Juan Manuel Fernández del Torco Alonso
HOLA, PIEDAD. No sé dónde estás...,
si internada en un servicio de salud, o protegida en un centro de menores, ¡a
salvo! de aquellos que te quieren, te han cuidado y están dispuestos a
afrontar lo indecible por seguir cuidándote y queriéndote, pues éste es el
amargo destino al que te ha conducido el sistema judicial español, el mismo
que, desde la más desconcertante paradoja, alimentada por la miope
interpretación del imperativo legal en manos de espíritus desbordados por
las más inhumanas literalidades normativas, aquellas que se pueden también
transmutar en "razones" para servir a objetivos más
"importantes" y que escapan a la comprensión de las personitas como
tú, o a la encallecida experiencia de individuos como yo, y sirven, ¡pueden
servir!, al "arcano" propósito de que un asesino convicto llamado
De Juana Chaos pueda reinsertarse en su entorno familiar, aunque hubiera
segado la vida de más de veinte inocentes (como tú), pero, para aquello de
lo que eres estrictamente irresponsable (nacer rodeada de miserias y
desgracias, administradas por una madre, tu progenitora, instalada y sometida
a unas circunstancias, que en nada te iban a reportar dignidad, seguridad,
esperanza), pueden resultar lastrantes piedras de molino atadas en el cuello
de los deseos de tus, hasta ayer, más dilectos protectores.
Los naipes que te habían tocado en
la fatal mano de tu nacimiento, el croupier de la justicia parece que te los
ha vuelto a servir, pues de "facto", con el trato al que te viste
sometida en la clínica el 10 de mayo, debiste pensar (cualquiera pudo pensar)
que te encontrabas en un estado meramente policial, huérfano del derecho que
se propicia en una benemérita y acogedora democracia. Y te lo dice, y lamenta
decirlo, alguien que administró justicia durante más de veinticinco años en
esta, tu tierra y la mía… Quien, con la hiel de la tristeza, cree
protagonizar una pesadilla producida por una indigesta mujer (la Justicia)
tuerta, de la que estaba profundamente enamorado, y que formó parte de su
corte de incondicionales y confiados servidores; que observa desde la
perplejidad interpretaciones jurídicas tan lejanas de la realidad social
donde deben ser aplicadas.
La pesadilla que te refiero es más
perturbadora aún cuando los que debieran ser abrazos protectores, al
despertar, descubres que son zarpazos de "nominalismo" estrictamente
normativo, una especie de vulgar letra de canción, ¡sin música!, sin el
vivificante pálpito del "sentir" social, ni su ánimo transparente,
no apocado, que se expone a la vista de la comunidad sin vergüenzas,
publicitando sus acciones…
¡Lo sé!, ¡me consta!, ¡los he
experimentado, formulado, ejecutado!.., aquellos análisis y consideraciones
que quizás sean válidos en otros ámbitos del ordenamiento jurídico, pero
no en la esfera en que se encuentran inmersos "pedacitos de vida"
como tú, porque les guste o no, eres aún un sujeto de derecho y tienes el
privilegio de demandar que se te proteja, que no se te lesione, por aquellos
que, embriagados por el no siempre fácil de metabolizar poder jurisdiccional,
no tengan el deber (cuando no, ¡la necesidad!) de oírte, ni por ello de
convertirte en mera consentidora del derecho o, a lo peor, en un mero sujeto
autista de la Administración de Justicia.
Por ello, Piedad, no desesperes en tu
hipostasiada "celda", ya que no has cometido delito alguno por el
mero hecho de nacer, y..., a pesar de que hoy seas una pequeña princesa
encadenada y te veas lamentando tu fortuna -y me consta que hoy no entenderás
estas líneas-, mañana, cuando brille el sol de la humanitaria sensatez, verás
que no todos los que son o han sido jueces comparten o aplauden la letra de
esa absurda canción sin música que te han "dedicado".
Piedad, te profetizo que este lúgubre
destino no es la fuerza invisible que rige el mundo contra la que los humanos
no podemos rebelarnos. No llores pensando que vas a rendir tu futuro, porque sólo
has, ¡hemos!, perdido una batalla, tu admirable y valiente familia, yo mismo,
las personas perplejas aún por la agresión sufrida..., no la guerra. Y la
gente de bien, el pueblo de Canarias, está contigo, mi princesita, mi niña,
mi pedacito de vida clavada en nuestro corazón