Las denuncias
constantes han arruinado económica y anímicamente a María Salmerón. Una
violencia económica que muchas víctimas han denunciado. La realidad es
que Antonio Ruiz fue condenado en firme a 21 meses de prisión en 2008
por violencia de género hacia Salmerón, pero nunca pisó la cárcel.
También hubo una denuncia por violencia sexual hacia Salmerón, un delito
por el que finalmente no fue condenado. Pero no porque no se pudiera
demostrar (los hechos quedaron plenamente acreditados), sino porque el
juez entendió que no se trataba de un delito "punible". Seguramente
porque ocurrió dentro del matrimonio.
Denuncia tras denuncia
este hombre al que la Justicia parece dar la razón en momentos
puntuales, pero que el sentido común se la niega, ha conseguido uno de
sus objetivos. Meterla en prisión.
Denunciar
insistentemente durante años es una forma habitual que utilizan los
maltratadores y las organizaciones que los apoyan, para prolongar la
violencia de género. Lo saben muy bien las expertas que luchan contra
esta violencia. En América Latina, esto incluso tiene incluso un nombre:
"querulante". El funcionamiento del sistema de Justicia es perfecto para
este fin. Una justicia que mira hecho a hecho, sin tener en cuenta el
contexto, es un coladero idóneo para ejercer este maltrato. No en balde,
en una entrevista reciente a este medio, Salmerón afirmaba: "Mi exmarido
quiere acabar conmigo y la
Justicia está siendo su cómplice en el maltrato". Da igual cuántas
leyes se aprueben contra la violencia hacia las mujeres y hacia la
protección de los menores. Si la Justicia no revisa su funcionamiento y
si existen jueces y juezas dispuestos aceptar una tortura de dos décadas
contra mujeres cuya única voluntad es la de proteger a sus hijos de
hombres violentos, el castigo hacia ellas estará servido. En España
existen, lamentablemente, demasiados ejemplos. Miriam Ruiz Salmerón
siempre afirmó no querer ver a su padre. "Me daba miedo y me lo sigue
dando", explicaba en Público en la primera entrevista que
concedió a un medio
cuando ya había cumplido la mayoría de edad.
Ella dijo en sede
judicial a sus 15 años que era ella quien no quería verle y la Justicia
la oyó. Un auto estableció en 2015 que Miriam vería a su padre "cuando
quiera, donde quiera y si quiere". Sin embargo, de poco sirvió esto para
acabar con la violencia institucional.
Una violencia
institucional que, como explica la Relatora Especial de la ONU sobre la
violencia contra la mujer,
puede llegar a calificarse de "tortura". Uno de los últimos
episodios de esta violencia la realizó hace poco el Gobierno más
progresista de la historia de nuestro país. La ministra de Justicia,
Pilar Llop, decidió denegar el indulto hacia esta madre, solicitado por
más de 300 organizaciones y 500 firmas individuales. En su argumentación
sirvió en bandeja la cabeza de Salmerón y dio la razón a los
maltratadores y a los grupos organizados de hombres que se unen contra
la ley de violencia de género y contra las políticas en pro de una mayor
igualdad. Según Llop, su ministerio tenía las manos atadas porque, como
afirmó, Salmerón era reincidente. Reincidente de unos hechos que habían
ocurrido entre los años 2012 y 2014 y que, además, no se podían volver a
repetir. Reincidente de proteger a su hija de un padre maltratador, a
pesar de que la legislación aprobada en los últimos años rechaza la
concesión de visitas a los hombres condenados o procesados por violencia
de género. Reincidente de reafirmarse una y otra vez en que lo único que
hizo fue respetar la voluntad de su hija. A día de hoy los hechos por
los que se condenó a María Salmerón no serían delitos.
Con los mismos
mimbres dos Gobiernos del Partido Popular concedieron a Salmerón tres
indultos parciales y la libraron de la cárcel. El presidente Mariano
Rajoy, incluso, le dio un premio por su valentía y coraje en la lucha
contra la violencia de género, lo que fue aplaudido por todos los grupos
políticos.
Hoy Salmerón entró
en prisión. Ahora díganle a las mujeres que denuncien la violencia de
género o que recurran a los juzgados a denunciar la violencia sexual de
los padres hacia sus hijos. Con la entrada en prisión de María Salmerón,
las madres están más solas y los menores y adolescentes más
desprotegidos. Diga lo que diga la ley.