Depresión y ansiedad: alerta en el colegio
PSIQUIATRÍA
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Una investigación
descubre cómo reducir la tasa de suicidios entre
adolescentes y alerta de las situaciones de riesgo en el
colegio, así como de la escasa preparación del
profesorado para afrontar una crisis entre sus alumnos
¿Por
qué se suicida un adolescente que está en el colegio?
Para responder a esta pregunta e intentar aplicar las
medidas adecuadas para evitar las situaciones de riesgo,
once países europeos participaron en el Proyecto SEYLE (Saving
and Empowering Young Lives in Europe/ Salvando y
empoderando las vidas jóvenes en Europa), coordinado por
el Instituto Karolinska de Suecia y asesorado por la
Universidad de Columbia. Con el objetivo de reducir la
frecuencia de comportamiento suicida y su tasa de
repetición en adolescentes europeos, los investigadores
comenzaron buscando los casos de riesgo que podía haber en
los colegios del continente.
A
través de preguntas básicas indagaron en la ideación
suicida de 11.000 adolescentes con una edad media de 15
años (de ellos, 1.000 pertenecían a 12 centros ubicados en
Asturias). Así los adolescentes tenían que responder
algunas como: «¿Has sentido, durante dos semanas, que la
vida no merece la pena?», en la que el 28,2% respondió que
sí, o «¿alguna vez has intentado quitarte la vida?», a la
que el 3,1% contestó de forma afirmativa. De este modo, se
obtuvo un resultado que permitió implementar programas de
prevención para la población infanto-juvenil.
Detectar el problema
«El
medio escolar permite detectar comportamientos suicidas en
los adolescentes porque son muchas las horas en las que
están en él y hay muchos observadores competentes que
pueden ayudar a identificarlos», explica Julio Bobes,
catedrático de psiquiatría e investigador principal del
Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (Cibersam)
de Oviedo, que participó en el estudio por parte de
España. «Lamentablemente, estamos en la media europea de
suicidios de adolescentes. Los peores son los países del
este y los nórdicos». El caso más conocido de suicidio
juvenil en 2014 fue el de Carla Díaz, estudiante de 14
años, sucedido en Asturias, pero no es el único. Según el
Instituto Nacional de Estadística, en 2014 hubo 2,38
suicidios por cada 100.000 entre la población cuya edad
está entre 15 y 19 años. El año pasado, se suicidaron 57
niños y adolescentes entre 10 y 19 años (40 hombres y 17
mujeres).
Comportamientos de riesgo
Publicada en
numerosas revistas de prestigio, la investigación llevada
a cabo encontró́ que los comportamientos de riesgos
prevalentes fueron, principalmente, el sedentarismo, el
uso de sustancias como alcohol, cigarrillo o drogas
ilegales, dormir poco o el abuso de medios electró́nicos.
«Y los problemas má́s detectados fueron los emocionales,
como trastornos depresivos y de ansiedad. Junto a estos,
otros como trastornos de adaptació́n, abusos de sustancias
(alcohol, tabaco, psicoestimulantes) y situaciones de
abuso sexual padecidas recientemente o tiempo atrá́s»,
señala el experto.
«A estos chicos, los
incorporá́bamos a un grupo de apoyo y tratamiento. Los
suicidios suceden continuamente pues, aunque el niño
esté escolarizado, si no se integra, no se desarrolla con
normalidad, no rinde en el colegio y sobre todo no rinde
como rendía en el pasado. Cuando eso sucede hay que acudir
a un mé́dico pediatra para descartar que tenga un problema
de salud mental, que a veces es de difícil diagnóstico»,
matiza el catedrá́tico.
Cómo evitarlo
Para bajar esas
tasas de intentos suicidas o las ideas y pensamientos
suicidas, y mejorar los niveles de salud mental, se fueron
detectando todos los problemas como depresió́n, trastornos
de ansiedad, situaciones de abuso... «Pudimos demostrar
que el procedimiento para intervenir en los colegios
resultó́ ser eficaz y consiguió́ reducir las tasas del 7
al 4%», afirma Bobes.
Ante situaciones de
riesgo, el Proyecto SEYLE da dos tipos de recomendaciones.
Una para los propios adolescentes: expresar los
sentimientos, tanto positivos como negativos; evitar el
alcohol, el tabaco y las drogas; decir ‘no’ a lo que no se
quiere hacer y denunciar el acoso. Ademá́s hay que seguir
unos ‘trucos simples’ como divertirse, reí́r, tomarse un
tiempo para hacer cosas que gustan, dormir bien, afrontar
los problemas tan pronto aparecen y hacer una lista con
'cinco cosas buenas que hay en tu vida’.
Consejos para
ayudar
La segunda lista de
consejos se dirige a los que notan que un amigo tiene
signos de depresió́n, estré́s o está atravesando una
crisis. Lo primero es detectar una situacioón de peligro,
escuchándolo. Si dice expresiones tales como «me odio», «desearí́a
estar muerto», «todo el mundo se burla de mí́», «nadie se
preocupa por mí́», «siempre se meten conmigo», «estoy
cansado de vivir» o «no puedo má́s», entonces hay que
alertar. Guardar el secreto solamente aumenta el riesgo.
Otros síntomas que
pueden observarse en el amigo es si está́ má́s triste o
pesimista de lo habitual, si ha perdido alegría o interé́s,
si tiene cambios de humor o de hábitos alimentarios, si
se autolesiona...
A pesar de estos
avances, aún queda mucho por hacer, para lo que se está
pidiendo ayudas al programa Horizonte 2020 para ampliar la
investigació́n. Entre las asignaturas pendientes está
mejorar la preparació́n de los profesores, pues el 94% «no
se considera preparado para manejar situaciones de
crisis», aunque más del 10% reconoce que alguna vez un
alumno le habló́ de pensamientos de suicidio.
Intervenciones
en situaciones de riesgo
No poner en
ridículo al adolescente.
Escucharle y
dedicarle má́s tiempo.
Ante
sí́ntomas de ansiedad en el colegio, el profesor debe
evitar exponerle ante sus compañeros y evitar hacerle las
preguntas má́s complejas.
Dar
apoyo psicoló́gico y psicosocial por parte de un grupo de
intervenció́n.
En
casos de gravedad, remitirles a un centro de salud mental
infanto-juvenil. En ese centro los psiquiatras y
psicó́logos clínicos que se dedican a la infancia y la
adolescencia le proveerá́n de los cuidados adecuados.