
La aventura de educar en casa
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Celina Clavijo málaga 01.06.2014
Acaban de cumplir 16 años, pero su grado de madurez haría pensar a cualquiera
que superan los 20. Macarena y Agustina, o Maki y Tina -como se hacen llamar-
comparten, además de la misma herencia genética, una decisión que junto a sus
padres adoptaron cuando cumplieron 12 años: abandonar la escuela y aprender en
casa. Se conoce como homeschooling,
un fenómeno creciente que data de los setenta y que cada vez va cobrando más
fuerza en España, donde, a diferencia de otros países, todavía no está regulado.

Laura Mascaró, junto a su
hijo mientras estudia en casa.
Ximena Niell, madre de estas gemelas, que viven a caballo entre Marbella y
Madrid, explica que tanto ella como su marido siempre trataron de "motivar el
aprendizaje". Tras llegar de Uruguay, tierra natal de las niñas, probaron suerte
en colegios públicos, privados y concertados, pero siempre discreparon con el
método de enseñanza. "Las escuelas preparan sólo para escalar puestos, para ser
competitivos y lograr el éxito. Yo sólo quiero que mis hijas sean felices",
asevera.
Después de participar en varios intercambios y pasar por Alemania, Francia y
Suiza, la familia supo que había llegado el momento de que sus niñas continuaran
estudiando en casa. "Con la experiencia de otros países, ampliaron muchísimo su
forma de aprender. Probamos unos meses a hacer homeschooling, decidimos
seguir un año más y cuando acabaron 2º de ESO supimos que el sistema escolar ya
había quedado atrás para nosotras. Al principio nos asustaba no tener colegio",
recuerda la progenitora.
A partir de ese momento, comenzó lo que Ximena denomina "un proceso de
desintoxicación". "Una vez que sales del sistema escolar, en el que siempre
indican por dónde ir, llega una etapa en la que no sabes que hacer. Las niñas,
al principio, estaban agobiadas y no se interesaban por nada, pero después
empezaron a preocuparse por sus temas", cuenta la madre, que cree necesario
confiar en los hijos para que sean "responsables en su educación".
La jornada de Tina y Maki arranca entre las 7:00 y las 8:00. Su herramienta
básica de trabajo son las nuevas tecnologías. "Me ducho y me visto para no estar
todo el tiempo en pijama. Desayuno, abro mi ordenador e intento hacer un horario
para que sea más productivo. Ahora estoy estudiando genética, psicología y
periodismo; hago un poco de cada cosa. Dibujo para estimular y así desarrollo
también la creatividad. No nos pasamos el día haciendo raíces cuadradas",
detalla Tina, aficionada a los juegos de lógica desde que ella y su hermana
tenían 5 años".
En su caso, fue la falta de motivación lo que le llevó a renunciar al instituto:
"Levantarte a las 6:00 para coger un autobús e ir a estudiar así no lleva a
ninguna parte. Si yo no entiendo algo, la clase sigue y tengo que terminar en
casa. O al revés, hay que esperar a que todo el mundo lo comprenda. Después, son
seis horas más haciendo deberes, una al menos por cada asignatura", se lamenta
Tina.
La misma queja plantea su madre, que reconoce estar en contra del horario
escolar. "Son unas 40 horas semanales. Los niños no tienen tiempo libre, se
pierden la infancia. No deben llevar ese ritmo. La nuestra, ahora, es una
felicidad permanente. Ya no existen más lunes, ni martes…Somos libres", recalca.
Para Maki, el secreto de un buen homeschooler estriba en "pensar como un
viajero". "Aprendes mientras vives. Estás atento a todo. Vuelves a casa,
investigas lo que has visto, siempre lo que más te interesa", afirma. Pero eso
sí, es importante contar con un experto en la materia. De hecho, una de las
recomendaciones que esta familia aporta a aquellos interesados en educar en su
hogar pasa, precisamente, por "buscar con urgencia una red de contactos" que
faciliten el intercambio de conocimientos.
Ximena no está sola. En España, aunque no hay censo oficial, se estima que entre
3.000 y 4.000 familias educan a sus hijos en casa; otras muchas no lo reconocen
por miedo a enfrentarse a la justicia. En España la Logse establece la
escolarización obligatoria hasta los 16 años.
El Tribunal Constitucional ilegalizó la práctica de la educación en el hogar en
una sentencia de 2010. Dos familias de Málaga habían recurrido por su deseo de
enseñar en casa a sus tres hijos. Finalmente, la máxima instancia judicial falló
en su contra, al considerar que el derecho a la educación recae en el menor y no
en los progenitores.
Maika Ruiz es también madre de dos homeschoolers. "Practiqué éste método
durante tres años. Ahora son niños muy sanos y van a una escuela iglesa de
pedagogía, donde hay tres maestras para 20 alumnos", cuenta esta madre, quien
defiende que "la educación en casa es la educación de la vida misma", una opción
que, a su juicio, "debe ser contemplada ya que considera que no es bueno
prohibir, sino que se debe informar para que cada cual, después, decida".
El mismo procedimiento de enseñanza llevaba a cabo con el pequeño de su casa. Su
afición es dibujar, a lo que se lleva dedicando desde hace varios años. "Ahora
elabora sus propios cómics. A los 5 años ya sabía leer y escribir. Aprendió sólo
al ver a su hermano", recuerda la progenitora.
Su experiencia responde a un proceso centrado en atender los intereses del
menor. "Fui sacando libros de la biblioteca para mi hijo mayor y llegó un
momento en que leía todos los días. Con 8 años se había leído ya 12 tomos de una
colección juvenil y, después, la saga de El Señor de los Anillos. Las
Matemáticas no le gustaban, así que dejé de insistir", detalla Maika. Lo mismo
ocurrió con otras asignaturas: "Utilicé un programa para enseñarle geografía a
través del ordenador. Se aprendió todas las comunidades autónomas españolas con
sus provincias, los países con sus capitales, además de los principales del
resto de continentes. Sólo porque a él le gustaba".
Pese a que algunos recelan de los problemas de sociabialización que puede
generar el hecho de no aprender junto a otros niños, Maika, convencida de que
las aulas optan "por un modelo obsoleto", asegura que los
homeschoolers "están constantemente
motivados y orientados hacia la búsqueda de otros niños que están en su misma
situación". "Son tranquilos, seguros de sí mismo y con capacidad para resolver
problemas al no haber sido sometidos a una disciplina impuesta desde fuera. Si
deciden estudiar, pueden prepararse los exámenes para acceder por libre a la
edad establecida e incorporarse en cualquier momento al curso que les
corresponde", defiende.