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Del Director. Un agujero mayor en un problema menor 

Diario Canarias 7 - Francisco Suárez Álamo,

10/05/2007

"No hay que exculpar a la Consejería de Asuntos Sociales de sus errores en menores"

Al Gobierno de Canarias le ha estallado en pleno final de legislatura un problema mayor que tiene un origen menor. En los menores, quiero decir. El azar – ¿o no? – ha querido que coincidan en el tiempo varios casos donde los menores son, por desgracia, los protagonistas y donde los errores cometidos en la Consejería de turno – Empleo y Asuntos Sociales – han quedado en evidencia. De entrada, hay que reconocer que fácil no debe ser torear esa materia. Y no debe serlo cuando, después de tantos años de autonomía y tanta gente desfilando por la citada Consejería de Empleo y Asuntos Sociales, cada poco tiempo llega alguien nuevo que intenta cambiar el rumbo y aplicar una nueva metodología. 

La Dirección General del Menor se ha convertido así en una sala de experimentación, donde unas veces el péndulo oscila hacia la vertiente de la dureza frente a los niños y en otras ocasiones se decanta por la política del abrazo y el consentimiento con el argumento de que, pobrecitos ellos, son unos incomprendidos a los que se debe consentir casi todo. Para más inri, la cosa se enreda todavía más cuando en ese concepto un tanto difuso que se denomina menor entran desde los recién nacidos en desamparo a los que resulta fácil encontrar padres de adopción a adolescentes y jóvenes talluditos, con o sin problemas de adaptación, a los que con mucha mayor dificultad se les encuentra un adulto dispuesto a asumir el reto de llevarlos a casa. Añádase a ello el capítulo aparte de los menores inmigrantes, que ha sido uno de los grandes dramas de la legislatura que finaliza, y donde el Gobierno de Coalición Canaria, que tanto presume de gestión y de capacidad de persuasión ante Madrid en cuestión de infraestructuras, ha sido incapaz de convencer al gabinete de Zapatero de que el problema de quien llega en cayuco o patera no es de Canarias, sino de toda España. Pero una vez reconocidas las dificultades, no hay que exculpar a la Consejería de Empleo y Asuntos de sus errores. Tras la salida de Águeda Montelongo de ese departamento, nos vendieron la moto de que se iban a corregir todos los males y, a la hora de la verdad, la moto en cuestión se cala con demasiada frecuencia. El caso de Piedad es probablemente el más hiriente, y no tanto por la actitud de la mujer que acogió en su día a la niña, sino por el comportamiente de una Administración que ha estado dando largas a las posiciones de la Justicia, que ha alimentado la tesis subjetiva de la citada madre de acogida y que, luego, cuando la bola de nieve crece demasiado y coge autonomía, opta por cambiar de bando y se pone a perseguir a la señora en cuestión. Más hipocresía no cabe en tan corto espacio de tiempo.