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Opinión
El valor de contarlo
Por #NiUnaMenos3 de octubre de 2017
Con mucho dolor pero sin sorpresa, asistimos al
escándalo mediático generado por la indebida difusión de la denuncia
de una adolescente que se enfrentó a una situación de abuso sexual por
parte un alumno de otro curso del Colegio Nacional de Buenos Aires. Las
estudiantes son acusadas de no haber expuesto este hecho a las autoridades.
Sin embargo, debemos tener en cuenta que
cualquier persona que pase por una situación de abuso tiene derecho a
contarlo donde quiera, como quiera, a quien quiera. También tiene derecho a
no contarlo. Y por sobre todos los protocolos y las
opiniones de los demás, si la víctima de abuso es una niña, un niño o un
adolescente, tienen derecho a ser protegidos y resguardados de manera
integral según marca la Convención de Derechos del Niño. Ninguna víctima
está obligada a denunciar los hechos. Pues bien sabemos que muchas veces la
policía y la justicia, completamente faltas de perspectiva de género,
reproducen más violencia durante los procesos judiciales de investigación y
juicio de este tipo de casos, poniendo a quien denuncia en el banquito de
los acusados.
El caso de abuso que llena hoy las pantallas no es el
único que existió en esos claustros, ni es el primero que ocurrió en el
ámbito de un colegio secundario. Sin embargo, se trata de una operación de
prensa intencionada y disciplinante. No podemos eludir la responsabilidad
del Dr. Gustavo Zorzoli -Rector del Colegio Nacional de Buenos Aires- que en
forma poco cuidada y sin contemplar en sus decisiones el interés superior de
la niña lanzó a la comunidad educativa un comunicado sobre la situación,
incidiendo de manera nada inocente en el debate mediático sobre las tomas de
los secundarios, sin tener en cuenta que esa decisión podía tener
consecuencias negativas para la salud de la joven e incidía en la forma en
la que ella y su familiar decidió transitar esta situación.
Si bien no se conocen públicamente sus datos
personales, el hecho de que su experiencia de abuso está en boca de todos
constituye un factor de estrés que se suma a la situación traumática que la
joven debió atravesar. Cuando tenemos involucrados derechos de niños, niñas
y adolescentes, cualquier otro interés, como la necesidad de los padres de
la comunidad de conocer el caso, debe ceder frente al interés superior del
niño, niña y adolescente que fue afectado. Este no es un dato menor que
pueda escapársele al rector de una institución educativa donde concurren
adolescentes. En ese sentido desde el colectivo Ni Una Menos estamos
acompañando a la familia y a la niña en el proceso que están llevando
adelante.
Ni Una Menos es acompañamiento responsable y no silencio cómplice. El
tiempo de la escucha y la ayuda es el de la víctima y no el de algunos
medios y sus especulaciones.
Es necesario dar el espacio al debate y la
desnaturalización de la cultura de la violación y el abuso para deconstruir
el machismo impregnado en todas las escuelas y niveles educativos.
Para eso, entre otros dispositivos, existe la ley de Educación Sexual
Integral, fundamental no sólo para prevenir enfermedades de transmisión
sexual o embarazos no deseados como muchas veces se simplifica, sino para
construir dentro de las instituciones educativas nuevos paradigmas, donde se
pueda abordar la diferencia sexo genérica y combatir la discriminación que
posibilita hechos de violencia sexual. La implementación de la ESI es uno de
los reclamos de los niños y adolescentes. Fue una de las principales
consignas durante las tomas en alrededor de 30 colegios de la Ciudad de
Buenos Aires durante septiembre. Hace una década que la Ley fue sancionada
en la Ciudad y el gobierno, que ha mantenido su color político durante todos
estos años, no invirtió un solo peso en las capacitaciones docentes en
servicio, ni en la creación de un Programa que pueda sostener una
implementación adecuada. El Estado promete brindar charlas a cargo de ONG's,
cuando debería impartirse de forma transversal en toda la currícula y
debieran dedicarse los recursos necesarios a la capacitación de quienes
acompañan a diario a los estudiantes en la escuela. La cultura de la
violación, los noviazgos violentos y tantas expresiones de la cultura
machista y patriarcal que se dan en ámbitos educativos, son sólo algunas de
las cuestiones que los estudiantes, movilizados, han puesto en discusión
durante las tomas en las que también reivindican su derecho a no ser
utilizados como mano de obra gratuita de las empresas, como propone el
proyecto de reforma educativa que intenta desplegar el Ministerio de
Educación.
Por último, un capítulo aparte merece la respuesta
institucional y la instrumentación de una situación que merecía
acompañamiento serio. Lejos de resguardar y contener a la víctima, el rector
Zorzoli la expuso. Desde la cobertura mediática se utilizó el caso para
desprestigiar las tomas como medida de fuerza poniendo sus propios intereses
políticos por encima de los derechos integrales de la víctima. Queremos
decir, ante la movilización estudiantil, la capacidad de pibas y pibes para
reclamar que su voz sea considerada en las instituciones educativas, se les
contesta con una lógica de victimización, cuando son personas con capacidad
de formulación de sus propias posiciones. Una doble violencia se consuma, la
del abuso sexual y la de los adultos que utilizan lo ocurrido para abonar
una lógica disciplinante. Lxs adolescentes de las tomas son así
representadxs en los medios como víctimas y victimarios, y no como sujetxs
de deseo y de derecho atravesadxs por las lógicas de las violencias
machistas como todo el resto de las personas y esferas sociales. No se trata
de que la toma sea un escenario que favorezca la violencia de género, sino
que la violencia de género atraviesa todos los escenarios, incluso el de la
organización política.
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