CASO
PIEDAD
Días
atrás se publicaba en el Diario de Las Palmas “La Provincia” una noticia
sobre el caso Piedad donde no constaban fuentes de los datos que en ella se
aportaban y tampoco firma de ningún redactor.
Esta
noticia, que estaba encabezada por un nombre y apellido completo y hablaba de
una fecha de un juicio penal dando datos concretos sobre la pena solicitada de
un procedimiento señalado, no tenía, a nuestro entender, más intención que
la de dañar el nombre de una persona y de su familia y confundir a la opinión
pública omitiendo datos y acentuando otros, desvelando fechas y
acontecimientos, quizás, con el único fin de reunir espectadores el día del
juicio e intentar lograr hacernos bajar la cabeza,
desacreditando así a una familia a la que relacionan con penas de cárcel
públicamente como si de delincuentes o de terroristas se tratase.
Por
este motivo, por el grave daño que ha intentado ocasionar el enfoque de dicha
publicación procedemos a puntualizar los siguientes aspectos:
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El caso Piedad surge de una adopción nacional (también llamado
acogimiento pre-adoptivo), nunca de un acogimiento temporal o transitorio.
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La Dirección General de Protección al Menor
la Familia se ocupó de buscar y asignar unos padres a una menor que
residía hacía años en una casa de acogida. Nunca se buscó un hijo para unos
padres.
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Se entrega esta Menor para ampararla, cuidarla, protegerla, alimentarla,
educarla y quererla.
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Se prepara esta Menor en la casa de acogida para recibir a sus padres,
hermanos y familia.
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Se firman los documentos de adopción nacional o acogimiento pre-adoptivo.
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Y después de la niña adaptarse, superar muchas carencias y sentirse
querida surge el Caso Piedad por los motivos ajenos que fuesen.
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De vivir algo más de dos años integrada y feliz en el seno familiar,
querida por sus abuelos, tíos, primos, hermanos, amigos, compañeros,
profesores, padres… de sentir un lugar y un espacio propio se acaba todo para
nosotros pero principalmente para Ella.
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Sus padres, su familia y cuantos la han querido sienten el enorme orgullo
de haber formado parte de su vida dándole todo el amor y arrancándole muchas
sonrisas que yacían antes extraviadas.
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Nos produce orgullo haberla visto dormir plácidamente, superar todas sus
afecciones físicas y emocionales. Haberla cogido en brazos para que viese a los
Reyes Magos, contemplarla abrir los regalos de sus cumpleaños y soplar las
velas de sus tartas.
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Nos sentimos orgullosos de haberla vacunado, cuidado y medicado, de
sentarnos a los pies de su cama para contarle el cuento de winnie de pooh, de
enseñarle a saborear el potaje y a masticar la comida.
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Nos sentimos orgullosos de haberle despojado la expresión de soledad de
su rostro y de reír haciéndole cosquillas a los monstruos que asomaban, al
principio, en sus sueños.
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Nos sentimos orgullosos de haberla cuidado, protegido y amparado como
ella nos demandaba y nosotros respondíamos.
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Nos llenamos de orgullo por
haber tenido miedo de exponerla a un grave riesgo como se recogía en documentos
oficiales de expertos.
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Nos sentimos orgullosos de tenderle los brazos cuando ella se aferraba a
nuestras piernas, de haberle enseñado el sentido y el valor de la familia e
inculcado los principios que rigen el buen vivir.
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Nos sentimos orgullosos de habernos ceñido al Derecho, a lo que dictan
las leyes sobre la infancia, a lo que nos indicaba en todo momento la Dirección
General de Protección al Menor y la Familia, al amor y seguridad que sentía
Piedad por nosotros. Ya, ni siquiera nosotros por Ella.
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Cumplimos cada unos de los requisitos humanos y legales que nos exigía
el amparo y la protección de un menor.
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Y con creces, esta familia, familia que ya anteriormente estaba formada,
le dio toda la felicidad que supo darle.
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En ninguna universidad se imparten clases
de cómo desprenderse de un ser querido, de un niño, de un hijo. De cómo
aprender a despojarla a Ella de nosotros.
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Y ni la Dirección General
ni el cuerpo judicial nos la impartieron. Nadie se ocupó de nosotros ni de
ayudarnos a cómo separar a dos hermanas pequeñas que se adoraban.
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Esta familia ha sufrido y sufre lo indecible pero se siente y siempre se
sentirá orgullosa de haber afrontado un caso tan sangrante, cuyo origen y
evolución estuvieron y están repletos de incógnitas que nosotros nunca
pudimos entender ni aclarar porque
nos hallábamos y nos hallamos inmersos en una historia dramática que no
deseamos que nadie viva.
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Esta familia hoy duerme con el dolor perenne por la incertidumbre
desgarradora de no saber NADA de Ella pero duerme con la conciencia tranquila.
Por lo tanto estamos orgullosos de haber entregado el más noble de los
sentimientos de la forma más honrada y leal porque nadie, absolutamente nadie
nos puso límite al amor.
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Por ello y, sin ningún ánimo de desafío, deseamos dejar claro que no
podemos sentirnos avergonzados ante el enfoque y premura de tal noticia ya que
no somos delincuentes ni asesinos y esta historia se resume simplemente a “una
familia que supo amar y una pequeña que necesitaba sentirse amada”.
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Respetando la libertad de expresión de cada uno y aclarando lo que nos
parece desmesurado y carente de
toda humanidad, sólo agradecerle, absolutamente a todos los medios de
comunicación, entidades, familias y personas su comprensión.
Soledad Perera
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