SUSPENDIDO
EL JUICIO CONTRA SOLEDAD PERERA
16 de Octubre 2008
Hoy estaba prevista la
celebración del juicio por desobediencia contra Soledad Perera (la que fuera madre adoptiva de PIEDAD) en el juzgado de lo
penal nº 1 de Las Palmas de Gran Canaria, pero fue suspendido porque el abogado
de la defensa renunció el pasado viernes y Soledad no ha podido hacerse con
otro abogado que lo preparase debidamente, por lo que se adoptó la decisión de
suspenderlo y aplazarlo hasta que el nuevo nombramiento se produzca. A tal
efecto, según informó la propia Soledad, parece que en los próximos días será
D. Eligio Hernández (el que fuera
Fiscal General del Estado) quien se acreditará ante el Juzgado como nuevo
letrado de la defensa, quedando pendiente nueva fecha para la celebración del
juicio.
Son muchos los ciudadanos y
ciudadanas canarios, incluso de la península, que están mostrando su apoyo y
solidaridad con Soledad Perera, a quien consideran una víctima de unas
circunstancias en las que se vio envuelta ella y su familia, después que la
Administración canaria le hubiera entregado una niña para adopción, y tiempo
después se iniciara un intenso y polémico procedimiento de devolución a una
madre biológica de la que llevaba casi cinco años separada.
Los episodios y vicisitudes
del caso tuvieron amplio eco en los medios de comunicación entre 2006 y 2007,
creándose un ambiente general de apoyo a la estabilidad familiar de la niña
(popularmente bautizada PIEDAD) y de rechazo a mecánicas administrativas y
judiciales, básicamente carentes de humanidad, pues los derechos de la niña
que recoge la Convención de la ONU de 1989 y el ordenamiento jurídico español,
no se tuvieron en cuenta, hasta el punto de que se la hizo permanecer (“por su
beneficio”) varios meses en un centro de menores y se le cortó cualquier tipo
de comunicación o noticia del mundo afectivo y el paisaje que le fueron
literalmente amputados por imperativo legal.
A la ciudadanía no le suena
bien eso de que quien fuera el alma y vida de una niña desamparada que había
pasado tres años en centros de menores y que luchó hasta el límite de lo
imposible por evitarle el grave trauma de sufrir un nuevo desamparo, sea ahora
carne de juzgados y de condena como una delincuente, y, en cambio quienes en la
Administración o en el sistema judicial, han sido responsables de medidas y
criterios que son el origen y la causa de los sufrimientos y de los traumas que
se provocaron, campen ahora por sus respetos y caigan con todo su peso contra la
parte más débil, y, diríamos, la más noble de una escenificación de despropósitos
que tuvo de todo menos de protección de una menor.
Resulta patético que por un
lado PIEDAD sugiera a los legisladores la necesidad de reformar el Código Civil
para evitar situaciones semejantes, y por otro se persiga y se condene a quien más
la ha querido y a la única que de verdad ha jugado un papel digno en esta
lamentable historia.
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