José A. Pérez Ledo
14 de junio 2022
La pedagogía Stuttgart llega por fin a nuestro país tras
arrasar en el norte de Europa. Esta metodología de carácter holístico
fue creada en 1923 por Belimir Markovic, principal desarrollador de la
esteloquímica (disciplina asimismo creada por Markovic que nadie ha
continuado).
La pedagogía Stuttgart se basa en el fomento de las
habilidades ludo-empáticas del alumnado, evitando situaciones que puedan
generarles ansiedad tales como intentar que aprendan algo.
Markovic siempre sostuvo que “con una sonrisa puedes ir a
cualquier parte”, filosofía que acabó cristalizando en su método
pedagógico poco antes de su violenta muerte en un lupanar de Hamburgo.
Markovic dividió el desarrollo infantil en tres etapas:
azul, verde y amarilla. No les puso números porque, en su opinión, los
números esclavizan. Esta es la razón de que nunca se midiera (lo que
llevó, por cierto, al prolongado mito de que era un hombre bajito).
En la etapa azul, de 0 a 3 años, la pedagogía Stuttgart
aboga por soltar al alumnado en un espacio abierto y tirarles comida
cada cierto tiempo. En estos estadios tan tempranos, la pedagogía
Stuttgart prescinde de la ropa, que considera antinatural, salvo que el
alumnado empiece a perder la normal coloración cutánea fruto de la
hipotermia (innovación heterodoxa asumida en 2012 tras el inconveniente
fallecimiento de 45 criaturas en una escuela suiza).
La etapa verde, de 4 a 7 años, se centra en la
exploración. La pedagogía Stuttgart apuesta por entregar al alumnado una
serie de elementos como palos, piedras, cerillas, zanahorias o conejos y
fomenta la libre experimentación. Se busca promover el pensamiento
disruptivo, por lo que no se llama a la policía hasta que haya, como
mínimo, tres personas sangrando.
En la etapa amarilla, de los 8 a los 25 años, el alumnado
debe alcanzar un “estado de juicio templado”. Esto se realiza a través
de juegos simbólicos a concretar por la dirección del centro. Un tutor,
por ejemplo, puede gritar “¡efervescencia, madera, efervescencia!”
mientras el resto del claustro analiza las reacciones ético-vitales del
alumnado. El objetivo es dotarles de herramientas innovadoras para su
inevitable encuentro con el mundo real, algo importante dado que la
mayoría aún no sabrá leer.
Las evaluaciones son realizadas de manera subjetiva por
los propios tutores. Estos llevan a cabo informes de carácter
no-figurativo, como formaciones de ramitas atadas con lana virgen, que
el alumnado debe interpretar libremente. En las escuelas Stuttgart no se
cree en el suspenso como tampoco se cree en la memorización o en las
sillas.
Como prueba del éxito de este método, hemos de mencionar
que menos del 20% del alumnado ha sido encontrado culpable en casos de
asesinatos masivos.