5 septiembre, 2018 - Por Marié
Scarpa
Contar una historia sobre abuso sexual en la actualidad
suele ser impactante por los métodos explícitos que utilizan las películas
para representar dicha aberración. La delicadeza con la que debiera
tratarse el tema suele dejarse de lado para mostrarnos el acto en sí —y
sus consecuencias —de forma brutal. Un recurso que busca desmoronarnos
como espectadores ante una de las vejaciones más crueles que pueden
cometerse contra un ser humano.
Si hablamos de la violación a un menor, el nivel de
conmoción aumenta. No sólo por lo condenable que resulta, sino
por lo que implica llevar a cabo un filme que exponga a un niño a
interpretar el papel de la víctima, y cómo este rol abarcará la dignidad
de un ser tan vulnerable.
Esperanza (So-won, 2013) de Lee Joon-ik
es una notoria excepción a la corriente. El director, junto a sus
guionistas, se basaron en el desgarrador caso real de Na-young
para manipular nuestras emociones en un drama que no requiere gore ni
extremos para entregarnos una poderosa pieza audiovisual.
Con un tacto perturbador, verosímil y que apela a nuestra
cotidianidad, la cinta nos presentará los hechos que desconcertaron a
Corea del Sur y que prometerán tocar nuestra fibra sensible en menor o
mayor grado.
Fuente: HanCinema
En un día de lluvia, una pequeña de ocho años camina sola
para llegar a su escuela, la cual no está muy lejos de donde vive. Se
suponía que iría con sus compañeros hasta la que considera su segunda
casa, pero ellos se adelantaron. Su madre, antes de despedirla, le
advirtió que siguiera el sendero principal hacia su destino, pero
So-won no logra llegar al lugar.
Horas más tarde, su padre recibe una llamada de la policía
anunciándole que está grave en el hospital. Sin embargo, al encontrarse
con el estado de maltrato que enfrentó su hija, Dong-hoon apenas
dimensiona los horrores que ella atravesó y la impotencia que reinará en
su vida a medida que se desarrolla la investigación para dar con el
culpable del ataque.
El relato, tras este violento encuentro, no escatima en exhibirnos los
efectos desoladores que deberá vivir el miembro más joven de una familia
que ya enfrentaba dificultades financieras y comunicacionales. Este golpe
provocará un intento desesperado de los padres por reconectar con una hija
que apenas atendían en un comienzo y con la que existe un lazo que parece
muy frágil.
Fuente: KOFIC
Con actuaciones dignas de ovacionarse, el
largometraje se centra en cómo la familia de So-won (y ella misma)
batallan por salir a flote, después de la dolorosa experiencia
que dejó secuelas crónicas en su cuerpo. Así como ella lucha por continuar
su vida con la vergüenza y el miedo generados por el trauma, sus padres
también lo hacen para remediar el haber estado tan ausentes. Su madre
intenta sobrellevar todo con un embarazo avanzado y oculto, mientras su
padre lo hace probando ganar la confianza de la niña, luego de que su
imagen de los hombres fuera corrompida por el pánico.
Este último nos conmueve con su transformación desde el
aparente desinterés por su familiar hasta el angustioso empeño que realiza
para acercarse a ella. Esto sólo lo logra poniendo en segundo plano sus
sentimientos y adoptando un corpóreo con la forma de la caricatura
favorita de su hija para poder ayudarla con su recuperación.
Fuente: KOFIC
La calidad del drama tiene su base en una honestidad
despiadada por tratar un tema que es tabú en sí y por como describe
lo ineptos que son los sistemas de justicia ante estos incidentes.
En este caso —como ocurrió con el original en que está basado —el criminal
recibió una sentencia menor a la merecida, debido a que no podía recordar
lo ocurrido por estar bajo los efectos de alcohol y acreditar una adicción
a la sustancia.
Es aquí cuando la interpretación de Sul Kyoung-gu —quien da
vida al padre de So-won —cobra su real potencia en el juicio contra el
agresor, donde como espectadores viviremos una de las impotencias más
grandes. Asimismo, comprenderemos que Dong-hoon en pleno furor por
proteger a su pequeña será el que terminará siendo salvado por ella antes
de que se convierta en parte de lo que quiere destruir.
Fuente: HanCinema
A pesar de lo anterior, la película hace honor a su
título y, a la par que nos quiebra, nos ofrece gestos muy humanos,
reflejados en el apoyo que la comunidad y los cercanos demuestran con la
familia afectada.
Escenas devastadoras como el padre limpiando los restos de
la bolsa de colostromía desecha de So-won y la reacción de ella paralizada
por el horror, son contrapuestas con secuencias como en la que compañeros
de clase de la niña decoran la entrada de su casa esperando su regreso.
Y, tras contener la respiración durante casi toda la película, el
desenlace nos volverá a abatir con uno de los momentos más conmovedores de
la cinematografía surcoreana. Esto, recordándonos que hay filmes que
se quedan con nosotros para siempre, sin importar que se miren sólo una
vez.