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Rafael, luchando por aprender

Un joven de 19 años con el síndrome de Asperger se queda fuera del sistema educativo tras no recibir el tipo de evaluación que requiere su minusvalía

DIARIO LA OPINION DE MALAGA, 30/09/2008  LOLA SÁNCHEZ. ANTEQUERA

Rafael Luque Guerrero era hasta hace poco tiempo un joven de 19 años alegre, cariñoso, amable con todo aquel que la prestaba algo de atención e inteligente, aunque un poco despistado en clase. No obstante, desde hace unos meses no quiere saber nada del mundo exterior.

"Han conseguido hundirle, deprimirle y hacerle pensar que realmente no puede llegar a nada", son las palabras angustiadas de su progenitora, María Dolores Guerrero, una auténtica madre coraje que desde hace dos años lleva luchando contra la administración educativa para que no releguen a su hijo, un joven diagnosticado con el síndrome de Asperger -un tipo de trastorno autístico-, al más absoluto abandono social y laboral.

Su discapacidad hace referencia a un tipo de interacción, que se ve perjudicada en el terreno educativo cuando debe enfrentarse a los exámenes. No obstante, es un chico que muestra una inteligencia normal, ya que su minusvalía no le afecta a este plano", continúo la mujer, vecina del pueblo malagueño de Cuevas de San Marcos.

La angustia para esta familia comenzó hace dos años, cuando tras acabar los estudios obligatorios de Educación Secundaria, María Dolores decidió matricular a su hijo en el instituto antequerano ´Los Colegiales´, donde comenzó a cursar un ciclo formativo de Auxiliar de Enfermería.

Ahora Rafael está fuera de la escolarización, después de haber agotado, según detallaron desde el centro, las cuatro convocatorias que hay para concluir este tipo de estudios. "La injusticia nace en que mi hijo no ha sido examinado según su discapacidad. Desde el principio solicité una adaptación curricular o dictamen de escolarización que hubiera permitido a Rafael demostrar sus conocimientos a través de un tipo de evaluación adapta a su problema", continúo María Dolores, a la vez que mostraba la multitud de cartas que en los últimos meses ha enviado al instituto y a la delegación solicitando, lo que por ley, se merecía su hijo.

Pánico a los exámenes. Rafael estudia como cualquier niño de su edad. Muchas veces una película o un paseo por el campo con los animales de su finca es mucho más divertido que sentarse delante de los libros. "Pero puede aprender como los demás", resaltó la madre.

El problema es que el joven siente pánico a la evaluación ordinaria. Delante de los folios se bloquea, se pone nervioso, y no es capaz de demostrar lo que en casa ha estado asimilando y entendiendo durante horas. "Una profesora me llegó a decidir que nunca se pondría en manos de mi hijo. Está claro que lo que han querido ha sido quitárselo del medio por falta de tiempo, pero no voy a consentir que la insensibilidad del centro se quede ahí", lamentó María Dolores.

La evaluación idónea para Rafael hubiera consistido en un tipo de examen individualizado que permitirá al joven relatar al profesor, sin la presión y los condicionantes de un prueba escrita, todos los conocimientos adquiridos.Pero nadie le prestó al joven la atención que necesitaba. Llegó la evaluación final el pasado mes de julio y volvió a suspender, ante lo cual su madre recurrió las notas a la Delegación de Educación en busca de una segunda opinión. "Se tapan unos a otros y no me otorgaron el beneplácito de la duda", criticó.

María Dolores, arquitecta de profesión y madre de dos hijos más de 21 y 22 años, ha puesto en manos de la Justicia el problema de su hijo menor. Ha recurrido por la vía penal la actuación de la delegación de Educación, y en las últimas semanas se encuentra como "loca" buscando un instituto para Rafael. Una angustia de dos años que parece acaba de comenzar.