discurso demoledor contra las
libertades sexuales, los anticonceptivos, el laicismo y el
comunismo.
De hecho, Pell se inscribía en una
suerte de corriente neocon eclesiástica. Un
capitalismo revestido de doctrina moral que simpatizó —y
viceversa— con la filosofía de Juan Pablo II. Le otorgó Karol
Wojtyla el rango de cardenal en 2003, de forma que Pell estuvo
en el colegio que eligió a Benedicto XVI y figuró en la lista
B de los papables. Por la ortodoxia continuista. Por sus dotes
de comunicador. Y por el exotismo de un pontífice anglosajón y
australiano.
Trascendieron entonces también sus diatribas
contra los divorciados. Y contra su progenie, pues sostenía
Pell que los hijos de padres separados estaban predispuestos a
las drogas y al libertinaje. Producían estupor sus homilías en
Melbourne. Allí fue arzobispo durante cinco años (1996-2001) y
se enorgulleció de negarle la comunión a 75 parejas de
homosexuales que aspiraban al sacramento. Las expulsó del
templo como si fueran una epidemia.
Fue el periodo en que se produjeron los
abusos a los menores de edad, aunque los delitos permanecieron
sepultados un par de décadas, concretamente hasta que la
apertura de una gran investigación de Estado en 2012 a
iniciativa de la primera ministra Julia Gillard precipitó la
caída del gran tabú y de la omertà. Llegaron a
acreditarse 4.444 casos
de pederastia. Y vino a saberse que en algunas diócesis
australianas el porcentaje de abusadores rondaba el 15%.
Quedaba expuesto Pell al escrutinio. Los monaguillos se
despojaron del miedo a la sotana.
También había sido Pell sacerdote raso.
Estuvo cerca de dedicarse al rugby. Estudió en Oxford. Y
emprendió su trayectoria sacerdotal en Roma en 1966. Imposible
imaginar entonces que George Pell regresaría a la Ciudad del
Vaticano como preboste de la curia.
Se jactaba de perseguir a
divorciados y homosexuales por considerarlos una especie
de plaga
Formaba parte de los nueve cardenales más
allegados a Francisco (un grupo conocido como C9). Y de los
menos escrupulosos con el dinero y las costumbres. Jorge
Bergoglio le encomendó encargarse de la limpieza de las
nauseabundas cuentas, pero la eficacia y contundencia de sus
acciones —se le llamaba clandestinamente “el cardenal Rambo”,
por la corpulencia y por la rotundidad— no contradijo la
extravagancia de su nivel de vida. Viajaba en primera su
eminencia. Frecuentaba restaurantes carísimos. Ocupaba un
lujoso apartamento de 4.600 euros en el perímetro sagrado de
Roma.
Se habría gastado unos 500.000 euros George
Pell entre julio de 2014 y enero de 2015, tal como documentan
las páginas del libro-escándaloAvaricia, aunque no ha
sido el dinero la maldición del cardenal australiano, sino la
delincuencia sexual, hasta el extremo de convertirse en el
primer alto prelado de la Iglesia católica condenado por la
justicia civil en un caso de pederastia.
No cabe mayor contratiempo al congreso sobre
la pederastia que emprendió Francisco. George Pell no era un
mero sacerdote, sino una figura nuclear de la Iglesia católica
en sus responsabilidades, atribuciones y poderes. Tantos
poderes que el Vaticano ha tratado de protegerlo y encubrirlo
hasta el último susurro.
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