Recordemos que todo surgió porque Marruecos, bien arropado
por Estados Unidos e Israel, se atrevió a desafiar
las fronteras de España, y por ende de la Unión Europea,
mediante la utilización de menores de edad,
vulnerando los Derechos Humanos de estos niños y sumiéndonos
en un conflicto externo e interno, que ahora hay que
resolver.
El Defensor
del Pueblo, Francisco Fernández Marugán, declaró alto y
claro el pasado día 15 que la repatriación a
Marruecos de los menores no acompañados infringe la ley y
los derechos humanos. Añadía: “El proceso de
repatriación ha de ser claro y transparente. Lo que está
sucediendo en este momento en Ceuta no es ni lo uno ni lo
otro… El Gobierno tiene la obligación legal de explicar lo
que ha hecho y lo que ha acordado. Mientras no suceda,
incurre en una vulneración de la ley en España”.
La Fiscalía también ha pedido información
“caso a caso” de las repatriaciones de menores en Ceuta.
El
fiscal jefe de Ceuta ha cuestionado además que las
devoluciones se sustenten en un oficio sin firma de la
Secretaría de Estado de Seguridad: "No consta la tramitación
que, para la repatriación de menores no acompañados, exige
nuestra legislación de extranjería". También el fiscal
de sala de Menores de la Fiscalía General del Estado
remitió un oficio solicitando información al Ministerio del
Interior sobre la orden dada por Fernando Grande-Marlaska,
autorizando devoluciones grupales de niños y
adolescentes sin contar con el informe del Ministerio
Fiscal, que es un requisito exigido por la ley de
extranjería.
Sin embargo, pese a la solicitud de los fiscales, del
Defensor del Pueblo, del Consejo General de la Abogacía y de
diversas ONG, el Ministerio del Interior manifestó de inicio
su negativa a suspender las devoluciones por considerar que
todo era correcto y acorde con la ley. El Juzgado de Primera
Instancia e Instrucción 2 de Ceuta decidió el lunes 16
rechazar la paralización de las devoluciones. Pero, un día
después, un juzgado de guardia de Ceuta suspendió por 72
horas la medida a la espera de las explicaciones que pudiera
dar el Ministerio del Interior, para lo que fue
definitivo el testimonio de cinco menores que iban a ser
expulsados. El mismo día se conocía una resolución
del Comité de Derechos del Niño de Naciones Unidas,
solicitando a España suspender la expulsión y planteando la
transferencia de los menores a un centro de protección.
La zozobra de Grande-Marlaska
En todo este tiempo hemos visto al ministro deambular entre
la seguridad, la prudencia fuera de plazo y arrojar
balones fuera o apuntar a la presidencia de la ciudad
autónoma ceutí, todo en apenas 24 horas. Así, el
martes acataba las resoluciones judiciales, aunque afirmando
que podría explicar en las alegaciones cómo, según el
Acuerdo de 2007 con Marruecos, el procedimiento se basaba en
una coordinación óptima sin riesgo alguno para los niños y
jóvenes afectados. Pero si se lee el articulado de ese
acuerdo y su invocación a la legislación nacional e
internacional, se comprobará que no se han cumplido ninguno
de los requisitos que exigen en primer término la protección
de los derechos de los menores.
Debo decir que los
argumentos que desplegó el ministro ese martes en la
radio me resultaron algo indescifrables: "Retornas a
los que son retornables, no hay ningún riesgo para ellos",
señaló. "Aquellos susceptibles de retornar, dentro
del interés superior del menor, volverían; y si no, le
daríamos la tutela, que es un elemento esencial". El
ministro reconoció que la controversia se centra en los
expedientes individualizados, que los denunciantes aseguran
que no existen. Y si no hay expedientes individuales,
entonces me pregunto ¿cómo sabe el ministro quién es
retornable y quién no? Algo no encaja. Creo que resulta
insoslayable, para tranquilidad de todos, que esos
expedientes aparezcan porque, en caso contrario,
alguien no ha actuado de acuerdo con la ley.
Así las cosas, la
Sala de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia
Nacional solicitó, tras el recurso de una ONG, que
Interior entregara en 24 horas el documento que dio
inicio a las devoluciones y que marcaba un cupo
diario de 15 niños a repatriar.
En su contestación, Interior aseguró que de su departamento
no había salido orden ni acto administrativo alguno
en el sentido de devolver a los 700 menores marroquíes que
se encuentran en Ceuta, que pudiera ser recurrido
ante la Audiencia Nacional y que se limitaban en su escrito
al ruego del ministro de Interior de que “se efectúe el
retorno de los menores respetando sus intereses o derechos”.
Pero es que, además, Interior apuntaba hacia la presidencia
de Ceuta como solicitante de la aplicación del acuerdo con
Marruecos a fin de que los menores abandonen la ciudad
autónoma.
Sin embargo, según revelaba El Confidencial, el
correo electrónico que envió el 10 de agosto la
Secretaría de Estado de Seguridad (Ministerio de Interior) a
la Delegación del Gobierno en Ceuta instaba a que se
procediera desde ese mismo día a la repatriación de los
menores.
Tribunales y contradicciones
La respuesta de
los magistrados elevó aún más el nivel de desconcierto al
notificar, el miércoles 18 de agosto, un auto declarándose
competentes para resolver el recurso presentado por la
Asociación Red Española de Inmigración y Ayuda al Refugiado,
contra la repatriación y, a la vez, rechazando la medida
cautelarísima de suspensión que solicitaban los recurrentes
remitiéndolos a los órganos jurisdiccionales de la ciudad
autónoma. Para la Sala, no se deducen las violaciones de
derechos denunciadas que justifiquen medidas cautelarísimas.
Una vez más los tribunales se apegan a una exégesis vacía de
contenido mientras dejan los derechos humanos de los
más desvalidos abandonados a su suerte.
No tiene sentido discutir sobre el sexo de los ángeles
mientras 700 menores esperan preocupados, con miedo, su
futuro inmediato hacinados –no
olvidemos además las condiciones en que se encuentran–
en lugares inapropiados, pero aun así preferibles a
lo que a muchos les espera si retornan.
En este sí pero no, vengo y voy, con intervenciones
judiciales en uno u otro sentido, florece la contradicción
interna del Partido Popular, variando las opiniones según
desde qué punto de la geografía se expresen. Jaime de Olano,
vicesecretario de Participación, acusaba a Grande-Marlaska
de actuación ilegal y de enfrentarse a la justicia. Por su
parte, Juan Jesús Vivas, presidente de Ceuta, defendía una
actuación respetuosa de la legalidad, coordinada y conjunta
entre su institución y el Ministerio. A la vez, la Ciudad
Autónoma suspendía por cautela las repatriaciones a
la espera de la decisión de los tribunales sobre la
legalidad del procedimiento.
En cuanto a Unidas Podemos, la vicepresidenta Yolanda Díaz
habría transmitido desde el primer momento al presidente
Pedro Sánchez su inquietud por una posible
vulneración de derechos, pidiéndole su intervención
y la suspensión de la medida, lo que viene a crear un nuevo
punto de fricción en el ejecutivo de coalición.
¿Y los niños?
Lo más importante en esta lamentable historia de
desencuentros son los menores, y el deber que
tenemos todos de velar por el “interés superior del niño”,
principio basal de toda la Convención que los protege. Ha
trascendido, gracias a las ONG, que hay razonables dudas
sobre maltrato, abusos y otras vulneraciones de derechos de
estos niños que en muchos casos –explican–
no desean retornar a su país con sus familias, si es que
disponen de ellas.
Estoy muy de acuerdo con el
artículo publicado en estas mismas páginas por Javier de
Lucas cuando destaca en términos de lógica jurídica “…antes
que inmigrantes, antes que extranjeros, esos menores –niños
y adolescentes– son eso, niños. Por tanto, tras su llegada,
la respuesta a su presencia corresponde a las
autoridades de protección de la infancia, más que a
los responsables de la política migratoria…” Es decir,
primero debemos proteger los derechos de la infancia y luego
podremos ocuparnos de los aspectos migratorios. Y suscribo
su conclusión, en cuanto a que los derechos de los niños
“son más que una cuestión de Estado: marcan la línea entre
civilización y barbarie”.
Aviso para navegantes, claro y directo: hay que elaborar el
expediente de cada menor, como es legalmente exigible,
con los informes añadidos de la Fiscalía y el servicio de
protección de menores. No hay atajos, no hay
enmiendas que valgan, ni excusas posibles. Por no hacer las
cosas bien desde el principio, se ha perdido mucho tiempo y
se sigue perdiendo tiempo, afectando la vida cotidiana y los
derechos de estos menores.
Desde una perspectiva política, puedo entender la necesidad
perentoria de resolver el asunto y de hacerlo además al
gusto –todo
hay que decirlo–
del vecino del otro lado del Estrecho que demuestra que es
capaz de hacernos bailar al son que le interesa. Y claro
está que, para Marruecos, los Derechos Humanos no interesan
y la protección de la infancia le importa bastante poco.
Pero el ministro del Interior y el presidente del Gobierno
saben perfectamente que este lado del Estrecho es Europa, y
aquí sí que los derechos humanos importan, y mucho,
pues forman parte del ADN del proyecto europeo, forjado tras
la Segunda Guerra Mundial.
Aún están a tiempo de enmendar rumbo y abrir expedientes
individuales porque, a través de cada uno de ellos, es como
se podrá saber cuál es el interés superior del menor y el
alcance de la protección que necesita, en cada caso. La
invocación genérica a ese “interés superior del niño”, como
dice el ministro del Interior, resulta, por sí sola,
una afirmación hueca y desvela que lo que hasta ahora hemos
visto es una monumental chapuza.