Observadores
pasivos: los otros culpables del acoso escolar
Profesores y
psicólogos recomiendan luchar contra el maltrato en los centros
educativos cambiando las normas que rigen el grupo y poniendo el foco en
los testigos para que no miren hacia otro lado y defiendan a la víctima.
Publicado:
28.01.2016
El 'bullying' es un fenómeno complejo que puede estar provocado por
diversas causas. / EFE
MADRID.-
Diego, un niño de 11 años, se suicidó hace tres meses en Madrid porque,
según escribió en una carta dirigida a su familia, no aguantaba "ir
al colegio". Igual que Alan, un joven transexual de 17 años que el
pasado diciembre
se quitó la vida en Barcelona por "la presión y la incomprensión" que
sentía en el colegio. Ante esos casos, que han devuelto el acoso escolar a
la palestra, solemos preguntarnos: ¿Cómo no se dieron cuenta los
profesores de lo que estaban sufriendo estos menores? ¿Ningún compañero
presenció el maltrato? ¿Por qué no dijo nada? El bullying es un fenómeno
complejo que puede estar provocado por muchas causas. Por eso, el camino
para acabar con este tipo de agresiones —que sufren entre el 5% y el 10%
de los jóvenes, según varios estudios— no debe centrarse, dicen los
expertos, en la víctima sino en la colectividad, es decir, en los testigos
que, de forma inconsciente, pueden llegar a respaldarlo.
El maltrato se da porque el contexto lo permite.
"Permitir los insultos u otros comportamientos agresivos predispone al
acoso y ahí está la raíz del problema", explica a Público la psicóloga
clínica especializada en niños y adolescentes Sofía Czalbowski.
Un ejemplo: en una
clase, un niño se equivoca al responder una pregunta y un grupo de alumnos
se ríe de él. El profesor tiene dos opciones: hacer callar sin más o
aprovechar la interrupción para decir que reírse de un compañero porque se
ha equivocado es una falta de respeto que no se debe tolerar. "Si se deja
pasar ese primer acoso, el maltrato puede repetirse en el patio", afirma
el presidente de la Asociación
Española para la Prevención del Acoso Escolar, Enrique Pérez-Carrillo
de la Cueva.
Sin embargo, a veces no es fácil detectar si un
comportamiento puede desencadenar en un caso de bullying, por eso es tan
importante frenar prácticas que puedan ser malinterpretadas. "Si dos niños
que están jugando en el patio se pegan el uno al otro riéndose puede que
ambos lo entiendan como un juego, pero también puede suceder que no sea
así y que uno de los dos esté sufriendo. Como hay dudas, es mejor
intervenir y detener ese juego", argumenta la directora del colegio Cor de
Maria-Sabastida de Barcelona, Montserrat Millán.
Pérez-Carrillo apunta que, lamentablemente, esa no
es la actitud mayoritaria: "A veces, los profesores no intervienen por
falta de ganas, porque no le dan importancia, porque victimizan al
acosador o porque, simplemente, no saben hacerlo". Millán lamenta que no
haya una formación específica para profesores en este sentido —"cuando
llega al centro un niño que ha sido víctima de acoso escolar en otro
colegio no hay un traspaso de información, sólo cabe estar alerta"— pero,
como profesora, reconoce que el día a día "te lleva a no ser ciego". "Hay
que ser muy poco persona para no detectar determinadas cosas y, si en el
centro hay un clima colaborativo, es fácil que se establezcan dinámicas en
las que un alumno que sufre pueda acercarse a un adulto con confianza".
Precisamente con el objetivo de detectar el acoso,
y apremiado por los últimos suicidios de menores, el Gobierno ha anunciado
un plan de choque contra el maltrato escolar. El ministro de Educación,
Íñigo Méndez Vigo, prometió formación de profesores y padres, un manual,
una guía y un teléfono para las víctimas. "Una iniciativa para
contrarrestar la alarma social", según Pérez-Carrillo, y "un plan de
marketing", según Millán.
Lo que los expertos
recomiendan es una formación integral basada en la prevención entre
iguales para que no existan observadores pasivos. "Por un lado, la víctima
no suele confesar el maltrato por miedo a quedar como un chivato, porque
cree que pasará o porque se siente culpable; y por otro, los compañeros no
se involucran porque minimizan la gravedad del maltrato o porque temen que
la violencia se gire contra ellos", explica Czalbowski. Por eso es
imprescindible trabajar qué significa la violencia desde el grupo e
incorporar ese tema a situaciones personales. "No hay que limitarse a dar
información y soltar discursos que, normalmente, les entran por un oído y
les salen por el otro. Hay que dar cauces a los alumnos para que se
expresen, pero no sólo cuando los medios hablan de ello, sino como una
asignatura transversal", sigue Czalbowski, que recomienda que el grupo
acuerde normas y elija qué comportamientos considera intolerables.
Programa KiVa: el
método de éxito en Finlandia
En eso se basa, precisamente, el método que emplean
el 90% de centros de educación pública en Finlandia y que ha eliminado el
79% de casos de acoso escolar desde 2007, según el profesorado que lo
imparte. El programa KiVa, acrónimo de Kiusaamista Vastaan (contra el
acoso escolar) intenta cambiar las normas que rigen el grupo, es decir,
influir en los testigos para que defiendan a la víctima. Si ellos no
participan en el maltrato, la actitud del acosador cambia. Partiendo de
esta filosofía, los estudiantes finlandeses reciben 20 clases a los 7, 10
y 13 años para identificar las distintas formas de acoso y mejorar la
convivencia. Durante el recreo, se eligen varios alumnos vigilantes, que
son responsables de la seguridad del grupo, y en cada colegio hay un
equipo de tres adultos que se pone a trabajar cuando detecta un caso de
acoso escolar.
El maltrato a través de las redes sociales es una
de esas nuevas formas. Aun así, advierten los expertos, no debe tratarse
como un fenómeno desligado del acoso escolar. "El móvil amplía la duración
del maltrato", apunta Pérez-Carrillo, "pero el ciberacoso no es más que
una caja de resonancia de lo que ocurre durante el día en el colegio", es
decir, la persecución al diferente. Por ese motivo, la diputada de
Compromís en las Cortes Valencianas Marián Campello —que
ha confesado que sufrió este tipo de maltrato entre los 12 y los 14
años— reivindica que la escuela "enseñe a vivir y a disfrutar la
diversidad", en definitiva, explica a Público, "a amar la diferencia".