https://elpais.com/elpais/2018/08/01/opinion/1533143456_597522.html
TRIBUNA
Carta a Pedro Sánchez
El autor, quien sufrió graves abusos en la infancia,
sugiere cambios legales para proteger a los menores. Como una reforma
judicial para que en casos de violación infantil, niños y niñas declaren en
privado, con la presunción de que dicen la verdad.
James Rhodes, en el Teatro
Kamikaze de Madrid en mayo. Jaime
Villanueva
James Rhodes
3 AGO 2018
RAQUEL MARÍN
Apreciado señor Sánchez:
Llevo más de un año viviendo en España. Para mí, este
país es mi casa; me he enamorado completamente de él, hasta la médula. Pago
impuestos aquí, intento contribuir de manera productiva y mi deseo es que,
en algunos años, me haya ganado (y elijo esta palabra con intención) el
derecho a ser ciudadano de este maravilloso, generoso, fantástico y bonito
país mentalidad más abierta en muchos temas. Por eso le escribo esta carta.
Tenemos un grave problema. Y tiene que ver con su
sistema judicial y con el trato que da a los menores. Quiero que sepa que
hablo con conocimiento de causa: de niño me violaron repetidamente. Los años
ochenta fueron una gran época para los pederastas: aunque los adultos veían
que sangraba, lloraba y me ponía histérico, me enviaban de vuelta a los
brazos (piernas, mejor dicho) de mi violador. Una y otra vez. Esa gente que
tenía puestos de responsabilidad sabía que algo malo pasaba, pero nadie
hacía nada y, de nuevo, me mandaban junto a él. Durante cinco largos años.
Solo el 15%
de los casos se denunció a la policía. De ese 15%, el 70% nunca llegó a
juicio
Todavía estoy pagando el precio de haber tenido esa infancia. También mis
seres queridos. Tengo prótesis de metal en la espalda, resultado de las tres
operaciones a las que tuve que someterme para intentar reparar el daño que
me habían causado las agresiones sexuales. He intentado suicidarme
demasiadas veces y me he pasado también demasiados meses en instituciones
psiquiátricas. He probado todos los medicamentos que las grandes
farmacéuticas han tenido a bien inventar, he destruido relaciones, me he
autolesionado con rabia y he hecho todo lo que se me ha pasado por la cabeza
para intentar detener ese zumbido incansable y violento que me retumba en la
cabeza. Desde que vivo en Madrid, ese zumbido se ha convertido al fin,
milagrosamente, en un rumor lejano la mayor parte del tiempo que estoy
despierto. Lo que quizá explique por qué este país significa tanto para mí.
Pero cuando veo en las noticias que hay tantísimos fracasos en la protección
de los derechos de los niños, de consecuencias catastróficas, no puedo
evitar sentir náuseas.
He aceptado que nunca se haga justicia por lo que me
pasó (mi violador murió antes del juicio). Pero también me he prometido a mí
mismo que si alguna vez tenía frente a mí un altavoz, por pequeño que fuera,
lo usaría para hablar de este tema. Y por eso le escribo esta carta. Aquí,
en España, me siento afortunado. Puedo hablar de ello en la Cadena SER y
comentarlo con Buenafuente en la televisión o en las entrevistas de los
periódicos. Puedo darles copias de mi libro Instrumental a todos
los jueces del país, porque explica claramente qué secuelas tienen los
abusos. Pero, al final, todo acabará cayendo en saco roto. La única persona
que puede cambiar las cosas de verdad ahora mismo es usted.
Tengo ante mis ojos unas hojas con miles de palabras,
enviadas por Save the Children España, que harán que se le salten las
lágrimas. Aquí tiene algunos ejemplos:
Aunque el 70% de las víctimas infantiles diga que
avisó a un adulto de lo que pasaba, solo el 15% de los casos se denunció a
la policía. De ese 15%, el 70% nunca llegó a juicio.
En cinco
de las diecisiete comunidades prestan un servicio universal gratuito a las
víctimas infantiles
El proceso judicial dura como promedio tres años; en algunos casos se llega
a los cinco. El abuso sexual dura como promedio cuatro años.
En el 86% de los casos, el menor tiene que declarar
en sesiones plenarias, en juicios a puerta abierta, delante de tres jueces y
también del presunto autor de los hechos.
En España, solo cinco de sus diecisiete comunidades
autónomas prestan un servicio universal gratuito a las víctimas infantiles
de los abusos sexuales. En el caso más tristemente célebre de España, el de
los Maristas, de las 17 acusaciones que hay contra Benítez, el autor
confeso, 13 han prescrito. ¿Cómo puede ser que no vaya a ser juzgado por
todos estos crímenes cometidos? Además, ¿qué ha fallado tan estrepitosamente
para que durante más de treinta años un profesor pudiera abusar de sus
alumnos sin que nadie lo denunciara?
Podría seguir y seguir…
Sé que usted leerá esta carta. Y sé que en la
política y en la ley las cosas van despacio. Pero también sé que si entrara
en una habitación y sorprendiera a alguien violando a un niño, no se movería
con lentitud. Le sorprendería ver que uno es capaz de actuar con muchísima
rapidez. Y de soltar un puñetazo la hostia de fuerte. Estoy aquí para
decirle, para prometerle, para asegurarle que, aunque en este momento no vea
con sus propios ojos cómo violan a un niño, está sucediendo ahora mismo.
Cuando usted lea esto, estará pasando. Siempre está pasando. Y necesito que
actúe rápido.
Me han sugerido (en Twitter, claro) que, como soy
anglosajón, un huésped de este país, mejor “no me meta en política”. Pero
esto no tiene que ver con la política, sino con la humanidad. El sistema
creado específicamente para proteger a los más vulnerables se ha roto y ya
no sirve.
Estoy seguro de que este asunto no es nuevo para
usted; que ya tiene una idea de lo que quiere conseguir y de cómo va a
hacerlo. Yo solo quiero ayudar. Me gustaría, junto con Andrés Conde,
director general de Save the Children España, reunirme con usted un par de
horas y ayudarle a lograr que España sea un lugar más seguro para sus niños
y niñas. Sabemos lo que hace falta: lo más urgente es una formación
obligatoria, unos protocolos y una reforma profunda del proceso judicial
para que en los casos de abuso sexual infantil se respeten de verdad los
derechos del niño y también sus necesidades particulares: que haya juzgados
específicos, con jueces preparados y juicios rápidos para que el menor
declare solo una vez, en privado, con la presunción de que está diciendo la
verdad. Cuando se trate de niños, hay que dejar de distinguir por ley entre
abuso y agresión: siempre es agresión.
Quiero que apruebe una nueva ley que erradique la
violencia contra los menores y adolescentes, y que se centre especialmente
en las medidas preventivas, tal y como le ha sugerido en dos ocasiones el
Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas al Gobierno de
España.
Un periódico publicó hace poco un artículo que decía
que “a Rhodes lo violaron repetidamente durante su infancia y Bach lo salvó,
pero ni siquiera esa experiencia límite lo convirtió en un músico
excepcional”. Y, aunque quizá suene raro, por desgracia es verdad. No soy
para nada un músico excepcional. Pero creo que sí puedo ser un recurso
excepcional para usted y su equipo en la tarea de cambiar las cosas a mejor
de forma permanente para los niños y niñas de este país. Por favor,
contésteme, veámonos y pongámonos manos a la obra.
James Rhodes es
pianista, autor del libro Instrumental. Memorias de música, medicina y
locura (Blackie Books). @JRhodesPianist
Traducción de Laura Ibáñez.
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