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Denuncie los abusos,
pero no ante la Iglesia
Juan Antonio Aguilera
/ 29 nov 2014

El arzobispo y varios sacerdotes pidiendo perdón.
¿Qué debería hacer
una autoridad eclesiástica que reciba una denuncia por los abusos
pederastas de alguno de sus miembros? Puesto que se trata de un grave
delito, debería, por este orden de prioridad y urgencia: (1) instar al
acusador a presentar la denuncia ante la justicia, y (2) comprobar con
la máxima discreción –evitando alertar al presunto abusador– si la
denuncia tiene alguna verosimilitud y, si es así, poner el caso en manos
de la justicia. En el
escándalo por pederastia clerical en Granada, ¿actuaron debidamente el
arzobispo y el papa?
Con motivo de los casos de
pederastia denunciados en Granada, en los que están acusados como
presuntos abusadores varios sacerdotes y un profesor de religión,
algunas autoridades eclesiásticas han pedido perdón en nombre de la
Iglesia católica, asumiendo la veracidad de las denuncias. El arzobispo
de Granada, con una teatral escenificación en la catedral (él y otros
sacerdotes se tumbaron boca abajo unos minutos en el suelo). El papa,
mediante dos llamadas personales a “Daniel” (nombre ficticio de la
víctima que le escribió).
¿Y qué hace la Iglesia con
sus miembros presuntamente abusadores? Cuando no los encubre, se
conforma, en lo que llama “tolerancia cero”, con medidas “internas”
como traslados o apartamientos temporales, pero no los denuncia ante la
justicia. Y es que, desde la Iglesia, estas gravísimas acciones se
contemplan como pecados, no como delitos, y por eso hablan de perdón,
ofensas a Dios y penitencias cristianas, no de la justicia del Estado de
derecho, que consideran inferior a la divina.
Las pomposas peticiones de perdón
no diré que están de más, pero, de cara a la realización de justicia, de
poco sirven si no van acompañadas –o mejor, precedidas– de acciones
efectivas. De hecho, son un fraude si se ofrecen como sustitutas de
éstas, y más aún si las acciones que se toman perjudican a la justicia.
¿Han venido acompañadas de acciones efectivas las peticiones de perdón
del arzobispo de Granada y del papa? Más concretamente: ¿pusieron los
hechos de los que tuvieron conocimiento en manos de la justicia? Todo el
mundo sabe que el arzobispo, no. Y en cuanto al papa, creo que hay una
sorprendente confusión al proclamarlo como héroe de esta historia.
Bergoglio, según las noticias y lo que él mismo declaró, puso la
denuncia en manos… de oficiales de la Santa Sede y del arzobispo, un
hombre ya conocido (entre otras lindezas) por proteger, cuando era
obispo de Córdoba, a un cura condenado por pederastia. El papa pidió a
“Daniel”, en su primera llamada, que hablara con ese arzobispo. Unos
errores garrafales e inexcusables aunque el arzobispo hubiera sido otro,
si ninguno tiene el mandato de denunciar. Sólo un par de meses después,
en su segunda llamada, trató de enmendar (demasiado tarde) esos errores
si es que de verdad animó a la víctima a denunciar ante la justicia
temporal, que es lo que debió hacer desde el primer momento.
En cambio, lo que alentó el papa
fue que el arzobispo de Granada, y tal vez el personal del Vaticano,
llevaran a cabo actuaciones de tipo meramente “interno”, buscando la
“justicia de Dios” (arzobispo dixit). Parece que las actuaciones no
fueron suficientes ni para el propio papa, pero aunque el arzobispo
hubiera impuesto los mayores castigos “internos” a los presuntos
abusadores, en absoluto era eso lo esencial. Es más, parece
claro que esa intervención de personal de la Iglesia propiciada por el
papa ha servido, desgraciadamente, para poner en alerta a los presuntos
pederastas y darles mucho tiempo para la eventual ocultación o
destrucción de pruebas (esos ordenadores desaparecidos…). Con
razón el juez ha pedido al arzobispado de Granada que no intervenga
mientras se procede con las diligencias. De modo que la intervención del
papa en este asunto, al perjudicar gravemente la acción judicial,
considero que ha sido, como mínimo, negligente.
Dado que la
actuación de la Iglesia en este caso y en tantos otros se mueve entre
esa negligencia y el encubrimiento, yo pediría a quienes se estén
planteando realizar nuevas denuncias por abusos clericales ¡que no se
les ocurra hacerlo ante la Iglesia! Es más, sería prudente que no dieran
noticia de sus intenciones a sacerdotes, obispos… o al papa. Además, por
supuesto me uno a la petición de Granada Laica de que todas las víctimas
de abusos, o, en su caso, sus padres, allegados o testigos, denuncien
ante la justicia (la verdadera) con todas las pruebas que puedan reunir.
Que dejen de lado posibles sentimientos de vergüenza, culpa o
miedo; no son precisamente ellos quienes deben sentirse avergonzados,
culpables o temerosos. También han de desechar la idea de que
no va a servir para nada, pues, aun cuando a veces una sola denuncia no
llegue a ser efectiva, tal vez la suma de varias, de diversos
testimonios y pruebas, sí lo sea. A cambio del esfuerzo, acaso se
consiga que se haga justicia sobre al menos algunos de los
presumiblemente abundantes abusadores “en ejercicio” (se sospecha que
hay muchísimos más casos de los que asoman), impidiendo que continúen
con sus agresiones. Pero también merece la pena actuar contra quienes,
por las razones que sea, parecen haber abandonado sus repugnantes
prácticas (y tal vez tengan el perdón cristiano). Esta justicia
retroactiva contribuiría, además, al efecto disuasorio sobre los
pederastas y sus encubridores.