“Fue a meterme mano mientras me estaba
duchando”
Amina Nasser / Granada
/ 20
nov 2014
Reconstrucción fotográfica
compuesta por David Amsler para ilustrar los abusos a menores. //
FLICKR
El ‘líder’ del
‘clan de los romanones’, párroco hasta el pasado 15 de octubre de la
Iglesia San Juan María de Vianney, situada en los ensanches del
populoso barrio granadino del Zaidín, ha tenido mucha afinidad con
menores desde que se ordenó sacerdote, en el año 1978. Sus primeros
destinos fueron parroquias de pequeños municipios de la Alpujarra, una
de las zonas en las que grupo ha organizado numerosos retiros a los
que solía invitar a menores y jóvenes. R.M.V.C. no tuvo
responsabilidades pastorales en Granada capital hasta el año 1986, año
en que fue nombrado coadjutor de una pequeña parroquia del Zaidín.
“Desde el principio, atrajo a
los jóvenes rápidamente. Nos invitaba a tomar algo en su terraza y
enseguida logró entablar relación con un grupo de chicos y chicas, en
el que también estaba yo”. Quien habla es Antonio (nombre que no
responde a su identidad real), ya un joven maduro que durante algunos
años participó en las actividades que organizaba el hoy llamado ‘clan
de los romanones’.
UN RETIRO EN LA
ALPUJARRA
El primer fin de semana que se
fue de retiro a una casa de la Iglesia de un pueblo alpujarreño (Torvizcón),
formaba parte de un grupo de jóvenes. Fueron unos veinte, entre chicos
y chicas, muchos de ellos, amigos, que habían sintonizado con el
párroco coadjutor recién llegado a su barrio. Antonio tenía
por entonces unos 17 años y comenzó a ver “cosas raras” en la actitud
del sacerdote. “Separó a los chicos de las chicas y luego
formó grupos entre los más y menos afines a su persona”, relata.
Por entonces, el cura, que solía
vivir en casas y pisos parroquiales, disponía además de propiedades
particulares, en la capital y en municipios de la provincia, a las que
acostumbraba a llevar a sus jóvenes invitados. El líder del
‘clan de los romanones’ procede de una familia adinerada de un pueblo
de la zona norte de la provincia, lo que explica que acumule
propiedades inmobiliarias y casas de alto estanding en las que, al
parecer, han tenido lugar supuestos abusos sexuales a menores.
“Me pedía que fuera a dormir a
su casa”, dice el joven, que en varias ocasiones declinó la invitación
del cura. Cuenta que en una ocasión llegó al piso en el que por
entonces habitaba el párroco, en Granada capital y se marchó, con la
primera excusa que se le ocurrió, al ver que salían “cuatro o cinco
curas en pelotas del baño”. “A mí aquello me extraño. No
estaban desnudos en un gimnasio, sino en el baño de un piso”,
explica.
UNA PARROQUIA EN EL
CENTRO
El ya expárroco de la Iglesia
San Juan María de Vianney ha tenido responsabilidades pastorales en
numerosas parroquias, incluso en alguna de postín del centro de
Granada y ha sido responsable de pastoral juvenil.
En aquellos años, Antonio
participaba en las actividades que organizaba el cura, pero trataba de
evitar quedarse a solas con él. En cierta ocasión, tras una reunión
que se había celebrado en el piso del cura, a la que habían acudido
los amigos de Antonio, se encontró de repente solo ante él.
“Empezó a hacerme cosquillas y yo no entendía a cuento de qué. Me puse
nervioso y di un respiro cuando vi que entraban en la
habitación dos diáconos que asistían al sacerdote. Respiré aliviado”,
señala el joven.
Poco después, accedió a pasar la
noche en un piso, propiedad del sacerdote, situado en la carretera de
la Sierra. Antonio decidió darse una ducha mientras el cura preparaba
algo para cenar. De pronto, se abrió la puerta del baño. “Fue a
meterme mano mientras me estaba duchando”, dice.
“No podía entender por qué entró
en el baño mientras me estaba duchando”, añade, y recuerda que se
vistió rápidamente y se marchó apresuradamente del piso. “No
he vuelto a verlo, no he tenido más relación con él”, confiesa.
El ‘líder de los romanones’
sabía cómo captar a los jóvenes. Descubría sus aficiones y los
alentaba a practicarlas con él. A Antonio lo captó por la práctica del
deporte; a otros, con su oratoria. Lo mismo le daba organizar un
encuentro en su casa con un grupo de jóvenes para ver un partido de
fútbol que organizar un retiro espiritual con cualquier pretexto en
una casa parroquial o en una casa en la playa.
MIEMBRO DE LOS
FOCOLARES
R.M.V.C, uno de los sacerdotes
investigados por supuestos abusos sexuales contra menores, perteneció
al movimiento de los Focolares, una organización nacida en
Italia, algo atípica dentro de la Iglesia. Sus simpatizantes,
que no solo son católicos, buscan vivir y difundir la fraternidad
universal para contribuir a componer la familia humana en unidad. El
‘líder’ del ‘clan de los romanones’ trató de dirigir esa organización
en Granada, pero abandonó el movimiento focolar tras un enfrentamiento
con el párroco de una céntrica basílica de la ciudad, adscrito a la
misma corriente.
“Sabía
cómo acercarse a los jóvenes y simpatizar con ellos porque tenía mucha
habilidad”, afirma Antonio, que destaca el poder de
persuasión del cura con menores y jóvenes. Su marcha del movimiento
focolar le llevó a crear su propio grupo, formado por unos quince
sacerdotes y seglares de Granada, que se han sumado a su causa
seducidos por sus tesis sobre la fraternidad. Entre sus más fieles
seguidores, hay párrocos del área metropolitana de Granada, de la
Alpujarra y de la Costa, e incluso, algún juez diocesano.
Fotografía bajo licencia
Creative Commons. Fuente original: David
Amsler