Cualquier asociación o fundación sin
ánimo de lucro puede hacerse cargo de la gestión de un
centro de reforma de menores, las cárceles donde los
jóvenes de 14 a 17 años que han cometido alguna clase de
delito cumplen medidas privativas de libertad. Así lo
estipuló la Ley de Responsabilidad Penal del Menor, que
permitió a las comunidades autónomas –competentes en esta
materia– privatizar la gestión de los centros de menores y
delegar así en entidades particulares la ejecución de
medidas sancionadoras.
En España hay unos 11.000 menores en residencias y pisos
de acogida. Enrique Martínez Reguera, psicólogo y educador
con treinta años de experiencia con niños y jóvenes
marginados, da algunas cifras: “El cuidado de estos niños
aporta, de media, 3.800 euros por chico y mes, y si se
trata de un centro público, en torno a 9.000. Uniendo a
este montante las aportaciones de distintas empresas a
través de sus obras sociales, que funcionan como
patrocinadoras, y las donaciones de suelo público de las
comunidades, estas organizaciones acumulan pronto un
importante patrimonio”.
Los centros de protección de menores están prácticamente
en manos privadas. Y los de reforma han dado un giro hacia
la gestión privada, hasta el punto de que fundaciones,
asociaciones y empresas dirigen más del 70 por ciento de
ellos. Otro dato que prueba la dinámica de privatización
es que aproximadamente el 80 por ciento de estos centros
se ha puesto en marcha en los últimos diez años.
De los 58 centros terapéuticos existentes en España, 55
están en manos de entidades privadas. Dianova y O’Belén
acumulan 12 de ellos. Entre ambas instituciones gestionan
cada año unos 17 millones de euros (unos cinco Dianova y
cerca de doce O’Belén). Más del 90 por ciento de este
dinero procede del pago en concepto de servicios sociales
que les aportan las administraciones.
O’Belén se creó el 22 de junio de 1999. Los fundadores no
eran eminentes psicólogos, pedagogos y educadores, sino un
curioso elenco de políticos profesionales e importantes
empresarios bendecidos por Manuel Ureña, actual arzobispo
de Zaragoza. Entre los fundadores están Manuel Pizarro, ex
presidente de Endesa y diputado del Partido Popular;
Javier Herrero, consejero delegado de Iberdrola, y José
Morales, subdirector territorial para Madrid de Ibercaja.
Emilio Pinto, actual presidente de la Fundación O’Belén,
está diplomado en magisterio y fue portavoz del PP de
Sigüenza (Guadalajara). Carlos Moreno, gerente de la
fundación, es actualmente portavoz del grupo de no
adscritos en la Diputación de Guadalajara tras haber sido
expulsado del PP. María Calvo, responsable del
departamento de relaciones externas, fue concejal en
Guadalajara por el PP, y José Carlos Moratilla,
coordinador de delegaciones, comenzó su carrera política
en el CDS y ha sido presidente de la Diputación de
Guadalajara por el PSOE.
O’Belén se financia en más de un 90 por ciento con dinero
que le entregan las administraciones. Sin embargo, cuenta
con distintos patronos, como Peugeot, Alvargómez Gestión
Inmobiliaria, Grupo Lábaro, la Diputación de Guadalajara
y, hasta hace poco, también Ibercaja. El director general
de la entidad, José Luis Aguirre, remitió el pasado 30 de
marzo una carta en la que manifestaba la decisión de
abandonar el Patronato de O’Belén.
Otra de las grandes en la gestión de los centros de
menores, Dianova, está constituida por un conjunto de
organizaciones autónomas que desarrollan programas
sociales e iniciativas innovadoras en las áreas de la
prevención o tratamiento de las adicciones, de la
educación y del desarrollo personal y social de los
jóvenes, según la información que aporta la propia ONG.
Dianova España se encarga de la gestión de cinco centros
de menores con problemas de consumo de drogas. Según el
Plan Nacional sobre Drogas, “Dianova tiene su origen en la
escisión y posterior reorganización de personas y
profesionales vinculados a la asociación El Patriarca”, un
grupo fundado por el polémico Lucien Engelmajer y
catalogado en Francia en 1995 como secta por una comisión
de investigación parlamentaria. Cuatro años después, el
Parlamento francés alertó sobre Dianova, la calificó de
nueva marca de El Patriarca y señaló que “constituye el
ejemplo más representativo de estructuras comerciales
sectarias”.
La Ley 5/2000 sobre la gestión de la protección de menores
abrió la veda para que muchas de las organizaciones no
gubernamentales y fundaciones creadas años atrás
–coincidiendo con la aprobación de la prestación social
sustitutoria del servicio militar– se lanzasen a la caza
de adjudicaciones de centros de protección de menores.
Todas ellas, como establece la ley, se definen como
entidades sin ánimo de lucro y con un fin social. Según
José Luis Calvo, de Prodeni, asociación de defensa
de los derechos de los niños, “tienen órganos de gobierno
desproporcionados, con numerosos cargos directivos, cuyos
sueldos, coches oficiales y comidas salen de las
subvenciones que reciben de la Administración por
gestionar los centros de menores”. Pese a que en los
principios fundacionales de casi todas las instituciones
dedicadas a la protección de los menores se señala que
están dedicadas de manera altruista a los niños
desamparados, “en la práctica –según José Luis Calvo–,
quienes están detrás son políticos y empresarios de la
banca y de la construcción”.
Un ejemplo podría ser la Fundación Grupo Norte, ligada al
grupo empresarial del mismo nombre, que gestiona
actualmente cuatro centros de menores en régimen abierto y
semiabierto en la Comunidad de Madrid. Grupo Norte, con
cerca 4.000 empleados, posee una red de empresas de
limpieza, seguridad, trabajo social, telemárquetin y hasta
una ETT. Grupo Norte fue denunciada en febrero de 2002 por
los malos tratos a los que presuntamente eran sometidos
los menores del Centro Zambrana, en Valladolid. Esta
fundación es una entidad “sin ánimo de lucro” creada en
2001 por distintas compañías mercantiles pertenecientes a
Grupo Norte. El presidente del holding y de la fundación,
José Rolando Álvarez Valbuena es, además, consejero de
Mapfre Mutualidad, presidente de la junta asesora de
Fremap y ejerce las funciones de presidente del consejo de
administración de ocho sociedades vinculadas al grupo.
Alberto Fernández de Sannamed, presidente del Consejo
General del Colegio de Educadores Sociales, habla
directamente de la “precaria supervisión” que sobre estas
entidades privadas ejerce la Administración: “Se deja en
manos de las entidades privadas contratar a los
profesionales que se encargan de los menores”. Fernández
de Sannamed asegura que en los centros “trabajan personas
sin titulación universitaria o con una titulación
inadecuada. En muchas ocasiones solicitan perfiles más
propios de personal de seguridad que de trabajadores del
sector educativo”.
La Asociación para la Gestión de la Integración Social (Ginso),
bajo la supervisión de la Agencia para la Reeducación y
Reinserción del Menor Infractor (ARRMI), dependiente de la
Comunidad de Madrid, firmó en marzo de 2006 un convenio
por 157 millones de euros con el Gobierno regional para
construir y gestionar durante 15 años un centro de 130
plazas en Brea del Tajo. Según se puede leer en su propia
página web, el fin social de Ginso es desarrollar “un
proyecto que integra aspectos tan diversos como los
arquitectónicos, equipamiento, mantenimiento, seguridad,
procedimientos regimentales, administrativos, jurídicos,
psicológicos, sociales, formativos, prelaborales y
laborales”.
El presidente de esta asociación sin ánimo de lucro,
Alfredo Santos García, encargó el proyecto y la
construcción de la obra a tres sociedades. En una de
ellas, Icono Consultores SA, figura él mismo como
administrador único. En otra, Prodos Project-Process SL
–que ha cambiado su denominación–, figura también, esta
vez como uno de los cinco consejeros. Sus socios en esta
empresa son los dueños del Grupo Ibadesa, la tercera
compañía implicada y la encargada de construir el centro
de Brea de Tajo que forma parte del acuerdo firmado por la
Comunidad de Madrid con el consistorio del municipio, y
que se amplió luego a las localidades de Valdemoro y
Aranjuez.
La Fundación y Asociación Respuesta Social Siglo XXI (ARS)
gestiona en Madrid el Centro de Reforma Los Rosales
–enclavado en el antiguo módulo de mujeres de la cárcel de
Carabanchel– y el centro para chicas Puerta Bonita–. La
fundación está presidida por Ángel Miguel Blanco Sánchez y
el secretario es Sergio Jesús García Muñiz, dos personas
que nada han tenido que ver con asuntos de tipo social y
sí con empresas de distintos sectores, como el
inmobiliario o la gestión de patrimonio.