Diario Málaga Hoy
Profesores, los últimos que detectan la "ley del silencio" del acoso escolar
Los expertos ofrecen indicadores que ayudan al profesional de la enseñanza a identificar de manera discreta los casos en una fase inicial, cuando se pueden atajar más fácilmente
Jesús Lozano (Efe) madrid | Actualizado 23.09.2013 - 05:01
Los profesores son los
últimos en darse cuenta del acoso escolar, un fenómeno
subterráneo en el que impera la "ley del silencio" entre los
alumnos por miedo a ser tachados de chivatos y, lo más grave,
por la vergüenza de la víctima de sentirse incapaz de
relacionarse en condiciones de igualdad con el agresor.
"Siempre pasa a espaldas de los adultos; es muy difícil de
detectar por parte de un profesor, que normalmente es el último
en enterarse, incluso después que las familias, cuando la
situación explota", explica el psicopedagogo Ferrán Barri,
coordinador de Acoso
escolar o bullying. Guía imprescindible de prevención e
intervención.
El acoso nace en el entorno escolar, en el aula y el patio, pero
se hace evidente en las "zonas duras", los lavabos, los cambios
de clase, es decir, "siempre oculto" a la vista de los docentes.
Y ahora suele continuar en el ciberespacio, pues trasciende no
sólo a la calle, sino a la mensajería de los móviles y a
internet y las redes sociales.
El manual surge de experiencias de profesionales de la docencia,
la psicología y la jurisprudencia, está ilustrado con casos y
testimonios reales y se dirige al profesorado y las familias,
según Barri, que es presidente de Sosbullying. Incluye
indicadores que ayudan al profesional de la enseñanza a detectar
de manera discreta los casos en la fase inicial, cuando se puede
atajar más fácilmente y la pérdida de autoestima y habilidades
sociales de las víctimas es reversible.
Incluso hay personas de 40 años, comenta, que aún sufren las
secuelas de un acoso en edad infantil. Es un recuerdo
"imborrable", pero se trata de conseguir activar en ellos la
resilencia (capacidad humana de asumir con flexibilidad
situaciones límite y sobreponerse a ellas). "El problema es
cuando no se ha superado, se enquista y dificulta cualquier
interacción social y profesional en la vida adulta".
La víctima acaba por culparse porque el acosador manda el
mensaje de que ella se ha ganado lo que le está pasando, pero
"nadie -subraya Barri- merece ser acosado".
Son personas "diana", aquellas que pueden sufrir acoso con mayor
probabilidad, los que no caen bien porque tienen algo diferente,
el carácter, algún rasgo físico, la orientación sexual, el
origen, la raza, que el agresor se encarga de caricaturizar o
denigrar.
Como "síntomas" de una sospecha de acoso cita a alumnos
excesivamente silenciosos en el aula, que no participan
habitualmente en actividades colectivas, nunca saben nada cuando
se les pregunta en clase o empiezan a flojear en los estudios,
se vuelven más introvertidos o en el patio buscan el "refugio"
de los profesores.
También se puede detectar con test sencillos en que se pregunte
a los estudiantes con qué compañeros no se sentarían o a quiénes
no invitarían a su cumpleaños.
Pero el acosador también tiene un problema de autoestima y
carencias afectivas: quiere ser un líder y no es un líder
natural, sino que se impone con la violencia, así que necesita
una reeducación, según Barri, que trabaja en un instituto de El
Vendrell (Tarragona).