Una madre recoge más de 100.000
firmas en apoyo de su iniciativa crítica con el tiempo excesivo y
la escasa utilidad de las tareas escolares en casa
14/05/2015
Eva Bailén y su hijo
Diego, de 10 años. /
gorka lejarcegi | EL PAÍS TV
Todos
los días, al acabar su jornada, Diego se lleva a casa entre dos
horas y media y tres horas de trabajo extra. Apenas tiene tiempo
libre, y acusa los efectos del estrés. Diego no es un ejecutivo
incapaz de desconectar o un asesor fiscal en época de impuestos.
Es un niño de 10 años que cursa 5º de Primaria e intenta hacer
todos los deberes que le mandan sus profesoras. Sus hermanas,
Lara, de 12 años, y Nadia, de 8, tienen mucha menos tarea aunque
van al mismo colegio público de Tres Cantos (Madrid). Mientras
Diego está encerrado en su habitación, ellas salen a jugar o ven
la televisión. Muchos días, cuando acaba, solo le da tiempo a
cenar, ducharse e irse a la cama.
Es un
niño que saca notables y sobresalientes, que según sus propias
maestras es rápido en los exámenes y tiene buena comprensión
lectora. Cuando su madre, Eva Bailén, fue a hablar con ellas, le
propusieron que le limitara el tiempo para completar las tareas a
una hora u hora y media. “Y si no termina, que asuma las
consecuencias”, recuerda que le dijeron. “Les contesté que no,
porque él quiere hacer los deberes”, cuenta esta ingeniera de
Telecomunicaciones y autora de un
blog sobre nuevas tecnologías en el ámbito familiar. Y añade:
“Es muy duro contarle a los profesores que el niño ha necesitado
que le enseñen técnicas de relajación y a gestionar la presión por
el exceso de deberes y que ni se compadezcan”.
Tras
hablar con el director y no conseguir tampoco ninguna solución,
Bailén inició una petición de firmas en
Change.org “por la racionalización de los deberes en el sistema
educativo español”, que ha superado los 100.000 apoyos.
Actualmente, las tareas en casa no están reguladas a nivel
estatal, y normalmente, deciden los profesores o los centros. “Yo
no era contraria a los deberes, pensaba que era bueno que los
niños hicieran algo en casa y no estuvieran toda la tarde
holgazaneando", explica. "Hasta que ves que tu hijo día tras día
acaba llorando, que no ha podido jugar, que no es feliz”.
La
petición vuelve a poner sobre la mesa un debate recurrente desde
hace años en países como Estados Unidos, Canadá y Francia, donde
se llegó incluso a convocar una
huelga de deberes por parte de los padres en 2012. El caso de
Diego refleja, llevado al extremo, los males del sistema actual en
España, en los que coinciden los expertos consultados: deberes
excesivos, falta de coordinación entre profesores, y tareas
repetitivas, mecánicas e iguales para todos, sin tener en cuenta
las necesidades de cada niño. También algunas de las
consecuencias: tensión entre padres e hijos; familias cuyo tiempo
libre está condicionado a lo que han decidido los profesores;
niños que acaban por aborrecer el estudio y el colegio por
aburrimiento; y aumento de las desigualdades por el nivel cultural
y económico, que permite dar más o menos apoyo ante las dudas del
alumno.
“No
es perjudicial algún tipo de actividad, pero se ha de establecer
un tiempo razonable”, opina Luis Miguel Lázaro, catedrático de
Teoría e Historia de la Educación en la Universidad de Valencia.
Un máximo de 40 minutos diarios al final de primaria, y cerca de
una hora en secundaria le parece suficiente. Para ello, “es básico
que los profesores se coordinen, no puede ser que cada uno mande
deberes como si la suya fuera la única asignatura”.
Lázaro advierte del riesgo, sobre todo en primaria, de que las
tareas quiten tiempo al juego y a la relación con otros niños,
“tan importantes como el desarrollo académico”. Pero "cuando el
maestro intenta poner menos, muchas veces son los propios padres
los que los exigen, porque piensan que si no los niños no van a
aprender", asegura Alfonso González, profesor de Biología en un
colegio concertado de Murcia. “Muchos padres quieren que los niños
estén ocupados, o creen que cantidad es igual a calidad”, critica.
Y es
que los deberes están tan arraigados en la cultura escolar que
muchos los consideran una rutina indispensable o una suerte de
condena ineludible. “Tienen que hacer deberes para coger hábito de
estudio”; “así se preparan para la ESO”; “son niños, es lo que les
toca hacer”, eran frases repetidas entre los que se negaban a
firmar una iniciativa similar a la de Bailén promovida por varios
padres del colegio público madrileño Mariano José de Larra. “Desde
que los niños van al colegio, deberían existir los deberes”,
defiende Luis Carbonel, presidente de la
Concapa, la confederación católica de padres, que representa a
tres millones de familias, la mayoría de centros concertados. Eso
sí, “proporcionales a la edad —un par de horas diarias en
secundaria y bachillerato, y mucho menos en primaria”. “Una cosa
es recibir explicaciones, y otra, fijarlas en casa con ejercicios,
estudio o memorización”, afirma.
Pero la movilización de Bailén, la del
colegio Larra y otras que van surgiendo muestran que cada vez más
padres, expertos, profesores e incluso colegios se replantean el
sistema actual. “España es uno de los países donde más deberes se
mandan y donde hay más horas lectivas”, afirma Enric Roca,
profesor de Educación en la Universidad Autónoma de Barcelona y
director de la
iniciativa Edu21, pese a lo cual, no logra más que
puestos mediocres en el informe PISA, que evalúa los
conocimientos en Matemáticas, Lengua y Ciencias de los alumnos de
15 años de los países de la OCDE. Mientras, Finlandia sobresale
aunque sea el país cuyos alumnos dedican menos horas a los
deberes.
González es uno de los abiertamente
críticos. Ha cobrado cierta celebridad en las últimas semanas
tras la difusión de una carta, que redactó como una reflexión
para los demás profesores de su centro, en la que confesaba que
había hecho “docenas de ejercicios de Matemáticas” a su hija,
“dictado montones de ejercicios de 'Cono [Conocimiento del Medio]'
y traducido incontables páginas escritas en inglés”. “Gracias a
eso, mi hija ha tocado la guitarra, hecho piragüismo, ha bajado a
la calle a jugar, ha sido feliz...”, afirma. “Ahora está en
secundaria y sigue sacando sobresalientes", asegura. "Solo que
trabaja de forma autónoma y ya no tenemos que ayudarla”.
“Por ejemplo, si traía 10 divisiones, ella
resolvía una para que yo me asegurara de que las sabía hacer, y yo
terminaba las demás”, cuenta, mientras admite sin reparos que les
hace los deberes a sus dos hijos pequeños, aún en primaria. “Algo
no estamos haciendo bien”, es la reflexión que quiere transmitir a
sus compañeros de profesión. “Mi esposa y yo somos los dos
profesores y hemos tenido que dedicar muchísimo tiempo a ayudar a
nuestra hija con los deberes porque queríamos que tuviera tiempo
para otras cosas; si no, habría sido imposible”, dice.
La experiencia de este profesor va en la
línea que reflejan
diversos estudios realizados en Estados Unidos, que apuntan a
que no hay correlación entre horas dedicadas a los deberes y
resultados académicos en primaria. Laura Bermúdez, tutora de
primer curso en un colegio de Murcia lo corrobora: en su clase, se
llevan tarea solo los que quieren, y no aprecia diferencias en las
notas por ello. Pese a estos datos, los defensores de los deberes
en primaria arguyen la necesidad de “crear hábito de estudio”.
“La responsabilidad se puede enseñar de
muchas formas”, disiente Roca. “Recogiendo en casa, ayudando...”.
En niveles superiores sí se detecta, como en el último informe
PISA, una correlación positiva entre más tiempo de deberes y
resultados, pero con un límite de cuatro horas semanales, a partir
de las cuales el tiempo adicional no causa apenas impacto. “No
tiene sentido que niños de primaria estén haciendo más deberes que
lo que recomienda la OCDE a los 15 años”, opina Eva Bailén.
“Yo no recuerdo tener deberes de pequeña.
Después me he enterado de que en esa época, en 1984, el ministro
de Educación José María Maravall los prohibió en una circular. Sí
los recuerdo a partir de sexto”, relata. “Si no hice deberes y aún
así sacaba sobresalientes y he estudiado una ingeniería en
Telecomunicaciones, ¿qué sentido tiene agobiar a los niños?”, se
pregunta.
El riesgo de la desigualdad
Algunos expertos cuestionan la
interpretación de los estudios que reflejan una correlación
entre horas de deberes y resultados en Secundaria. “Los
estudiantes con apoyo en casa tienen mejores resultados, pero no
por hacer más deberes, sino porque tienen un ambiente
culturalmente enriquecedor”, dice el profesor de Educación Enric
Roca.
Un
reciente artículo de PISA ponía de relieve este aspecto, uno
de los más criticados entre los detractores de los deberes: que
tienden a reproducir las desigualdades entre los estudiantes con
más y menos recursos. “Es un llamamiento a que los Gobiernos y
las escuelas pongan su atención en los alumnos desfavorecidos,
que a veces no tienen ni siquiera un sitio en casa para hacer
las tareas”, afirma Daniel Salinas, analista del informe PISA.
Este es uno de los argumentos de la
Confederación Española de Asociaciones de Padres (CEAPA)
para pedir la supresión total de los deberes obligatorios.
“Crean unas desigualdades tremendas, porque muchas veces los
niños no pueden hacerlos solos, y la ayuda de los padres depende
de su nivel cultural, socioeconómico, de sus horarios o de su
capacidad de trasmitir conceptos”, opina Jesús Salido,
presidente de la organización, que representa a casi 12.000
asociaciones de padres de colegios públicos. “Defendemos que no
se pongan deberes evaluables, que puedan bajar nota”, explica.
Luis Carbonel, de Concapa, coincide con Salido en que “es muy
importante que puedan hacer los deberes solos". "Si necesitan
ayuda, algo no va bien", añade. "O el niño no ha entendido, o el
profesor no lo ha explicado bien”.
"Los deberes están invadiendo mi derecho a la vida familiar"
Abel de Céspedes. /
Los
deberes escolares no solo plantean el debate pedagógico sobre su
utilidad para reforzar el aprendizaje y el sentido de la
responsabilidad. Expertos, y sobre todo padres, lo ven como una
intromisión del maestro en la vida familiar. Abel de Céspedes,
un padre con dos niños de 4 y 10 años, utilizó este argumento
en un recurso ante la inspección educativa de Alicante tras un
suspenso de su hijo mayor por no hacer la tarea: “Los deberes
están invadiendo mi derecho a la vida familiar, porque alargan
la jornada fuera del horario escolar”, explica.
De Céspedes, funcionario de Hacienda
separado y con custodia compartida, pactó con el colegio el
curso pasado que su hijo mayor hiciera los deberes que pudiera,
voluntariamente y sin que contaran para la nota. Antes del
acuerdo, tuvo que pasar por la situación de que un profesor
llegara a ponerle un horario con la tarea que tenía que
completar en casa de cada progenitor.
“No
soy antideberes”, dice. “Pero quiero organizar mi casa”. Si
hiciera todo lo que mandan en el centro, explica, la mayor parte
de las dos horas y media o tres que pasa cada día con sus hijos
estarían dedicadas casi en exclusiva a terminar los ejercicios.
Este año, el colegio cambió de criterio,
y De Céspedes vio cómo su hijo mayor suspendía Lengua pese a
tener casi un 7 en el examen, en parte por los negativos
acumulados por no hacer los deberes. Tras recurrir a la
inspección educativa, y antes de que ésta tomara una decisión,
el propio centro le ofreció un acuerdo por el que el niño aprobó
la asignatura y no le bajaron la nota.
“Como mera recomendación o directriz, me
parece bien que el profesor mande tarea”, afirma. “Pero no con
carácter obligatorio. Cuando tienen exámenes, ya me encargo yo
de que estudien. Pero fuera de la escuela, tengo derecho a
educar a mis hijos en libertad”, concluye.