El
indestructible monstruo del cibersexo infantil
Las nuevas tecnologías dificultan
la protección de menores ante abusos
El cibersexo infantil en
Filipinas ha conducido al arresto de pederastas de todo el mundo
La isla de Cebu es el ejemplo de
una industria global descontrolada y en expansión
Ángel L. Martínez Cantera Cebú
5 OCT 2015

La isla de Cebu, en Filipinas, es fuente, destino y tránsito del
tráfico sexual. Los llamados ‘bikini bars’ del centro de la ciudad son
una atracción turística. / Ángel L.
Martínez
Así como el
navegador de mayor tráfico online, Google, tuvo su origen en un sótano
estadounidense hacia finales del siglo pasado; sólo se necesitan
cámaras web conectadas a internet en chabolas filipinas para organizar
el invisible tráfico humano del presente. Menores hasta de cinco años
son forzados a interactuar desnudos frente a ordenadores para disfrute
de pedófilos de países desarrollados, que apagan sus portátiles para
volver al trabajo después de violarlos virtualmente. “Un chico me
ofreció aparecer frente a la cámara cuando tenía 11 años. Una vez
allí, me pidió que me desnudara por 500 pesos [10 euros]”, relata
Teresita (nombre ficticio para preservar su privacidad), filipina de
18 años, quien nunca vio la cara de su agresor virtual. Protegidos por
el anonimato de la red, los pederastas utilizan tarjetas de crédito
pre-pago difíciles de rastrear para recompensar a familias o vecinos
de las víctimas, quienes lideran el negocio del cibersexo infantil.
Definido por Naciones Unidas
como Turismo Sexual de Cámaras Web (WCST, en sus siglas en inglés), el
cibersexo con menores es una industria en expansión en Filipinas, como
muestran las más de 2.000 transacciones económicas unidas a este
mercado ilegal en el corto periodo de dos años, y sólo en la provincia
de Cebu. En 2013, la policía filipina descubría una red de explotación
sexual infantil tras el contrachapado de la casa de la
apodada por la prensa local como "reina del ciberporno", en los
suburbios del barrio cebuano de Cordova. Durante varios años, más de
30 menores filipinos fueron víctimas de abusos retransmitidos a través
de internet por E. Ontong y su marido, que percibieron un total de
200.000 euros de pederastas virtuales de todo el mundo;
según recoge Bloomberg.
Coincidiendo con el escándalo en
Cordova, fuerzas policiales del país asiático y de la Interpol
destaparon una auténtica red global de abusos sexuales a menores
filipinos organizada por internet. En curso desde 2012, la
Operación Endeavour ha permitido la liberación de 11 niños
filipinos y la detención de 29 ciudadanos de diferentes nacionalidades
(la mayoría, europeos y australianos), además de la investigación a
700 sospechosos de comprar contenido sexual online por valor de más de
53.700€, según informa el
Centro
de Protección para la Explotación Infantil Online (CEOP),
dependiente de la Agencia Nacional del Crimen de Reino Unido. “No
podemos dar más información ahora, pero esperamos realizar más
arrestos en el futuro y seguimos trabajando con nuestros colegas
alrededor del mundo”, explica por email Hannah Bickers, responsable de
comunicación de la agencia británica.
Filipinas está “haciendo grandes
esfuerzos con recursos limitados” para luchar contra el tráfico
humano, recoge el
Índice de Esclavitud Global de 2014, publicado por Walk Free
Foundation (WFF); organización centrada en la erradicación de la
esclavitud moderna. “De 2005 a 2014 se han producido 36 condenas
[relacionadas con tráfico de personas] sólo en Cebu, de las que 16
ocurrieron el año pasado”, explica Fernando King Gobalane. Como Fiscal
Regional y también jefe del Consejo Interinstitucional Contra el
Tráfico (IACAT) en Cebu, el cargo de Gobalane combina la investigación
judicial y la acción policial para agilizar la persecución de
criminales. Esta medida, junto al endurecimiento de las penas, son
algunas de las mejoras alcanzadas gracias a la
Ley Contra el Tráfico de Personas (2013). La norma sustituye a la
antigua ley de 2003, que convirtió a Filipinas en el primer país de la
Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) en legislar estos
crímenes.
Junto a los establecimientos dedicados
a la prostitución, las aceras de la ciudad de Cebu están
infestadas de niños de la calle forzados a ejercer esta
actividad. / Ángel L. Martínez
La nueva ley ha sido aplaudida
por el
Informe sobre Tráfico de Personas de Estados Unidos de 2015, pero
el análisis del Departamento de Estado americano también señala que
los esfuerzos del Gobierno por reducir la demanda de comercio sexual
fueron "inapreciables", por lo que Filipinas tiene un largo camino por
recorrer hasta eliminar esta lacra. Un trayecto que se complica aún
más a medida que el país asiático se incorpora a la autopista de la
información de internet.
Cambios en la industria
“Me gustaría conseguir un
trabajo relacionado con ordenadores”, dice Gloria (nombre ficticio
para preservar su privacidad), de 16 años y natural de Cebu. A pesar
de haber sido víctima de abusos sexuales online cuando tenía 13 años,
su sueño profesional ejemplifica los cambios que vive la sociedad
filipina. El acceso a internet del país ha pasado de un 2% a casi el
50% en una década, transformando también su industria, incluido el
negocio del sexo.
Ubicado en el
centro del archipiélago, la isla de Cebu y su capital siempre han sido
fuente, tránsito y destino del tráfico humano sexual e infantil. Junto
a los eufemísticamente llamados bikini bars, las aceras de la
capital están infestadas de niños de la calle forzados a mantener
relaciones sexuales con filipinos y extranjeros para conseguir dinero.
Pero la industria de la prostitución está cambiando. Desde 2010, la
economía regional ha excedido el Producto Interior Bruto Nacional como
resultado del crecimiento de sector turístico y el de las tecnologías
de la información. El ejemplo de éste último son las 17 nuevas
empresas extranjeras relacionadas con Tecnologías de la Información y
Comunicación (TIC) que han entrado en el renovado mercado de la
ciudad. Oculto por los flamantes edificios de oficinas que forman
parte ya del paisaje de Cebu, se esconde la industria del cibersexo.
En las barriadas salpicadas de pastelerías, carnicerías y comedores
callejeros, también los cibercafés se han multiplicado junto a los
logos de Western Union y otras compañías de transacciones
monetarias. Es un entramado que ha permitido el cultivo de pequeños
negocios alrededor de la explotación sexual infantil online con la
connivencia de la comunidad local y el consentimiento de las familias,
atraídas por el dinero fácil.
Organizaciones como FORGE ofrecen
refugio y recursos para educación a víctimas de abuso sexual
infantil, entre los que también hay varones. /
Ángel L. Martínez
Menores filipinos en un cibercafé de
Cebu. El acceso a internet en el país asiático ha pasado de un
2% a casi el 50% en una década. /
Ángel L. Martínez
“La primera vez no supe cómo mi
hija ganó esos 1.000 pesos [20 euros]. Nuestra vecina tenía un amigo
en Australia que quiso ayudarnos económicamente a costa de ver el
vientre de mi hija. Ella [la vecina] se quedaba con el dinero y tuve
que pedírselo. Al fin y al cabo, fue my hija quien lo ganó”, se
justifica la madre de Gloria, quien hace cuerdas de abacá a mano que
vende por 16 euros mientras su marido gana menos de cuatro al día como
pescador. Con algo más de 50 euros familiares para mantener a ella y a
su hermana, la pequeña Gloria empezó en el llamado online
show-show tres veces por semana, duplicando las ganancias de sus
padres.
Gloria fue presa del negocio del
sexo online durante dos años, hasta que su madre decidió visitar FORGE,
una de las organizaciones locales que ofrecen alternativas a las
familias pobres de Cebu. Más del 25% de la población de esa región
central de Filipinas vive por debajo del umbral de la pobreza, según
datos de la Junta Nacional de Coordinación Estadística. Pero no sólo
las familias humildes están atrapadas en las redes del cibersexo, sino
que las autoridades confirman que este tipo de prostitución virtual
aumenta en los meses en que los jóvenes estudiantes filipinos tienen
que pagar las tasas escolares.
Entre 2012 y 2013, el Ministerio
de Asuntos Sociales y Desarrollo de Filipinas atendió 150 casos de
pornografía y ciber-pornografía infantil. Pero esto es sólo la punta
del iceberg. Una reciente encuesta realizada por FORGE entre 300 niños
abusados sexualmente por Internet revela que éstos “entienden el
cibersexo como una mejora con respecto a la prostitución tradicional
por el anonimato y por el menor riesgo de violencia física” mientras
que “algunos de los padres consideraban que el cibersexo no suponía
ningún daño para sus hijos ya que no había contacto físico con los
agresores, generalmente extranjeros”. Ante la permisividad de la
comunidad, el dinero sigue fluyendo a las cuentas de los bugaws
(proxenetas, en la lengua tagalo), que organizan el metamórfico
negocio del cibersexo infantil.
Acabar con un mercado
internacional cambiante
Alrededor de 750.000 pederastas
están conectados a la red en cada momento, según la ONU y el FBI. El
turismo sexual de cámaras web está tipificado como crimen en muchos
países. El año pasado, el Tribunal Supremo de Filipinas avaló la
constitucionalidad de la Ley de Prevención del Cibercrimen (2012),
dando lugar al nacimiento de las divisiones policiales anti-tráfico y
anti-ciberpornografía. Sin embargo, el turismo sexual de cámaras web
sólo se considera un crimen cometido por el suministrador; como
productor, distribuidor o poseedor de material relativo a la
pornografía infantil. Mientras que los pedófilos que ven el material
pueden quedar impunes. “Es imposible probar estos crímenes. Primero se
necesita una víctima, pero muchos niños no comparecen porque forman
parte del negocio para mantener a sus familias. También se necesita un
testigo, pero no hay tal cosa en internet. Y las evidencias son
escasas si los criminales no se descargan material audiovisual y
apagan sus ordenadores tras el crimen. Así que sin víctimas, testigos
o pruebas… no hay caso”, sentencia Hans Guijt, director de programas y
campañas en la ONG Terre des Hommes.
La organización holandesa aboga
por medidas más proactivas, trasladando el foco de acción de los
proveedores a los demandantes de este negocio. En 2013, investigadores
de Terre des Hommes
desarrollaron un modelo 3D por ordenador de una niña filipina de 10
años, a partir de la cual consiguieron rastrear más de 1.000
pedófilos de 63 países diferentes usando la información que éstos les
brindaban. Desde entonces, tres personas han sido condenadas y otras
tres acusadas de mantener conversaciones sexuales con Sweetie (el
nombre con el que se bautizó a la menor filipina virtual creada por el
equipo de investigación). La dificultad para condenar a estos
cibercriminales estriba en la posesión o no de material pornográfico,
ya que muchos de ellos se sirven de conocidos y legítimos sistemas,
como Skype, para la retransmisión en vivo del abuso. El centro Europeo
del Cibercrimen (EC3) confirma que el uso de estos servicios web
no-comerciales se ha extendido ya entre los pedófilos.
Una trabajadora social habla con
Teresita (de 18 años y nombre ficticio), quien a los 11 ya se
desnudaba frente a cámaras webs por 10 euros. /
Ángel L. Martínez
“Hay formas de disuadir,
advertir y ahuyentar a estos individuos antes de que cometan los
crímenes, pero se creen inmunes, intocables y anónimos. La policía
debe tener potestad para patrullar las áreas públicas de internet,
como lo hace en las calles. Internet debe ser libre pero no
anárquico”, explica el profesor Stefan Bogaerts. Experto en psicología
forense y anormal en la Universidad holandesa de Tilburg, Bogaerts ha
entrado a formar parte del equipo de Terre des Hommes para
desarrollar Sweetie 2.0 y probar la efectividad de las
intervenciones proactivas. El nuevo sistema supervisará espacios de
internet estableciendo conversaciones con potenciales pederastas y
enviando advertencias a esos pedófilos. Los creadores esperan
que el proyecto ofrezca una estimación fiable de la dimensión de este
abominable fenómeno.
Pero el problema
del cibersexo infantil no ha hecho más que empezar y quedan muchas
lagunas virtuales en las que los cibercriminales operan. El año pasado
y por primera vez, se descubrió una red de abusos a menores que estaba
financiada exclusivamente con Bitcoins (moneda criptográfica para
transacciones virtuales). También
un estudio reciente de la Universidad británica de Portsmouth
muestra que más del 80% de los sitios visitados en la red Tor (también
llamada dark web o web oscura) están relacionados con abuso
sexual a menores. Esta nueva mutación de la industria supone una
migración de los sistemas tradicionales de pago y visitas a una
insólita red y economía digital. Una vez más, los criminales
tecnológicos están un paso por delante de la comunidad internacional.
Aún más en el caso de gobiernos como el de Filipinas, que intenta
librar la batalla digital del tráfico humano a nivel global con
insuficientes recursos nacionales.
VÍDEO:
https://www.youtube.com/watch?v=5kDnz66gUBI (La niña
virtual creada para cazar pederastas)