La semana pasada solté una
bomba en un festival literario cuando, en respuesta a una pregunta sobre
pornografía, sugerí que debía considerarse la idea de que los alumnos miren y
analicen ese tipo de material en el colegio. Fui acusada (en las redes sociales,
por supuesto) de ser un peligro para los pobres niños y, sí, también recibí mi
primera amenaza de muerte en Internet.
Me
pregunto qué piensan estos supuestos adultos sobre lo que nuestros
jóvenes están haciendo en cuanto al sexo. Internet es el "Lejano Oeste"
de la era de la información, y las generaciones más jóvenes son mucho
más versátiles que las anteriores a la hora de adentrarse en los
confines más sórdidos de la red.
Los
adolescentes siempre se sienten atraídos por el lado más obsceno de la
cultura. En otra época era El
amante de Lady Chatterley el
que pasaba de mano en mano por toda la clase entre risitas, oculto bajo
un libro de matemáticas para principiantes.
En los
noventa fueron las revistas para hombres. Las madres feministas se las
vieron canutas tratando de explicar a sus hijos que la explotación de
las mujeres (eso de pegar pósteres de mujeres semidesnudas en la
habitación) no era una buena idea. Era difícil porque esos padres
tampoco querían que sus hijos pensaran en el sexo como algo sucio, o que
sintieran que no podían compartir con ellos la curiosidad de esta etapa.
Pero había que hacerles entender que nunca se debe tratar a las mujeres
como objetos.
Hoy
puede ser un teléfono inteligente, una tableta o un portátil, siempre en
el bolsillo o en la mochila, listos para una selfie.
Los padres deben saber para qué están usando la tecnología sus hijos.
Por lo general, hacen más cosas con ella que buscar en Internet el
significado de una palabra o llamar a casa para avisar de que están
bien.
Siento
mucho que no hayamos sido capaces de traspasar a nuestras hijas y
nietas el conocimiento que nosotras, como jóvenes feministas,
recopilamos acerca de las relaciones sexuales y el placer.
Formo parte
de la generación del baby
boom, que creció durante la revolución sexual, y siempre me hizo gracia esa
idea de que el destino de una mujer era, como dicen aquí, "recostarse y pensar
en Inglaterra". En mi época, la educación sexual solía centrarse en el miedo al
embarazo, a las infecciones y a la pérdida de la decencia; algo que, según me
dicen, sigue vigente en muchos casos hoy.
Pero
teníamos anticonceptivos gratis y seguros, el sida no existía y
descubrir lo que nos daba placer era asunto nuestro. Libros como Nuestros
cuerpos, nuestras vidas nos
dieron la información y movimientos como el de Liberación de las Mujeres
nos animaron a familiarizarnos con nuestros genitales usando un espejo y
una linterna.
Había
reuniones para tratar estos temas en grupo. Yo no participé, pero siento
mucho que no hayamos sido capaces de traspasar a nuestras hijas y nietas
el conocimiento que nosotras, como jóvenes feministas, recopilamos
acerca de las relaciones sexuales y el placer. Para ellas todo parece
haber vuelto a épocas anteriores, o tal vez peores.
Algunas de las últimas noticias reflejan la dominación masculina por la
que aún transitan las mujeres. Por ejemplo, Donald
Trump, cuando dice que cuando ve a una mujer hermosa, simplemente
empieza "a besarla": "Me atraen como un imán, solo las beso, no puedo
esperar". O el detalle de que el futbolista Ched Evans (absuelto de los
cargos por violación la semana pasada) no le habló a la demandante ni
antes, ni durante ni después del acto sexual (Evans anda ahora diciendo
que la gente "tiene que educarse sobre la relación entre el alcohol y el
consentimiento en las relaciones sexuales").
A
estas alturas todos sabemos de sobra lo que está sucediendo con los
niños en el colegio, con comportamientos que a menudo terminan en
vergüenza y pena. ¿Qué clase de padres no advierten a sus hijos sobre el
peligro de la foto de un miembro viril? ¿O de que una selfie sin
ropa termine siendo compartida
de forma inapropiada y su protagonista sea humillado por todos?
Los
adolescentes curiosos también pueden acceder de forma instantánea a
sitios web que probablemente horrorizarían hasta al más moderno de
nosotros. He visitado unos cuantos para investigar y creo que todos los
padres deben preocuparse. Lo que ofrecen es muy desmoralizador, incluso
en los dedicados al sexo "normal", no ya en los que se meten en temas
como el abuso o lo perverso.
Jóvenes aprender a
poner un condón durante un talller sobre sexualidad.
No he visto ni uno en el que
la mujer no sea otra cosa que una proveedora de placer para uno o varios
hombres. Estas mujeres no tienen vello corporal y el sexo es tanto anal como
oral. Al parecer, el anal es siempre placentero para ellas, dan sexo oral y
gritan mucho, como si disfrutaran. Son actrices, por supuesto. Los gemidos están
sólo porque la película necesita una banda sonora.
¿Por qué no gritas como en las películas?
Pero
no es así como lo interpretan las chicas. En un libro muy importante,
"Girls and sex", la periodista estadounidense Peggy Orenstein habla de
sus entrevistas a unas 70 chicas y mujeres jóvenes de entre 15 y 20
años. Sus conclusiones concuerdan con el trabajo de la National Union of
Students del Reino Unido: el 60% de los jóvenes confiesa haber utilizado
la pornografía como fuente para la educación sexual.
Una de
las chicas entrevistadas por Orenstein contó que su novio le preguntaba
por qué no gritaba como en las películas. Según un estudio entre alumnos
encargado por la revista médica British
Medical Journal, son los varones los que presionan por el sexo
anal. A Orenstein las chicas le dijeron que habían sido obligadas a
practicarlo y que había sido una experiencia dolorosa. También hablaron
de sexo oral con ella: los varones esperaban recibirlo pero ellos nunca
se lo hacían a ellas. También le dijeron que no disfrutaban cuando
tenían que hacerlo pero que lo que ellas querían "no importaba". ¿Cómo?
¿Las chicas no creen tener derecho a la reciprocidad?
Según
un estudio nacional sobre el sexo en EEUU, la sexualidad femenina se ve
perjudicada por una cultura donde la pornografía, sin ningún tipo de
análisis, es el método de educación sexual (así es como la usa el 60% de
los adolescentes de ambos sexos). La experiencia sexual de estas chicas
se convierte en un "acto para complacer a los hombres". En los últimos
años, tanto en el Reino Unido como en EEUU, la tasa de embarazo en
adolescentes ha caído de forma muy marcada. La conclusión obvia de los
dos informes es que el coito vaginal ha pasado de moda: ahora lo que se
impone es el sexo oral y anal.
Los
jóvenes necesitan ser guiados. Descansamos despreocupadamente en los
profesores para que velen por la seguridad de nuestros hijos durante
todo el tiempo que pasan fuera de casa y además esperamos que les
enseñen a desarrollar el pensamiento crítico.
¿Por
qué no sacar al sexo de la educación sexual? Su lado físico y científico
podría incluirse en las clases de biología. Y en lugar de educación
sexual, chicos y chicas podrían recibir educación de género. Es un
nombre que asustaría menos a esos padres que no quieren saber que sus
bellos retoños están haciendo travesuras de manera desinformada y
secreta, fuera de casa. No pido que se eliminen las clases de educación
sexual, solo que tenga otro nombre y estructura.
A los
adolescentes de 15 años se les podría mostrar ejemplos de pornografía.
Así como les pedimos que evalúen con seriedad el contenido de otros
tipos de películas, libros, diarios o programas de televisión, también
tendrían la oportunidad de evaluar y discutir sobre la pornografía. Con
la ayuda del profesor, podrían desarrollar el criterio necesario para
entender las imágenes con las que son bombardeados.
Todo joven tiene derecho a ser informado. La información es poder y
permite a las chicas decir "no, no quiero hacer eso" y "lo que realmente
me gusta es esto". Si los chicos aprenden que las chicas tienen el mismo
derecho al placer que ellos, podría ser el inicio de una vida sexual
mucho más sana para todos esos jóvenes por los que tanto nos
preocupamos.
El nuevo libro de Jenni Murray se llama A History of Britain in 21 Women:
A Personal Selection (La historia del Reino Unido en 21 mujeres: una
elección personal).