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“En 2013 había 40 escuelas
libres en España. Hoy son más de 600 y no cubren ni de lejos la demanda” (1),
subtitulaba Ángel Villarino su
artículoen El
Confidencial en noviembre de
2015. Su fuente es Almudena García, creadora de la web Ludus,
que incluye el mapa más
exhaustivo de proyectos de estas demandadas pedagogías
no convencionales o activas. A 24 de febrero de 2017, los proyectos listados han
aumentado hasta 841 y “no están todos, aunque sí la mayoría”, reconoce García.
Su reciente libro comienza
con una cita de Adolphe Ferrière:
“Al niño le gusta
la naturaleza y le encerraron en un aula; al niño le gusta comprobar que
su quehacer tiene sentido y le llevaron a realizar tareas sin objetivo;
le gusta moverse y le ataron a la inmovilidad; le gusta manejar objetos
y le pusieron en contacto con el mundo de las ideas; le gusta usar las
manos y solo le dejaron trabajar con su cerebro; le gusta hablar y le
obligaron al silencio; quisiera razonar y le hicieron memorizar;
quisiera buscar la ciencia y se la dieron ya masticada, quisiera
entusiasmarse e inventaron el castigo”.
Educación libre, viva, democrática, popular, activa, libertaria,
creadora, lenta, en casa (homeschooling);
Montessori, Freinet, Freire, Sudbury, Reggio-Emilia, Amara-Berri,
Waldorf… cada modelo es diferente y cada escuela es única. Pero la
mayoría comparte técnicas más cercanas a esos deseos infantiles de los
que habla Ferrière: trabajo colectivo por proyectos antes que por
asignaturas; deliberación y creación de normas en asamblea; aprendizaje
basado en experiencias reales; respeto a los ritmos de avance de cada
estudiante; trabajo con las emociones; libertad de movimientos y de
elección de tareas; pensamiento, convivencia y solución de problemas
antes que memorización. En definitiva, la búsqueda de un papel más
activo de cada niño o adolescente en la construcción de su propio
aprendizaje y convivencia.
Pero
detrás de todo esto, ¿qué espacio queda para los conocimientos, la
disciplina y el respeto? ¿No es todo esto un plan perfecto delneoliberalismo y los
pedagogos para
“entontecer” al alumnado? ¿Qué pasa cuando llegan al
instituto sin haber hecho un examen? ¿Estas escuelas no son siempre
caras y elitistas? Casi todas las personas que están en contacto con
este mundo han experimentado por sí mismas o en su entorno alguno de
estos recelos.
¿Qué ocurre en estas escuelas?
Entre
todas las fuentes consultadas el tema del respeto origina un gran
consenso. En ninguno de los proyectos listados en Ludus, por ejemplo, el
niño o niña hace completamente lo que quiere en cada momento. Ni
siquiera la que se autodenomina “Educación Libre” prescinde (salvo raras
excepciones) de la existencia de límites y normas compartidas. LaXarxa
de Educació Lliure, que agrupa 25 proyectos levantinos, incluye
entre sus requisitos la existencia de “límites que ofrecen un marco de
seguridad y comprensión”. La diferencia es que estos límites suelen
construirse y consensuarse incluyendo al alumnado. “La norma única es el
respeto, de ahí salen otras como no hablar por encima de ti, etc.”
apunta Mar Español, maestra en el colegio público La Llacuna de Poblenou
(Barcelona).
El
también reciente libro sobre
el tema del maestro aragonés César Bona cuenta con un testimonio
impresionante en este sentido: “Te voy a dar un dato: llevamos cinco
años sin hacer un solo parte de disciplina, y esta es una escuela con
una gran diversidad de alumnos”. Lo explica María José, maestra de la
escuela pública La Biznaga (Málaga): “Es de una lógica aplastante: si a
un niño le dices: ‘Pon tú las reglas, porque este sitio te pertenece’,
quien primero respetará el lugar y las normas establecidas será el
niño”. Cuenta, además, que en las asambleas nunca se vota nada. Al igual
que en las asambleas del 15M, las decisiones de La Biznaga se toman por
consenso, lo que implica que cada cual tiene que argumentar su postura.
“Si no estás de acuerdo con esta norma, no puedes decir: ‘Porque no me
da la gana’. Deben explicar sus motivos”.
“Si a un niño le dices: ‘Pon tú las
reglas, porque este sitio te pertenece’, quien primero respetará el
lugar y las normas establecidas será el niño”
Un padre de esta misma
escuela entiende las asambleas como una parte más del conocimiento: “¿Tú crees
que yo traería a mi hijo a un colegio para que se lo pasara bien y no
aprendiese? Quizá para alguien sea más importante sentarse quince minutos para
llenar una ficha o hacer un examen, pero lo que sale de la asamblea, la riqueza
del aprendizaje global más allá del individual, tiene un valor brutal”. El libro
de Bona también recuerda que no hay ninguna prueba PISA ni de otro tipo que
valore el nivel de bienestar de los alumnos.
Pero…
¿y los conocimientos curriculares? ¿qué pasa si tras una escuela
alternativa toca ir a un instituto convencional? Esta posibilidad es
real, pues hay muy pocos institutos basados en pedagogías alternativas o
activas: la mayoría de los proyectos se concentran en los niveles
inferiores, donde la exigencia burocrática es menor.
"Si a
mí me dicen que metiendo deberes, haciendo exámenes… todo lo que está
estandarizado, voy a conseguir formar a una persona capaz, competente,
con recursos, equilibrada emocionalmente, que sepa lo que quiere hacer
con su vida, yo lo hago. Pero, carajo, es que lo he probado y no pasa.
Los niños hacen un examen y a los dos meses no se acuerdan de nada",
afirma Francisco Gómez, fundador de la Escuela Activa Savia
(Valladolid). "En la carrera te dicen que la abstracción y la teoría no
son compatibles con la madurez del cerebro de un niño, con su forma de
funcionar, con lo que es capaz de interiorizar”, recalca. Mar Español
tampoco lo duda: “He estado en colegios con ambas metodologías y no
salen menos preparados, lo único de lo que saben menos aquí es sobre el
proceso de hacer un examen. El contenido lo tienen, simplemente no
tienen esa mecánica”.
Esta
fue precisamente la experiencia de Luisjo Sánchez (seudónimo), hijo de
Cristina Unquera (seudónimo). Ella decidió desafiar a la ley no
llevándolo a la escuela: “Como no me cuadraba ninguna escuela, y menos
una que pudiera pagar, me decidí por el homeschooling(educación
en casa)”. Ahora, Luisjo ha decidido ir al instituto. “Su primer curso
ha sido 4º de la ESO. En la primera evaluación le quedaron cuatro y
entró en crisis: ¡Es que en el cole no se aprende nada, solo tienes que
saber hacer los exámenes!, decía. Pero después pensó: vale, este profe
pide el examen así y asá... y al final ha acabado sacando una de las
mejores notas de la clase". La mayoría de los testimonios recogidos para
este artículo van en esta línea: el estudiante educado en pedagogías
activas, incluso en esta modalidad más radical, lo suele pasar mal
al inicio de la transición, pero se termina adaptando a la enseñanza
convencional si tiene que acabar en ella, pues ha sido entrenado en
resolver problemas de la vida real, incluidos los emocionales.
Educación de élite y escuela pública
Es por
ello que una parte de estas técnicas las aplican desde hace mucho tiempo
escuelas de élite como el Colegio británico de Soto de Viñuelas
(Madrid). Allí trabajó durante 5 años Yohanna Acero, en un ambiente
“elitista y competitivo” en el cual se trabajaba por proyectos y se
comenzaba a ensayar el aprendizaje cooperativo. Después pasó por centros
de segunda oportunidad y por la cárcel de Alcalá-Meco: “Lo aprendido en
el British me sirvió, por ejemplo en prisión, para hacer grupos
cooperativos para incluir a los chavales que entraban cuando llevábamos
dos meses o tres meses de curso ya iniciado y no podía dedicarme
únicamente a ellos. Lo pones en práctica en sitios totalmente
antagónicos, y aun así sigue funcionando. Yo en prisiones, de hecho, no
podría haber hecho una educación tradicional”.
El estudiante educado en pedagogías
activas, se termina adaptando a la enseñanza convencional si tiene que
acabar en ella, pues ha sido entrenado en resolver problemas de la vida
real
Según la experiencia de Acero
en Madrid, las pedagogías activas son especialmente útiles en entornos
complejos: “La Navata, Fresnedilla de la Oliva, Nuñez de Arenas, El Boalo,
Trabenco, los colegios de la FUHEM... todos incluyen muchas cosas interesantes.
Normalmente son colegios pequeños, y más en ambientes rurales o, si están en
ciudad, zonas con población desfavorecida”. Un ejemplo paradigmático es el
colegio público Joaquim Ruyra, que aprovecha la diversa comunidad del barrio
para lograr resultados de excelencia en uno de los lugares más pobres de
Barcelona: “Este cole tiene una forma expertísima de trabajar, que es
interactuar y ayudar a los otros. Antes éramos solitarios. Aquí podemos ayudar
hasta a los padres, porque a lo mejor sabemos cosas que ellos ya han olvidado”
dice una alumna en el muy recomendableartículo de
Alba Muñoz en El
Mundo. En Barcelona sí hay cada vez centros más grandes basados netamente
en pedagogías activas, como los institutos de Quatre Cantons o Viladomat. Sin
embargo, el modelo de mayor extensión en la red pública hasta el momento es el Amara-Berri,
en el País Vasco y alrededores, con 21 centros cuya enseñanza se basa en
adaptación de experiencias de la vida cotidiana, juego y atención individual.
Pero
muchos centros públicos grandes, aunque no puedan ser calificados de
alternativos, sí incorporan programas concretos basados en educación
activa y horizontalidad. Algunos, con gran repercusión en los últimos
años. El proyecto de convivencia del IES Madrid Sur, surgido hace ya más
de diez años, con 103 estudiantes y 16 profesores voluntarios, se ha
convertido en referente en
la resolución de conflictos. Su éxito ha provocado réplicas en otros
centros y ha hecho surgir otros proyectos horizontales en el propio
centro: EnlazHadas, Compañerismo Activo o Pigmalión proveen espacio,
recursos y dinámicas para que los estudiantes puedan ayudarse mutuamente
a solucionar problemas de relaciones sociales, autoestima o acoso
escolar incluso en redes sociales.
Un
programa de tutorización permite que los alumnos mayores motiven a los
pequeños en su aprendizaje. El estudiante es el protagonista de todos
estos programas, mientras que los profesores son los encargados de
dinamizar y darles continuidad. Una muestra del funcionamiento y la
potencia antidiscriminación de los proyectos de mediación y convivencia
puede apreciarse en este vídeo.
Marisa Gismero, directora del centro, recuerda que “una buena
convivencia favorece, además, la mejora de los resultados académicos”.
Políticas de educación
“Como
trabajadora de la pública, es una de las cosas que todavía me pregunto:
Si sabemos todas esas teorías, que hay tantas cosas que funcionan, ¿por
qué no lo podemos usar en el beneficio de los niños?”, continúa Acero.
Dos son, para ella y para muchas de las personas entrevistadas, las
trabas principales: los compañeros que prefieren métodos más
convencionales y las administraciones autonómica y central. Unquera
recalca “el trabajazo que supone trabajar por proyectos”. “Aquí tienes
que estar constantemente pensando en que lo que hagas sea significativo,
que tenga sentido para ellos”, cuenta Español. Los recortes (en el curso
2012-2013 la escuela pública perdió
más de 20.000 profesores), la precarización y la falta de formación
profesoral de calidad no ayudan en este sentido, perjudicando
especialmente a la pública. “El aumento de horas lectivas de 2011 nos ha
quitado precisamente eso: el tiempo para hablar con otros profesores y
desarrollar ideas y proyectos para los estudiantes. Solo para cumplir
con la burocracia y el currículo que se ha legislado, un profe de la
pública ya está saturado”, protesta Gismero.
Dos trabas principales: los compañeros
que prefieren métodos más convencionales y las administraciones
autonómica y central
La Comunidad de Madrid es el
ejemplo paradigmático de intentos activos de sabotaje de la escuela pública en
favor de la privada, no solo con la financiación.
El pasado mes de julio, el gobierno de Cristina Cifuentes se amparó en la LOMCE
para cesar
a 47 directores de colegios públicos, sustituyéndolos por cargos a dedo.
“Ahora con la entrada de la LOMCE lo están poniendo todo más difícil, y la gente
que está fuera de la educación no ha sabido verlo. Yo antes al director lo veía
como a un compañero más, presentaba un proyecto, el claustro tenía voto... Ahora
ya no. Ahora se puede elegir a dedo desde la Administración y puede decirme qué
hacer” protesta Acero. Al mismo tiempo, la Comunidad de Madrid es la que más
proyectos privadosWaldorf y Montessori tiene,
prácticamente todos en barrios y pueblos de renta alta. Solamente el
ayuntamiento, con muy pocas competencias y no sin problemas,
se ha fijado en las escuelas
infantiles navarras de sistema Reggio-Emilia y
en los programas de convivencia escolar
de los institutos públicos.
El caso
de Cataluña es diferente. A pesar de ser la segunda comunidad que más
gasto educativo ha recortado (20%), su actuación es similar a la del
resto de comunidades: inacción y alguna ligera modificación normativa a
rebufo de lo que ocurre en los centros. Pero también en Cataluña el
movimiento educativo es más fuerte y de mayor tradición (un buen ejemplo
es la Asociació
de Mestres Rosa Sensat, fundada en 1965, o la propia Xarxa
d’educació lliure), lo que abona el campo para la aparición de
iniciativas singulares, como el programa Escola
Nova 21: 485 centros públicos y concertados catalanes han iniciado
una acción de cambio hacia una “educación avanzada” inspirada en 25
centros impulsores.
Financiada por entidades como la Fundación La Caixa o la Diputación de
Barcelona, la iniciativa ha
sido criticada, entre otras cosas, por lo exiguo de sus criterios
mínimos. Tanto es así que en ellos cabrían proyectos perfectamente
autoritarios en los que el niño no tuviera ninguna participación en la
elaboración de su propio aprendizaje (salvo parcialmente en la
evaluación), a pesar de que esta participación en la toma de decisiones
es un eje básico de casi todos los proyectos que están surgiendo.
“Si no hacemos nada, los proyectos
innovadores en escuelas públicas creadas en la última década
desaparecerán dentro de 5 años"
Eduard Vallory, director del
programa, defiende que el principio es el de sumar el máximo posible de
escuelas, importante para lograr modificar el marco normativo y evitar así, por
ejemplo, la continua rotación de docentes: “Si no hacemos nada, los proyectos
innovadores en escuelas públicas creadas en la última década desaparecerán
dentro de 5 años. Los concursos de traslados, basados en simple veteranía,
destrozan los proyectos educativos al impedir claustros cohesionados. Vete a
Congrés-Indians [escuela referencia en educación activa] y pregunta cuánta gente
de su plantilla tiene la plaza en propiedad. La directora no la tiene, la jefa
de estudios no la tiene, la secretaria no la tiene… porque si tienes menos de 40
años difícilmente ganarás la plaza a alguien mayor”.
A pesar
de ello, la demanda de la comunidad educativa no para. No solo los
maestros encuentran vías para formarse en educación activa, sino que las
familias buscan centros diferentes. Incluso crean
plataformaspara que haya más escuelas alternativas. Hay cientos de
escuelas infantiles con pedagogías activas y esos niños y padres quieren
continuar así en primaria, y los de primaria en secundaria. ¿Será
suficiente? En los setenta y ochenta los vecinos y estudiantes que
pedían escuelas para los barrios también querían otro tipo de educación.
A la vez, al menos
24.000 maestros se
sumaron a ambiciosos Movimientos de Renovación Pedagógica para compartir
técnicas como las que se han descrito aquí. Qué fue de aquello y por qué
ya casi ni nos acordamos será el tema de la segunda parte de esta serie.
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[1] La mayoría de estos proyectos no son de autodenominadas “escuelas
libres”, sino de aquellos basados en técnicas de pedagogía activa.
NOTA: Por mucho que se prolongara, esta serie de artículos siempre
estaría incompleta por la cantidad de proyectos y perspectivas que
merecen visibilidad. En cualquier caso, este artículo sería mucho peor
sin las críticas y aportaciones de Germán Labrador, Almudena García,
Berta del Río, Sebastiaan Faber y Ana Pérez.
Jorge Gaupp es estudiante de doctorado en estudios culturales
hispánicos en la Universidad de Princeton. Escribe una tesis sobre
vida y cultura libertaria en España a inicios del siglo XX.