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http://www.publico.es/sociedad/racismo-asignatura-pendiente.html
Racismo, una asignatura pendiente
Entre los casos de acoso escolar, muchas veces se
ocultan conductas racistas o xenófobas. Expertos insisten en que hace falta
más prevención.

Una de las inicitivas para
combatir el racismo en los colegias son las Aulas Abiertas Interculturales /
PERIODISTAS DE FRONTERA
MADRID.- Llevaba sufriendo
los insultos de sus compañeras desde los 9 años pero no se atrevió a contarlo
hasta tres años después. El caso fue denunciado el pasado noviembre en un colegio
privado del Norte de Madrid. "¿No puedes permitirte comprarte otro jersey,
panchita? Vete a tu país” fue una de las últimas vejaciones que tuvo que
soportar esta niña de padres ecuatorianos.
Actitudes
como ésta no son generalizadas, pero siguen
existiendo en las aulas españolas. El Servicio de Asistencia a Víctimas
de Discriminación Racial o Étnica, perteneciente al Ministerio de Sanidad y
Asuntos Sociales, registró en 2015 un total de 55
denuncias referidas al sector
de la educación. La escuela, al fin y al cabo, es un pequeño reflejo de la
sociedad en que vivimos y en esa sociedad el racismo y la xenofobia sigue
siendo hoy la principal causa de los delitos de odio.
No
obstante, la escuela también puede ser un laboratorio de aprendizaje para
impedir precisamente que estas conductas se reproduzcan. “Agresor podemos
ser cualquiera de nosotros y, a veces, sin darnos cuenta”, se escucha en una
de las clases de secundaria del colegio Saturio, en el centro de Madrid. “No
solo hay agresores activos. También están los pasivos, los que se ríen, y
los indiferentes, los que se callan”, explica a los alumnos Ruth Aldavero,
una de las educadoras de la ong Movimiento contra la Intolerancia.
Esta
organización colabora con más 250 centros escolares de la Comunidad de
Madrid en tareas de prevención de la violencia, partiendo de una palabra
clave: dignidad. “Significa que todas las personas tienen valor. Si esto no
se les enseña desde el minuto cero vamos mal”, cuenta su presidente, Esteban
Ibarra. Este defensor de los derechos humanos alerta sobre la multiplicación
de los casos de intolerancia entre menores. “Ya sea por ser extranjero,
por ser negro, por ser LGTB, por ser gordo. Tienen mucha culpa las nuevas
tecnologías. Antes los chavales tenían una capacidad de hostilidad mínima,
pero ahora pueden hostigar en el colegio, en las redes, por watsapp”.
Como
desveló en 2016 la ong Save
the Children, uno de cada diez alumnos asegura haber sufrido acoso
escolar. Según Ibarra, sería bueno que en estos datos “se pusieran los
apellidos. Se dijera qué tipo de acoso es. Así nos permitiría saber cuál es
la forma de intolerancia sobre la que hay que trabajar con más hincapié. El
problema es que la prevención no se estila en este país, solo vamos de
bomberos cuando se produce el incendio”.
Burlas, insultos y acoso
Un 8,4%
del alumnado en España es de origen extranjero. El porcentaje se reduce
cada año a medida que muchas familias optan por marcharse empujadas por la
crisis. Hoy la mayor parte de estos estudiantes procede de África (un
30%), seguido de la Unión
Europea (28,8%) y América(26%).
Hace tres
años el Gobierno preguntó en una encuesta a estudiantes y padres migrantes
si alguna vez se habían sentido discriminados en el ámbito educativo. Un
12,5% respondió que sí. La mayoría aseguraba haber sufrido el rechazo de sus
compañeros en ciertas actividades y juegos. Otros hablaban de burlas,
insultos o directamente de acoso.
Según los
expertos, sufrir
racismo en el colegio puede marcar al niño toda la vida, sobre todo si
la experiencia traumática se sufre antes de los cinco años. Los efectos
psicológicos que experimentan las víctimas suelen ser el aislamiento, el
miedo o la culpabilidad. A veces también se pueden desarrollar alteraciones
más graves como fobias, ansiedad, estrés agudo o depresión.
“Conozco el
caso de una niña de 15 años que acabó suicidándose con un bote de pastillas.
En el colegio le llamaban la sudaca”, cuenta Esteban Ibarra. “Hay toda una
cadena de responsables: los propios agresores, el centro, los padres, pero
también están los responsables políticos. Educar para la tolerancia es un
mandato de la Unesco que estamos obligados a aplicar”, insiste el presidente
de Movimiento contra la Intolerancia.
Prejuicios traídos de casa
“Ahora a
los niños no les choca ver a alguien de otro color, está muy normalizado,
pero siguen existiendo prejuicios y estigmas”, denuncia Daniel Madjody. Este
profesor, de padre ecuatoguineano, trabaja en La Mina, un barrio de Sant
Adrià de Besòs (Barcelona). Enseña a niños de entre 8 y 12 años en una
escuela con altos
índices de exclusión social. La mayor parte del alumnado es de etnia
gitana, aunque también cuentan con estudiantes de otras nacionalidades.
Según él, “se ve a los inmigrantes como una amenaza, pero en realidad esa es
una visión que los padres transmiten a sus hijos. Muchas veces escucho
insultos que ellos han mamado en casa”.
Los
prejuicios se heredan, los hijos adoptan y utilizan contra compañeros de
clase un lenguaje que no es el suyo, acaban reproduciendo muchas de las
ideas preconcebidas de sus padres.
Según
mostró el CIS en su última encuesta sobre la inmigración del año 2014, un
35,7% de los españoles sigue pensando que la calidad de la
educación empeora en los colegios donde hay muchos hijos de inmigrantes.
Sin embargo, esa vinculación no es cierta. Es un prejuicio.
Lo advierte
el propio informe PISA. Si bien es verdad que en los exámenes de 2015, los
alumnos migrantes obtuvieron 26 puntos menos que los nacidos en España. El
informe destaca que los resultados tienen más que ver con el estatus
socioeconómico que con el origen de los niños. Coincide con este análisis,
Eva Martínez, pedagoga de la Liga Española de la Educación. “Que no hablen
de cultura, que hablen de pobreza, de la falta de empleo, de condiciones de
vida. Todo eso es lo que afecta al rendimiento escolar, no la
multiculturalidad”.
Un laboratorio de convivencia en San Cristobal
Eva
Martínez trabaja como pedagoga con varios colegios de San Cristóbal de los
Ángeles, el barrio con mayor proporción de población migrante de Madrid. Un 28,6%
frente a la media de 12,4% que
se registra en el conjunto de la capital. Esta zona también es la que
registra mayor índice de desempleo, un 17,37%. El doble de la media
madrileña.
En estas
circunstancias, mantener un buen clima de convivencia no suele ser fácil.
Por eso desde la Liga
Española de la Educación trabajan
con profesores y niños, pero también con las familias y los vecinos del
barrio. “Los niños ya están acostumbrados a vivir todos juntos pero queremos
que estén encantados, que sea para ellos un privilegio que haya muchas
nacionalidades en su cole. Hacemos hincapié en lo maravilloso que es la
diversidad”.
Entre las
familias y el centro escolar el principal punto de conflicto “suele ser el
idioma”, cuenta Zakia Elkhamlichi, madre de origen marroquí y mediadora
intercultural en San Cristóbal de los Ángeles. “Los padres no pueden ayudar
a estudiar a sus hijos porque ellos mismos no tienen estudios suficientes,
pero no saben cómo comunicárselo al centro. El colegio, por su parte, cree
que la
familia desatiende a los niños. Hay un vacío, faltan puentes de
comunicación”.
Una
herramienta clave en este barrio son las Aulas
Abiertas Interculturales. Se trata de grupos de aprendizaje cooperativo
en los que alumnos con dificultades tratan de ayudarse unos a otros, sean
del origen o nacionalidad que sean. Es muy útil, por ejemplo, para los niños
que no dominan bien el español. “Unos niños enseñan a otros y después se
intercambian los papeles. En el caso del idioma, es más fácil de lo que
pensamos los adultos. Lo aprenden en pocos meses”, explica la pedagoga.
En estas
aulas también tratan de prevenir
el abandono escolar, un grave problema en toda España. Somos el país de
la UE-28 con mayor tasa de abandono, de hecho estamos a casi doce puntos del
objetivo del 10% propuesto para 2020. La tasa de abandono del alumnado
extranjero es del 46%, la del español está en torno al 31%.
“Cuando hay
un porcentaje tan alto tendremos que plantearnos si el fracaso no es de los
chicos, sino del sistema. No se está teniendo en cuenta los contextos tan
difíciles de los que parten”, insiste Martínez, “desde pequeños están
machacados, hartos de escuchar que no sirven para nada. Me encuentro niños
que dicen que de mayor quieren ser chatarreros porque ven imposible otra
opción. Necesitan un refuerzo positivo para que sean ellos los que elijan
qué quieren ser”.
Cuando la escuela discrimina sin darse cuenta
Paola
Hurtado conoce bien lo que significa ser víctima de una agresión racista.
Con 22 años fue atacada por dos jóvenes de su edad mientras estaba en una
cabina telefónica. “Me preguntaron qué hora es y cuando les miré me echaron
un líquido en la cara. Después me gritaron negra vete a tu país”, recuerda
esta afrodescendiente de origen ecuatoriano. La rabia e indignación por
aquel episodio dieron paso al deseo
de cambiar las cosas. Así nació Educación contra la discriminación, una
ONG dirigida a garantizar el acceso a la educación superior de las personas
migrantes.
Como
denuncia Hurtado, en muchas ocasiones la discriminación parte del propio
personal del centro, aunque ni ellos mismos se percaten. “Tras entrevistar a
varios jóvenes de origen migrante descubrimos que sus orientadoras les
recomendaban siempre que hicieran formación profesional. Asumían que no
podrían acceder a la universidad. Ahí existe un sesgo discriminatorio”,
relata la activista.
Un estudio
sobre integración en Europa publicado en 2009 (llamado proyecto TIES)
confirma esta percepción. Según él, los profesores aconsejaban seguir los
estudios después de la educación obligatoria a un 78% de los hijos de
nativos frente a sólo un 42% de los hijos de inmigrados.
No se trata
de un racismo declarado, simplemente les subestiman. “Se supone que el
orientador tiene que animar al niño, pero hace todo lo contrario. Le acorta
los límites. Entonces ese niño no avanza, abandona”, critica Hurtado.
Suspenso en prevención
En 2015 el
Ministerio de Empleo y Seguridad Social puso en marcha, junto con el
Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia (OBERAXE), el Proyecto
FRIDA para insistir en la
prevención y detección del racismo en las aulas. El objetivo era crear un
manual con recomendaciones
para el profesorado, pero lo cierto es que nadie garantiza que se
apliquen. Hoy el verdadero trabajo preventivo depende de algunas ONG y de la
buena voluntad de maestros y directores. Sobre todo en los centros públicos.
Según datos del Ministerio de Educación, el 81%
del alumnado extranjero está en colegios públicos, solo hay un 13,4% en
concertados y menos del 5% en centros privados.
En muchas
ocasiones, como denuncia Victorino Mayoral, presidente de la Liga Española
de la Educación, ni siquiera cuentan con los recursos suficientes. En su
caso, en 2016 tuvieron que suspender todas las actividades que desarrollaban
en el barrio San Cristóbal porque la
administración les dejó sin fondos. “Para este año sí tenemos dinero,
pero es muy volátil. Al final, solo ponemos parches. El trabajo que hacemos
podría hacerse a lo grande, en más lugares y con más intensidad. Por eso
pedimos a la administración que nos permita una continuidad”, insiste.
La experiencia de estos años ha demostrado que la integración no solo
consiste en enseñar el idioma. La labor de la escuela también es hacer
comprender a los niños que la
diversidad es una oportunidad y no un problema. Como insiste Esteban
Ibarra, presidente de Movimiento contra la Intolerancia, “hay que buscar un
enfoque de la educación más humanista y menos competitivo. Es el fundamento
de la vida, o nos hacemos más humanistas o predomina la ley de la jungla”.
* Este reportaje ha sido realizado dentro del programa "Periodistas de
Frontera", impulsado por el Instituto Panos para el África Occidental (IPAO).
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