SUR
http://www.diariosur.es/malaga-capital/201703/12/dijo-como-invisible-colegio-20170311223004.html
«Me dijo: 'Mamá, soy como invisible en el colegio. A
mí se me rompió el alma y me puse a llorar»
Educación investiga 100 posibles casos de acoso en
Málaga. El Servicio de Inspección Educativa se ha reunido con los directores
de colegios e institutos de la provincia para que extremen la vigilancia en
todos los lugares de los centros, no sólo en las aulas

Andalucía dispone desde 2011 de un protocolo a seguir por todos los centros
para investigar posibles casos de ‘bullying’. / Fernando
González
Juan Cano | Málaga @JuanCanoSUR 12
marzo 2017
Mamá, soy
como invisible», le soltó un día su hijo a bocajarro. A ella se le erizó el
cuerpo y pensó: «¿Cómo he podido estar tantos meses a su lado sin darme
cuenta? ¿Por qué no me lo ha dicho?». La respuesta, al ver las lágrimas caer
por su rostro, se la dio aquel crío enjuto y tembloroso al que le habían
borrado la felicidad de la cara. «Es que no te quiero ver llorar... ».
Para entonces, Andrés ya era
una sombra de sí mismo. Le entusiasmaba el fútbol, y dejó de jugar. Le encantaba
la consola, y dejó de usarla. Le gustaba el colegio, y ya no quería ir.
Acostumbraba a reír, y también dejó de hacerlo. «Apenas comía», recuerda María
con un nudo en la garganta que solo deja salir palabras entrecortadas. «Le
echaba el bocadillo en la mochila para el recreo y todos los días venía de
vuelta. Perdió siete kilos».
Al volver a
casa, Andrés se encerraba en su habitación. «Mamá, déjame, que voy a
estudiar», respondía cuando ella le preguntaba por qué no salía a jugar con
sus hermanos. Por qué estaba siempre serio. «A veces decía que le dolía la
cabeza. Se metía en la cama y ya no salía de allí hasta el día siguiente»,
cuenta.
El
rendimiento escolar cayó en picado. Pasó de aprobar a suspender todo. María
habló con su tutor por si había observado algo extraño en el comportamiento
de su hijo y él le dijo que no. Que serían cosas de la edad. O la adaptación
al nuevo curso. O alguna chica. «Nunca piensas en esto...», apunta ella: «No
estás preparada para que tú hijo te diga algo así».
María
empezó a sospechar un día en que, en el grupo de WhatsApp de las madres del
cole, una de ellas contó que su hijo estaba siendo acosado por tres
compañeros. «¿Se lo están haciendo a más niños?», escribió ella en el chat.
La respuesta fue el silencio. Días después, en un cumpleaños, mientras
charlaban sobre el asunto, una madre le soltó: «Tú pregúntale al niño».
La
confesión llegó esa tarde, al volver a casa. María se sentó delante de
Andrés y, con todo el cariño y las fuerzas que pudo reunir, le preguntó si
algún compañero le estaba haciendo algo. «Bueno...», se abrió el crío,
agachando la mirada. «A mí se me cayó el alma a los pies», interviene ella,
que insistió: «¿Qué te están haciendo?». Andrés le contó las collejas, las
burlas, las humillaciones, el aislamiento, aunque omitió «las palabrotas».
Le dijo que se escondía bajo las escaleras cuando llegaba la hora del recreo
para ser más invisible todavía. «Mamá, tengo miedo, ¿me van a hacer algo?».
Las únicas
mentiras de su relato son los nombres. El niño no se llama Andrés ni ella
tampoco es María. Pero que nadie se engañe. No pide el anonimato por miedo o
por vergüenza. Sólo quiere proteger a su hijo. Y advierte: «No voy a parar
si le siguen haciendo algo malo en el cole».
El
elemento temporal
El acoso
escolar, como lo define la Consejería de Educación de la Junta, es el
«maltrato psicológico, verbal o físico» a alumnos producido por uno o más
compañeros de forma reiterada. «El elemento temporal es clave», recalca el
jefe del Servicio de Inspección Educativa en Málaga, José Antonio Guerrero,
que coordina y dirige la actividad de los 45 inspectores que la delegación
tiene asignados a los 1.150 centros de la provincia que perciben fondos
públicos.
El 75% de los alumnos han sido
testigos de alguna agresión en su centro educativo
El término,
hace poco más de una década, «no existía» en la jerga de los inspectores,
reconoce Guerrero. El caso de Jokin, el menor de 14 años que una mañana de
septiembre de 2004 cogió su bici, fue a la muralla de Hondarribia
(Guipúzcoa) y saltó al vacío para escapar del acoso de un grupo de
compañeros –en su nota de despedida dejó escrito «ser libre, oh, libre»–,
puso sobre la mesa una realidad de las aulas que hasta entonces había
permanecido oculta en España.
En
Andalucía, la Consejería de Educación creó en 2011 un protocolo de actuación
tutelado por la Junta donde se regulan las normas de convivencia y se
recogen los pasos necesarios para proteger a las víctimas y que estas
conductas no queden impunes. «Vimos la necesidad de tener una herramienta
para que se siga el mismo procedimiento en todos los centros y huir de
cualquier arbitrariedad», dice Guerrero.
Tras Jokin,
empezó a hablarse de ‘bullying’, un anglicismo que proviene de ‘bully’
(matón, peleón) y cuya traducción literal, como verbo, encajaría con
tiranizar o intimidar. Con la entrada del móvil en las aulas, se acuñó el
término ‘ciberbullying’, que no es otra cosa que la extensión del acoso a
Internet y las redes sociales. «El anonimato ya no está garantizado»,
advierte la fiscal delegada de Menores en Málaga, Isabel Fernández, que sí
ha percibido un aumento del acoso asociado al uso de las «nuevas
tecnologías», como la moda del ‘happy slapping’, que consiste en dar una
bofetada, una colleja o una patada a alguien, sin mediar palabra ni
discusión previa, mientras un amigo lo graba para después difundirlo.
La
representante del Ministerio Público habla de impresiones, ya que, como ella
misma reconoce, el acoso no tiene un reflejo estadístico porque el delito,
como tal, no existe. A nivel penal, se traduce en amenazas, lesiones,
coacciones, vejaciones o contra la integridad moral, delito este último que
en Madrid, por ejemplo, ha aumentado un 100% en la jurisdicción de menores.
La propia Fiscalía General del Estado recoge en su último informe que
algunas delegaciones, como Asturias, abogan por un cambio en las
aplicaciones informáticas que permita recoger la realidad de este fenómeno.
La fiscal delegada en Málaga sentencia: «El acoso escolar existe, pero no
todo lo que se denuncia es acoso». Una vez que se filtran los casos, «los
que sí son reales se abordan con soluciones muy amplias, desde los leves,
donde se puede conciliar y a veces acaban con un abrazo o un apretón de
manos, hasta los más graves, que van a juicio y nos obligan a adoptar
medidas cautelares».
Tampoco
Educación maneja datos estadísticos que permitan observar la evolución del
fenómeno porque, hasta ahora, no existía un registro histórico. «Es que hace
tres o cuatro años apenas teníamos una decena de casos a estas alturas»,
justifica el jefe de la Inspección Educativa, que habla de un aumento
«exponencial» de las denuncias durante este curso escolar. A su juicio, la
publicidad que se está dando a este problema a través de los medios de
comunicación está haciendo aflorar muchos casos que, de otro modo, habrían
permanecido ocultos. La cifra es preocupante: desde septiembre, Educación ha
activado en Málaga 100 protocolos por sospecha de ‘bullying’ en las aulas.
Esta misma semana SUR publicaba dos de estos casos en institutos de
Fuengirola (con cuatro menores detenidos) y Estepona (dos investigados).
Guerrero matiza el dato: «Casi siempre son conflictos entre iguales [sin el
componente temporal al que antes hacía referencia]. Aproximadamente, el 10%
acaban siendo diagnosticados como situaciones reales de acoso».
Uno de
esos casos es el de Andrés y María. Primeras estadísticas
Desde este
año, Educación dispone de un registro pormenorizado sobre cada uno de los
expedientes abiertos en centros educativos de la provincia. La otra novedad
de este curso es que, preocupados por el avance del fenómeno, los
inspectores se han reunido con los directores de colegios e institutos para
pedirles que «extremen» la vigilancia sobre todos los espacios del ámbito
escolar. «No sólo las aulas», aclara Guerrero. «Los profesores tienen que
estar pendientes a los pasillos, el comedor, la biblioteca, el gimnasio, las
clases de apoyo, la entrada y salida del centro, las actividades
extraescolares... No podemos dejar zonas de impunidad».
El
presidente de la Asociación Española para la Prevención del Acoso Escolar (AEPAE),
Enrique Pérez-Carrillo de la Cueva, se muestra muy crítico ante lo que
considera una «negación institucional» del ‘bullying’ que se traduce con
frecuencia en una segunda victimización de los alumnos afectados. «La
situación en España es lamentable. Nuestra experiencia con más de 3.000
víctimas indica que en ocho de cada diez centros se actuó tarde y mal»,
asevera.
El cole de
Andrés activó el protocolo tras la denuncia de María. Uno de esos días,
mientras Educación estudiaba su caso, el niño le contó a su madre que salió
de clase para ir al aseo y que uno de los repetidores que le hacían la vida
imposible se escapó detrás de él. Al girarse, todavía subiéndose el
pantalón, se lo encontró a sus espaldas, brazos en jarra y actitud
amenazante, mirándolo fijamente. Andrés salió de allí como pudo.
–«Tranquila, mamá, yo ya no voy al baño».
Las cifras
son abrumadoras, sea cual sea la fuente que se consulte. El 1 de noviembre,
el Gobierno habilitó un teléfono gratuito (900 018 018) contra el acoso
escolar que está operativo las 24 horas y los 365 días del año para atender
a familias, testigos o docentes en busca de información o de una vía para
denunciar su situación. Durante los dos primeros meses, el equipo de
psicólogos, juristas y educadores que está al otro lado de la línea recibió
5.552 llamadas, de las que 1.955 serían posibles casos de ‘bullying’, según
los datos facilitados por el Ministerio de Educación.
El informe
Cisneros X sobre acoso y violencia escolar en España, que está considerada
una de las investigaciones más completas y pormenorizadas en la materia,
basada en la experiencia de 24.990 alumnos desde 2º de Primaria a 1º de
Bachillerato, señala a Andalucía (donde se entrevistó a 5.369 estudiantes)
como la comunidad con una mayor tasa de acoso escolar, con un 27,7%, seguida
de País Vasco y Navarra, con un 25,6%. Otro estudio reciente de Save The
Children sitúa a la cabeza a Murcia, donde se investiga el suicidio de Lucía
(13 años), que se quitó la vida el pasado 10 de enero, después de que su
madre denunciara el acoso que sufría por parte de varias compañeras.
El informe
Cisneros XII identifica las formas más comunes de ‘bullying’, como poner
apodos (13,9%), no ser hablados (10,3%), recibir risas ante sus
equivocaciones (9,2%), ser insultados (8,7%) o ser acusados de algo que no
han hecho (7,5%). «El acoso tiene múltiples caras, como la exclusión o
marginación social; la agresión verbal; las vejaciones y humillaciones; la
agresión física; la intimidación, amenazas o chantajes; el ciberacoso, el
acoso enfocado sobre la condición sexual o el que deriva hacia el abuso
sexual», recita Guerrero.
El centenar
de protocolos abiertos en Málaga y la experiencia de años anteriores
permiten al jefe del Servicio de Inspección realizar una radiografía del
fenómeno en la provincia. Asegura que la mayoría de los casos se concentra
en la capital y en la costa occidental, muy por encima de la oriental y,
sobre todo, del interior. Aunque han registrado algún caso demasiado precoz,
como los padres de un niño de tres años que, según decían, era acosado por
otro de la misma edad, el ‘bullying’ empieza a aparecer a partir de los ocho
años. «El curso clave para la prevención es quinto de Primaria», subraya
Guerrero. «Ahí son más fáciles de atajar, pero a medida que crecen el acoso
se acentúa y aumenta la gravedad. La edad crítica, los 15 años. No hay un
estereotipo de familia o entorno social, aunque «los casos de acoso más
sofisticados, que son muy graves y se producen de una forma mucho más sutil,
se dan entre menores de familias con un nivel cultural medio-alto y de
situación acomodada», opina.
En Málaga, la mayoría de los casos
investigados se concentra en el tramo de Secundaria y, por zonas, predominan
la capital y el litoral occidental; la edad crítica son los 15 años y el
curso clave para la prevención, 5.º de Primaria
Guerrero
calcula que el 75% de los protocolos activados se dan en Secundaria y el 25%
restante, en Primaria. La inspectora de la Policía Nacional Lidia Avivar,
que es la delegada provincial de Participación Ciudadana, unidad que lleva
impartidas más de 400 charlas en colegios e institutos de la provincia
durante este curso, describe gráficamente la diferencia entre ambos tramos:
«Primaria es la edad del todos contra todos. Secundaria, del todos contra
uno». Ella también ha percibido una mayor sensibilización sobre el
‘bullying’ –la demanda de charlas ha aumentado más de un 50% este curso– en
los centros, aunque no tanto entre los progenitores. «Salvo excepciones,
cuando damos charlas a padres, apenas vienen seis o siete», afirma Avivar,
que recuerda el correo anónimo (seguridadescolar@policia.es) que este Cuerpo
tiene a disposición de los ciudadanos para denunciar cualquier caso.
El
testigo invisible
Otra
investigación, en este caso del Centro Reina Sofía, indica que el 75% de los
estudiantes entrevistados ha presenciado agresiones en su centro escolar. Es
el llamado testigo invisible, que acostumbra a guardar silencio, pese a que
por sus manos pasa en gran medida la solución al problema. «En las charlas
notamos que tienen más miedo a que los llamen chivatos que a las propias
consecuencias de sus actos», cuenta Avivar, que observa con demasiada
frecuencia la sensación de impunidad que reina entre el alumnado. «Piensan
que no les va a pasar nada porque son menores y se creen intocables.
Nosotros les explicamos que están muy equivocados, que pueden ser condenados
y recluidos, que un centro de menores no es un colegio». Asegura que cada
vez son más los niños que salen de ese hermetismo y se acercan a ellos para
contarles lo que les pasa: «El año pasado, mientras recogíamos el material,
se acercó un chico de 14 años y nos dijo que había estado escuchando la
charla y que ‘eso’ le estaba pasando a su novia. Se investigó y fue
positivo».
Vimos la necesidad de tener
una herramienta para seguir los mismos pasos y huir de arbitrariedades» , José
Antonio Guerrero, Jefe Servicio Inspección Educativa
El
acoso escolar existe, pero no todo lo que se denuncia es acoso, por
eso hay que filtrar cada caso», Isabel Fernández. Fiscal delegada de
Menores
Tienen más miedo a que les llamen chivatos que a las consecuencias de
sus acciones», Lidia Avivar. Inspectora de la Policía Nacional
En
España hay una negación institucional del acoso escolar; ocho de cada
diez colegios actúan tarde y mal», Enrique Pérez-Carrillo de la Cueva.
Pte. Asoc. Prevención Acoso
Consejos sobre ciberbullying
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Nuevas tecnologías: En lugar de prohibir su uso, informarles sobre
los riesgos.
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Entorno: Los padres deben saber quiénes son los amigos de sus hijos
en el mundo real y en el digital.
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Móvil: Hay que valorar a qué edad proporcionarle un teléfono y para
qué; no es un criterio válido que otros compañeros de clase tengan
uno.
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Ordenador: Ubicarlo en una zona común de la vivienda para ejercer
control sobre los contenidos que consultan.
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Fotos y vídeos: Prestar especial atención a las imágenes que los
menores reciben por Internet o a través del móvil.
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Denuncia: Ante la más mínima sospecha, sentarse con el menor,
escucharle y hablar con él.
-
Denunciar inmediatamente
los hechos a las Fuerzas de Seguridad.
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