LP CONFIDENCIAL
JUSTICIA
Y AUTOCENSURA
TERESA CARDENES, Diario La
Provincia, Las Palmas de Gran Canarias,
18/05/2007
Proclamo mi
disidencia, me declaro en rebeldía ante el gesto protagonizado ayer por
los magistrados de la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Las
Palmas, que han pedido la intervención del fiscal jefe del TSJC para que
depure responsabilidades, "incluso penales", por el tratamiento
informativo del llamado caso Piedad.
Se quejan los magistrados de tres cosas. Uno, de "la alarma
social" ante lo que ellos entienden como "manipulación
informativa". Dos, "la incitación al incumplimiento de las
resoluciones judiciales y la obstrucción a la Justicia", que creen
haber visto respaldadas por algunas instituciones o cargos públicos. Y
tres, "la falta de respeto a la función jurisdiccional y el ataque
directo a las personas que la desempeñan", que ven próximas a un
delito de calumnias. Y advierten con formular querellas.
Nunca un comunicado de origen judicial pudo generar tanta estupefacción,
y menos tratándose de un tema periodística y socialmente tan caliente
como el de la niña Piedad. Claro que, como cualquier otro ciudadano, juez
o no, cargo o público o no, los profesionales de la Justicia tienen
derecho a defender su honorabilidad y su quehacer profesional. Pero no
parece que deba interpretarse como el derecho a la intocabilidad, a la
inmunidad absoluta ante la crítica, como si el Tercer Poder y quienes
imparten Justicia tuvieran el privilegio de sojuzgar al cuarto y quedar
fuera del espejo público que son los medios de comunicación y no se
sintieran concernidos por el derecho a la libertad de información y de
opinión.
¿Dónde aprecian los jueces manipulación informativa? ¿En la difusión
pública del dolor o las iniciativas legales de la familia de acogida de
Piedad? ¿En la reproducción de los comunicados de colectivos que han
denunciado un maltrato institucional a una niña enferma, que lo último
que necesita es enfrentarse a situaciones de estrés tan duras como las
que ha tenido que vivir? ¿Acaso pasa por la cabeza de algún juez decir cómo
han de hacer su trabajo los periodistas, cuya tarea, que lo sepan, es
mucho más que reproducir como loros descerebrados los comunicados, la
verdad oficial, y amén? ¿Acaso hemos de atribuir a jueces y magistrados
la virtud de la infalibilidad, y autoimponernos por ello la autocensura?
Que nos lo expliquen. A poder ser, clarito.
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