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Juana Rivas, el final de
la huida
La madre de
los dos niños ha mantenido una peligrosa estrategia. Ella, o quienes la
asesoran, ha pretendido forzar la legalidad y solo ha logrado comprometer
cada vez más su situación judicial
Juana
Rivas, tras recibir la libertad provisional por el Juzgado de Guardia
de Granada. (Reuters)
Autor
Javier Caraballo
28.08.2017
Hace mucho tiempo
que Juana
Rivas decidió convertir lo suyo en un despropósito. Pudo ser
ella misma, o quienes la han asesorado en el proceso judicial, quien
llegó a la conclusión irrefutable de que, en los días que vivimos,
una causa judicial como la suya tiene que ganarse primero en la
calle. Un buen eslogan hace más que una sentencia; la mejor defensa
es una
campaña viral en las redes sociales.
Lo único que
ocurre es que esa estrategia, que acaba convirtiéndose en una
constante huida hacia delante, genera tanta popularidad como
frustración. Eso quizá no se lo advirtieron quienes
la jalearon. Pero es lo que ocurre siempre cuando se construye
una realidad
paralela, que crece y crece como pompas de jabón, hasta que
explotan en el aire. La cronología del caso
judicial de Juana Rivas se encuentra en ese punto exacto:
la huida hacia adelante ya no tiene más recorrido.
Personas
concentradas junto al juzgado de Granada en apoyo a Juana Rivas.
(EFE)
Puede suceder, sin
embargo, que Juana Rivas decida complicar definitivamente su vida, y
la de sus hijos, con un órdago mayor dedesobediencia
judicial que ya no podrá resolver como el anterior, con la
extraordinaria comprensión demostrada por el juez al que se
‘entregó’ después de haber permanecido desaparecida
durante un mes, con sus dos hijos. Ya ese día, el pasado 22 de
agosto, muchos debieron advertirle de que lo
peor que podía hacer era manipular y pervertir el verdadero
sentido de la orden judicial por la que quedaba en libertad, en vez
de ir a prisión por desobediencia, como aconsejaba la Fiscalía. Lo
único que hizo el juez, en realidad, fue no complicar más la
situación para que sea el
juzgado que lleva su caso el que adopte las medidas más
graves.
Pero Juana Rivas,
ella o quienes la asesoran, no solo no lo interpretó así, sino que a
la salida del juzgado alzó los brazos, con el auto judicial en la
mano, y
lo exhibió como si fuera la prueba definitiva de su victoria
sobre la Justicia. “Hoy me han escuchado, no
me voy a la cárcel, me voy a mi casa con mis niños y vamos
a seguir peleando”, dijo Juana Rivas al salir del juzgado. El matiz
casi inapreciable del “hoy me han escuchado”, al principio de esa
frase, es muy revelador de la
peligrosa estrategia que mantiene Juana Rivas. ¿Qué quiere
decir, que si un juez no le da la razón es que no la escucha? Eso es
lo que se desprende, por eso no se presentó en el juzgado que lleva
su caso, por eso, durante su comparecencia, solo quiso contestar
a las preguntas de su abogada y se negó a responder a la
Fiscalía.
La estrategia de Juana Rivas acaba convirtiéndose en una constante
huida hacia adelante y genera tanta popularidad como frustración
Luego dijo algo
más: “Ningún
maltratador es un buen padre".Como se advirtió aquí al
principio de toda esta polémica, ese debería ser el principal eje
del debate, aunque resulta imposible cuando la polvareda es tan
grande como la que se ha levantado en España conel
caso de Juana Rivas. ¿De verdad estamos seguros de que eso es
así? ¿Ningún padre condenado por maltrato debe tener derecho a ver a
sus hijos? Vamos a detenernos un instante en el caso de Francesco
Arcuri, la pareja de Juana Rivas durante mas de 10 años. La
condena que le otorga a Arcuri el calificativo de 'maltratador'
especifica queincurrió
en un delito de lesiones en el ámbito familiar, contemplado
en los artículos 153.2, 3 y 4 del Código Penal español.
Es decir, se trata
de delitos referidos a lesiones de menor gravedad o incluso a las
agresiones o el maltrato
que no causa lesión alguna. Una abogada experta en Derecho
de Familia, Penal y de Menores ha especificado uno de estos días de
trifulca mediática, mientras Juana permanecía desaparecida, que los
delitos contemplados en ese artículo pueden incluir desde
una bofetada a un empujón.
¿Suscribimos sin
dudarlo lo que dice Juana Rivas: todos los condenados por maltrato
deben perder
el derecho de ver a sus hijos el resto de sus vidas? Yo no
lo suscribiría, desde luego, pero al margen de lo que podamos opinar
cada uno de nosotros, quienes tienen que contestar a esas preguntas
son los
equipos psicosociales que atienden estos casos en los
juzgados. En el caso de Juana Rivas, después incluso de fugarse en
2016 de Italia, haciéndole ver a su pareja que solo venía a pasar
unos días de vacaciones, lo que han dictaminado los asesores del
Juzgado de Granada que llevan su caso es que existe una “vinculación
afectiva y segura con ambos progenitores”, padre y madre.
Por eso, en
diciembre del año pasado, se le ordenó a Juana Rivas que permitiera
a su expareja ver a sus hijos. En vez de hacerlo, comenzó
la campaña, con más
de 200.000 firmas recogidas a través de Change.org, para evitar
que los hijos vuelvan con sus padres maltratadores. Como se decía
antes, desde ese día, la popularidad de Juana Rivas ha ido creciendo
a la par que la frustración. Porque ella, o quienes la asesoran, ha
pretendido forzar
la legalidad y lo único que ha logrado ha sido comprometer
cada vez más su situación judicial.
Francesco
Arcuri, expareja de Juana Rivas. (EFE)
En la batalla de los juzgados, ha sido su expareja, Francesco
Arcuri, el que ha conseguido los mayores éxitos: una sentencia
firme para poder ver a sus hijos, con pronunciamientos
favorables de la Audiencia de Granada, del Tribunal Superior de
Justicia de Andalucía y hasta del Tribunal Constitucional. Y ante
los tribunales europeos, que es donde
pretende acabar Juana Rivas, la cuestión se le presenta más
compleja aún porque, al no haber presentado en Italia ninguna
denuncia por maltrato, la única realidad que se puede demostrar es
que Juana Rivas ha
vulnerado lo suscrito por España e Italia en el Convenio de La Haya sobre
sustracción internacional de menores. Punto final, por tanto. Basta
ya de esa espiral de equivocaciones que comenzó en el mismo instante
en el que cogió a sus hijos y dejó plantada a su pareja en Italia.
Desde entonces, Juana Rivas no ha hecho más que equivocarse
mientras todos a su alrededor la jaleaban. No debe existir
una forma más cruel de frustración.
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