PRODENI
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¿EXISTEN SOLUCIONES PARA ERRADICAR LA VIOLENCIA Y EL ACOSO DE NUESTRAS
AULAS? Jokin,
el chico vasco que no pudo soportar los continuos acosos de sus compañeros de
instituto fue quien abrió la caja de Pandora de un fenómeno que estaba ahí,
que venía desarrollándose desde hacía años con especial virulencia en los
centros de secundaria, pero que adquirió relevancia pública y categoría de
alarma social cuando decidió acabar con su vida, pues a partir de entonces
han aumentado considerablemente las denuncias, incluso públicas, de alumnos
que se consideran víctimas y de familias que demandan soluciones. Hace
años también que este fenómeno se viene estudiando. De la cultura
anglosajona hemos importado el término “bulling” para referirnos al
problema. Nuestras aulas, en particular las de secundaria, no son precisamente para un buen número de alumnos espacios de convivencia y
felicidad. Unos culpan a esta sociedad competitiva que nos hemos echado al
hombro. Otros a los padres por la educación permisiva. Aquellos, a los
profesores por su escasa implicación en los conflictos. Y todos, a la
Administración porque no pone los medios suficientes. Desde los años setenta del siglo
pasado nuestra preocupación, al igual que las de los países de nuestro
entorno, ha sido la de mejorar la educación para responder a los retos de
modernidad y futuro que los nuevos tiempos nos vienen demandando. Debido a
ello y, a veces sin la suficiente valoración y prudencia, venimos cambiando
el sistema educativo y forzando a nuestros profesores a cambiar también sin
las debidas garantías de calidad y de eficacia. Así, después de la reforma
de Villar Palasí en los setenta, de la LODE en los ochenta, y con la LOGSE en
los noventa, la Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO), en los primeros años
de siglo no acaba de encontrar su camino, y todos (alumnos y profesores)
soportan mal un presente de encrucijadas y conflictos que no acierta a definir
un futuro de estabilidad en el sistema. La
violencia y el acoso escolar ha ido creciendo de modo parejo a la
generalización de la enseñanza obligatoria hasta los 16 años, quizá debido
a que nuestros gobernantes, siempre cicateros en asuntos de educación, no han
dado desde el principio todos los medios necesarios, y quizá también porque
se situó todo el énfasis de la formación del profesorado en sus cualidades
académicas, importando menos las cualidades pedagógicas, en particular la
del profesor motivador y dinamizador, agente educativo... a favor del profesor
especialista (12 y 15 profesores recibe un alumno en la ESO), menoscabando la
función tutorial, que en una enseñanza hasta los 16 años debe jugar un
papel primordial en la relación con los alumnos (actualmente 1 hora a la
semana). Desde
PRODENI venimos insistiendo, por una parte,
que es vital la función del tutor, lo mismo que lo es la implicación
de todo el profesorado y personal no docente en la relación con los alumnos.
Y, que por otra, es vital también que al alumno se le escuche, se le tenga en
cuenta, se le implique, a su vez, y se le corresponsabilice en la
organización y en la vida escolar desde los primeros estadios (escuela
infantil), participando en la elaboración y seguimiento del proyecto
educativo de cada centro. Escuchar
a los niños y tener en cuenta su opinión, es un principio básico de la
Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño y de nuestro
propio ordenamiento jurídico. A tal efecto, no viene de más recordar lo que
dice la Ley Orgánica de Protección Jurídica del Menor y la Familia 1/1996
de 15 de Enero, respecto a la participación de los menores (Exposición de
motivos, 2): “... El ordenamiento jurídico, y esta ley en particular, va reflejando progresivamente una concepción de las personas menores como sujetos activos, participativos y creativos, con capacidad de modificar su propio medio personal y social; de participar en la búsqueda y satisfacción de sus necesidades y en la satisfacción de las necesidades de los demás." Aún
reconociendo la importancia de otras variables (familia, nuevas tecnologías,
cultura de consumo...), no cabe duda que la implicación del personal docente y
no docente, y la participación corresponsable de los alumnos en la
organización escolar, son factores básicos para encarar el problema de la
violencia y acoso que sufren unos compañeros de otros, y los mismos profesores.
En ese
sentido no parecen efectivas algunas de las medidas puestas en marchas por la
Administración, como la pretensión de resolver los conflictos por la vía
reglamentaria (Comisiones de Convivencia, Consejos Escolares...), o de que en
cada instituto o centro de secundaria haya al menos un profesor mediador
formado al efecto para intervenir cuando sea requerido por las partes en
conflicto. Lo que
ocurre es que el diseño u organización de la actividad académica en los
centros de secundaria no favorece en nada la implantación de un sistema que
contemple la implicación y la participación como factores básicos para
conseguir los objetivos de convivencia y formación de valores que dinamicen
la vida de los centros en una dirección opuesta a la actual. La
Administración educativa, los responsables políticos y los agentes sociales
deberían urgentemente reflexionar y proponer las necesarias reformas en la
organización de los centros y en la formación de los profesores, antes de
que sea demasiado tarde. No
creemos que a un gobernante se le pueda aceptar hoy una declaración similar a
la efectuada a finales de los ochenta por un Ministro de Educación que a
raíz del suicidio de un alumno: “ El sistema educativo no es tan malo
como para que se suicide nadie”, afirmación tan poco edificante como
poco previsora de lo que los nuevos tiempos iban a traer. Para José Luis Calvo (promotor y
fundador de PRODENI en 1.987, a la sazón Director de un Colegio Público en
una zona marginal de Málaga): “Los alumnos son capaces de participar en la elaboración de un plan
de centro profundizando en los conceptos más de lo que uno espera de
principio. Son capaces de adquirir importantes compromisos una vez que lo que
se ha programado en el colegio ha contado con su opinión y lo han visto
reflejado. Son capaces de participar en reuniones de equipos docentes. Lo
pueden hacer en el ámbito pedagógico y en los asuntos de resolución de
conflictos de convivencia. Pueden, perfectamente, emitir su opinión sobre la
marcha de las actividades. Aceptan ser reprendidos y evaluados, pero captan
cualquier disonancia entre el carácter y la forma de ser del profesor – a,
y la suya propia. Tienen un gran sentido de la justicia. No suelen obcecarse.
Aceptan fácilmente modificar o retirar su opinión sin reticencia alguna. Al
contrario de los adultos, llegan a conclusiones sin demasiados rodeos.
Distinguen muy bien lo que es dar una clase, del trato recibido y de la
evaluación que se les ha hecho...” (José Luis Calvo, “Participación de los Alumnos en la Comunidad
Escolar” Puerta Nueva – revista de educación – Delegación Provincial
de Málaga de la Consejería de Educación y Ciencia de la Junta de
Andalucía, Mayo, 1.989, Nº. 10) En esa línea nos hacemos eco ahora de una noticia de la agencia “Eitb noticias” sobre una experiencia desarrollada en Japón por el profesor Toshiro Kanamori, que viene a cuestionar el largo sesteo de buena parte de los sistemas educativos occidentales por la mecánica de unos métodos pedagógicos que no cuentan con los sentimientos y la participación de los alumnos (si a los métodos que no cuentan con los sentimientos y la participación de los alumnos se les pudiera llamar pedagógicos). Se
trata de una formulación muy sencilla cuya aplicación no supone gasto alguno
al erario público, pero de una tremenda eficacia porque sitúa a los alumnos
– as en el eje de la acción educativa, ayudándoles a descubrir sus propios
sentimientos y sus causas y a interaccionar entre ellos. En una palabra,
aprender a descubrir las claves de la felicidad y de la convivencia. Algunas
cadenas de televisión ( la vasca ETB-2, y la americana CBC) han emitido en
los primeros días de 2.005 un documental “Aprendiendo
a convivir” sobre la experiencia de Kanamori.
Eitb noticias Niños japoneses estudian las claves de
la felicidad, el respeto y la convivencia” Lleva dos años impartiendo clases a un grupo mixto de
35 alumnos en la escuela de primaria municipal Minami Kodatsuno Kanazawa.
Estos alumnos descubren sus sentimientos y sus causas. Para ello escriben sus
vivencias y emociones en un cuaderno al que le llaman "cartas del
cuaderno". Son una especie de registro de lo que piensan de verdad estos
niños de diez años. Todos los días tres alumnos de la clase del profesor
Kanamori leen sus "cartas del cuaderno" y al finalizar su lectura,
los demás alumnos tienen la oportunidad de expresar si se han sentido
identificados o no. Y si es así, qué es lo que ellos sienten para poder
explicar sus propias experiencias. Gracias a éste sistema, expresan delante de sus
compañeros sus miedos, penas, alegrías…y así aprenden a respetarse a sí
mismos y a los demás. Para Kanamori "no hay límite de participación.
Ellos cuentan sus historias y todo el mundo comparte sus sentimientos. Cuando
la gente escucha de verdad, vive para siempre en nuestros corazones. Ese es el
gran significado de estas cartas". Intentan mostrar lo valiosa que es la vida en
realidad. Por ese motivo alienta a los estudiantes a experimentar la alegría
de vivir. Les anima a aprovechar cualquier oportunidad para expresar su
individualidad. Su fórmula para la felicidad consiste en reafirmar en todo
momento los esfuerzos propios y los de los amigos, y sentirse reafirmado por
dichos esfuerzos. Uno de los casos que se dan en la escuela es el bulling.
A mediados del primer semestre, algunos de los alumnos están siendo
humillados y acosados. Algunos compañeros se ríen de sus notas e inventan
rumores sobre ellos. A Kanamori le preocupa que estas burlas acaben
convirtiéndose en un grave problema si no se hace nada al respecto. Kanamori consigue descubrir el origen del problema y a
la razón que lleva a una persona a machacar tanto física como psíquicamente
a otra persona. Y para fortalecer los lazos entre ellos intenta enseñarles a
ser conscientes de su propia vulnerabilidad. En otra ocasión, uno de los alumnos de la clase de
Kanamori es castigado por el profesor. Sin embargo los niños protestan por el
castigo. Tienen la oportunidad de defender a su compañero e intentan
persuadir al profesor para que le levante el castigo. Los niños le dicen que
la solución debe de ser la adecuada al problema y que en ésta ocasión no lo
es. El profesor, asombrado por la sensatez de los alumnos, deja participar en
el juego al niño que había castigado.. Un documental “Aprendiendo a
convivir” muestra el original sistema educativo del profesor Kanamori. Este
documental ha recibido cuatro de los mejores galardones internacionales, así
como el Gran premio del festival de Banff, medalla de Bronce al Mejor Programa
Educativo, el Gran premio de Japón y el primer puesto en Nueva York y Estados
Unidos de Films. |